El sábado gocé mucho la Misa de 9:30 de la mañana con los jóvenes de la Zona Wundand, el Escuadron Dashen, la Cadena Moraine y la Conquista Tabit. Celebro que estos grupos del Movimiento de Juventudes Cristianas se integran cada vez más a nuestra comunidad parroquial. Después tuve el retiro con nuestros catequistas, siempre entusiastas y con un corazón grande grande, que abraza a los pequeñitos que se preparan a hacer su confirmación y su primera comunión. Acto seguido, ya a las 3:30 de la tarde pude felicitar a las chicas de la Cadena Moraine que celebró 13 años de fundación en la parroquia. De allí salí disparado hacia la colonia Rinconada Colonial e Apodaca para confesar hasta las 7:30 a los Misioneros de la Santa Cruz que estaban en su retiro; este es el grupo de jóvenes misioneros de la parroquia y cerré el día con Carito y Emmanuel preparando la celebración de su boda el próximo sábado. Ayer domingo, luego del rezo matutino, celebré la Misa de 9 de la mañana, visité a los niños del grupo Haeven para continuar con la celebración de la Misa de 11, para acompañar después a las familias que participaron en el Rally que nuestra Pastoral Familiar realizó para celebrar el Día de la Familia. Después, con un templo más que retacado, gracias a Dios y al cariño dela intercesión de la Virgen del Rosario, celebré la Misa de 1 de la tarde. Allí el Señor me regaló el recibir la bendición de una señora inmigrante que tanto agradezco porque ella no se esperaba que le pidiera su bendición. Luego del Rally, que nuevamente se hizo a esta hora, regresé a casa para comer con mi madre y mi tía Amparo a las 3 de la tarde. Luego del rezo de Vísperas, pude llevar a mi madre a la casa de mi hermano, el único que tengo.
Heme ahora aquí, a las 10:30 de la noche, sentado frente a la computadora y Misal en mano para leer el Evangelio para este lunes (Lc 6,36-38) en el que Nuestro Señor nos dice: «Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica». A la luz de estas palabras de Cristo doy gracias por lo poco que puedo hacer para que el amor a nuestro Dios misericordioso llegue a muchos. Y eso porque este Evangelio dice también: «Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso». De la mano de María Santísima le pido al Señor la fuerza necesaria para seguir, como Misionero de la Misericordia y me quedo pensando en que el sacerdote que se abre al amor se vuelve generoso como el Dios de la creación; él mismo se fabrica la medida con la que será recompensado. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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