domingo, 26 de marzo de 2023

«Jesús lloró»... Un pequeño pensamiento para hoy


En nuestro camino a la Pascua, hago mi reflexión para el día de hoy en este amanecer del domingo V de Pascua yendo al tema de la resurrección de Lázaro, que es la perícopa evangélica que la liturgia de la palabra nos presenta (Jn 11,1-45). En este pasaje, en el que Jesús declara que él es la Resurrección y la Vida, demuestra que sus palabras son ciertas, y lo hace resucitando a Lázaro, este hombre que llevaba cuatro días muerto. La divinidad del Señor Jesús y su íntima relación con su Padre, se conjuga con su perfecta humanidad. La historia de Lázaro no termina con su muerte, —por eso conviene leer todo el pasaje—. Al pie de su tumba, Jesús, que llora por él, lo llama por su nombre y la multitud ve incrédula cómo Lázaro se levanta…vivo. Aunque María y Marta creyeron que Jesús había llegado demasiado tarde para ayudar, aprendemos que para Dios no hay nunca un «demasiado tarde».

San Juan nos dice que cuando Jesús llegó al sepulcro acompañado por Marta y María, las hermanas de Lázaro y sus apenados amigos, se identificó con su sufrimiento y lloró con ellos. Allí, detrás del corazón quebrantado de las hermanas, el Señor percibió el profundo gemido y el dolor producido por el pecado en el mundo. Como más tarde escribió san Pablo, «sabemos que toda la creación gime» (Rom 8,22). Es un gemido silencioso que se extiende por todas partes. El Señor no es indiferente a todo sufrimiento humano, él comparte el dolor de este mundo y muere para alcanzarnos la salvación. Así, tenemos una expresión patente de esta identificación: «Jesús lloró». No fueron las lágrimas como las de las plañideras profesionales, ni las del hombre sentimental que llora por cualquier cosa, sino las del mismo Hijo de Dios que nacían del más genuino amor por el hombre.

«Jesús lloró» (Jn 11,35) es seguramente el versículo más corto de la Biblia, una expresión demasiado breve incluso para un tweet, pero este versículo guarda una importancia enorme, sobre todo cuando se nos dificulta hallar esperanza. Así, de esta manera, nos consuela saber que no adoramos a un Dios insensible ante la desgracia. El Dios que conocemos en Cristo Jesús siente nuestro dolor y conoce nuestra realidad. Llora con nosotros. Ante muchas preguntas, como estas que ahora comparto: ¿Por qué las personas de fe reciben diagnósticos médicos devastadores? ¿Por qué hay familias golpeadas por el desempleo y por qué hay vidas que se pierden en desastres naturales? ¿Por qué sufrimos?... el Evangelio de hoy ni ningún otro tiene la respuesta, pero sabemos que Jesús llora con nosotros y nos invita a la resurrección. Acompañados de María, la Madre Dolorosa, vivamos esta última semana de Cuaresma que hoy iniciamos. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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