En el otro extremo de los personajes de esta lectura, que por cierto, es simpatiquísima, están los perseguidores, los impíos, los falsos acusadores de Susana que nos ayudan a reflexionar en los que se alejan de Cristo y que vienen a caer en la enfermedad del pecado. Allí en el relato, estos dos viejos rabo verdes, se encuentran próximos a la muerte y envejecidos. Buscan éstos ávidamente apoderarse de la vida de Susana, que representa a la Iglesia, la siempre joven y divina, para poder así reanimar su vejez decrépita. Mas ella, con majestuosa grandeza, con sonrisa de superioridad, sabe escapar a sus malvados intentos. Y cuando nota que ellos usan la fuerza, clama a Dios y corre a esconderse en sus brazos de Padre.
En su impotente rabia, el escritor sagrado apunta que los malvados prueban de aniquilar a la que no pueden hacer servir para sus fines y pretenden acumular sobre su cabeza sus acusaciones con falsos testimonios... Pero nada consiguen. En último término son víctimas de sus propios engaños y Dios acaba por triunfar en su Iglesia como sale triunfante la casta Susana. Aprovechemos esta última semana y de la mano de María caminemos hacia la pasión, muerte y resurrección de Cristo en los días de la Semana Mayor. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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