Moisés, junto con nuestro Señor Jesucristo, concentran hoy la atención litúrgica: Abraham aparece, según el relato de la tradición sacerdotal, como pieza clave en la génesis del pueblo elegido: por su fe es padre de muchos pueblos, bendecido con una Alianza de amor que no se extinguirá. Convocado para tomar posesión de tierra y reino nuevo, sus descendientes se multiplicarán como las arenas del mar. Y Jesús, en el Evangelio (Jn 8,51-59) se muestra en calidad de Hijo, muy superior en grandeza a profetas y a su precursor y prefigurador. Él es la voz que nos llama a la cordura, advirtiendo con valor y claridad a los que desprecian su vida: «antes que Abraham naciera, ya existía yo».
Vivir en nuestra familia de hijos de Dios, por nuestra fe en Cristo, es estar siempre abiertos a la vida en Cristo. Abraham saltaba de gozo pensando que a todos nos llegaría ese momento. Los judíos no lo entendían. Cristo no era para ellos más que Abraham porque no entendían nada. Les invito a hacer conmigo, hoy, una breve oración: «Señor Jesús, tú que con el Padre y el Espíritu llamaste a Abraham para que fuera padre de los creyentes, mira a nuestro alrededor, ilumina a cuantos no tienen todavía fe en Dios, y a nosotros, creyentes, haznos, bajo el cuidado de tu Madre santísima, auténticos instrumentos en la formación de un mundo mejor. Amén». ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario