También el Evangelio está plagado de encuentros y desencuentros. Por eso hoy, el Evangelio el día (Jn 4,5-42) en el que Jesús se encuentra con la mujer samaritana, me hace pensar en otros encuentros de Jesús con distintas personas: Nicodemo, Jairo, Zaqueo, la hemorroísa, el centurión, la mujer cananea, la pecadora, el ciego de Jericó, los pescadores del lago, los doce, los 72 discípulos, los hermanos de Betania, la gente... Después del encuentro con Cristo, la samaritana se transforma, deja su cántaro y corre entusiasmada al pueblo y va diciendo a todos: «Vengan a ver a un hombre», que es el Hijo del hombre, el Mesías que esperamos. Muchos de los samaritanos fueron y creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio. Y los samaritanos confesaron su fe: «Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».
Pienso también en el encuentro constante que hemos de tener con Jesús y que no debe convertirse nunca en un desencuentro. Alexis Carrel, el biólogo, médico, investigador científico, eugenista y escritor franceses escribió: «El ser humano tiene necesidad de Dios, como del agua y del oxígeno». Hablando de este encuentro con Dios san Agustín, dirigiéndose a nuestro Creador, le dice: «Quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le provocas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti». La Cuaresma marca un tiempo especial para el encuentro con Cristo, sea que se trate del primer encuentro, como el de quienes se preparan para el bautismo en la Vigilia Pascual o sea un encuentro tras otro para quienes ya llevamos camino recorrido en la fe. Hay que preguntarnos con ayuda de María: ¿Cómo van mis encuentros con Jesús en esta Cuaresma? ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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