Yo he saludado personalmente al Santo Padre en varias ocasiones y lo he visto de cerca en otras, pues mi condición de Misionero de la Misericordia me hace estar cercano a él gracias a este ministerio. Ciertamente que lo he visto, como es natural, más deteriorado en mi último encuentro con él en abril del año pasado en que no lo pude saludar personalmente, pero si participar de la conferencia que nos impartió, en el aula Pablo VI a los Misioneros de la Misericordia. El papa, en esta ocasión, se presentó en silla de ruedas. Él mismo, en julio pasado, al regresar de un viaje a Canadá, reconoció que su avanzada edad y su dificultad para caminar podrían haber dado paso a una fase más lenta de su papado. El papa alterna el uso del bastón con la silla de ruedas y ha continuado con la misma cantidad de audiencias públicas y privadas que antes de que su rodilla se convirtiera en un problema constante el año pasado.
Si me pusiera a hablar de toda la riqueza del magisterio del papa Francisco, no terminaría, pues es tanto lo que de una manera sencilla, al alcance de todos, nos enseña. Guardo en mi mente y en mi corazón su perenne sonrisa y su amor a la Virgen de Guadalupe, porque esto me lo manifestó personalmente en una de nuestros encuentros, cuando era yo confesor en la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México. Algo de lo que mucho me llama la atención del papa Francisco, además de su sencillez, es la invitación constante a vivir la alegría del Evangelio adentrándonos en el conocimiento, lectura y vivencia de la Palabra de Dios. Los invito a orar, en este día, por el Santo Padre, sus intenciones y necesidades. Que la santísima Virgen interceda por él y por nosotros y que esta celebración, en medio del camino cuaresmal nos lleve a esperar con ansias, la llegada de la Pascua. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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