María, la Virgen, está «llena de gracia» —en griego kejaritomene—. Está llena de gracia porque ha sido destinada a ser Madre de Dios «—en griego Theotocos—. En el rezo del santo rosario diario, que muchos de ustedes rezan conmigo en Facebook, la saludamos con las mismas palabras de Gabriel «Dios te salve María, llena eres de gracia». En ella, en la Virgen, vemos la plenitud de ser repletos de la gracia de Dios. Nosotros, en este tiempo de conversión, podemos también volver a la gracia santificante, mediante la contrición perfecta, arrepintiéndonos de todos nuestros pecados. Así, en este tiempo de cuaresma, vivimos con Ella la gracia de Dios, con el perdón de nuestros pecados, inclusive mortales, siempre que nos arrepentimos, amándolo con todo el corazón y sirviendo a los hermanos más necesitados.
San Lucas presenta a María como modelo de quien se entrega: «yo soy la esclava del Señor». ¿Quién puede repetir del profundo de su ser y con total sinceridad estas palabras? Cada uno, según su carisma y su estado de vida, podrá esforzarse en repetir y en vivir este ejemplo maravillo de María: ser esclavos para servir a Dios y servir a los hermanos. Este alto que hacemos en nuestro camino de Cuaresma, para recordar el gozo de María por la anunciación del Señor, es el momento de agradecer que el Espíritu Santo nos hace más humanos, más alegres, más hermanos y por tanto nos impulsa a ser como María. Yo creo que una vida entera no nos bastaría para contemplar la magnitud de este misterio que ha cambiado la suerte de la historia humana. ¡Bendecido sábado, solemnidad de la anunciación del Señor!
Padre Alfredo.
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