miércoles, 31 de agosto de 2022

«Lo que aprendemos de las curaciones que hacía Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los milagros que realizó Jesús el tiempo en que estuvo en la tierra sirven como testimonio de autoridad como Hijo de Dios. Durante su ministerio terrenal, él curó a los enfermos, controló las fuerzas de la naturaleza, expulsó a los demonios y resucitó a los muertos. Un ejemplo de todo su poder, lo podemos encontrar en la sanidad de la suegra de Pedro, el cual es uno de los milagros recogidos en los Evangelios Sinópticos (Mt 8,14-15; Mc 1,29-31; Lc 4,38-39). La liturgia de la palabra del día de hoy nos presenta la versión de san Lucas. Hay, en base a esto, dos cosas en las que baso mi reflexión para hoy.

La primera es que los evangelistas nos dejan ver que el Señor es poderoso para sanar cualquier enfermedad, y transformar cualquiera que sea la situación. Jesús curó a la suegra de Pedro, y no solo a ella. Ese mismo día curó también a muchas. Sin importar la naturaleza de sus enfermedades, Jesús sanó a muchas personas, pero no a todas. Hay que recordar, como dije al inicio, que los milagros tenían la finalidad de mostrar la autoridad de Jesús como Hijo de Dios para que la gente creyera en él. Es decir, Jesús no sanó a todos los enfermos porque la enfermedad, en muchos casos, es sanadora del alma de las personas enfermas. Muchos santos y beatos han sufrido de enfermedades e incluso muerto a causa de ellas.

Por eso en segundo lugar, este pasaje evangélico nos muestra que los creyentes también se enferman. Pedro y su hermano Andrés eran dos de los apóstoles de Jesús. Sin embargo, la enfermedad llegó a su casa. Hay muchos ejemplos bíblicos de personas piadosas y temerosas de Dios que fueron afligidas por la enfermedad, entre los que podemos mencionar al profeta Eliseo, Tabita, el apóstol san Pablo, Epafrodito y Timoteo (2 Re 13,14; Hch 9,36-37; Flp 2,25-27; Gál 4,13; 1 Tim 5,23). Correspondamos rápidamente, como lo hizo la suegra de Pedro, sirviendo con alegría y prontitud a los hermanos. Que María santísima nos ayude. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 30 de agosto de 2022

El tesoro y la perla... Un pequeño pensamiento para hoy...


La comparación del Reino de los cielos con el tesoro escondido y la perla fina (Mt 13,44-46) es un tema muy conocido en el Evangelio. Hoy forma parte de la liturgia de la palabra en Misa y nos viene a traer mucha luz en medio de un que vive hundido en un reino espiritual de tinieblas donde el hombre es esclavo del pecado. Jesús ofrece un reino diferente, un reino de justicia y libertad y compara el Reino de los cielos con estas dos cosas: el tesoro escondido y la perla de gran precio. Las dos parábolas nos enseñan que el hombre se esfuerza trabajando y buscando cosas buenas sin saber que Cristo es el mayor tesoro y la perla preciosa que pueden encontrar en la vida para darle sentido.

La primera parábola compara el reino de Dios con algo de gran valor que está oculto, se trata de un tesoro. Aquí vemos a un hombre que trabaja duro en un campo si saber que hay un tesoro escondido. Muchas personas hoy en día viven afanadas trabajando por sus sueños y proyectos personales, viviendo en la ignorancia de sus pecados sin saber la riqueza que el evangelio les ofrece a través de Cristo. Cuánto bien podemos hacer si ayudamos a que la gente encuentre este tesoro de gran valor. Como discípulos–misioneros de Cristo podemos mostrar al mundo la alegría de haber encontrado el tesoro de Cristo.

Luego, en la segunda parábola, Jesús nos dice que el reino de los cielos es semejante a un hombre que busca buenas perlas. Las perlas eran consideradas un gran tesoro en los tiempos de Jesús. El hombre encuentra una que es superior a todas las que había encontrado. Muchas personas son como este mercader, van por todo el mundo en busca de lo mejor para su vida, riquezas, placeres, éxito, etc., pero no saben que la vida que el evangelio les ofrece a través de Jesús es superior a todas las cosas que el mundo le ofrece.  Pidamos a Dios por intercesión de María santísima que seamos capaces de ayudar a los demás a encontrar el tesoro escondido y la perla preciosa. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

Que el Señor nos libre del maligno enemigo... (Un tema para reflexionar)


El diablo es un vil engañador y actúa de forma sutil para adentrarse en las vidas de quienes, por debilidad, caen en sus garras. El 26 de septiembre de 2018, el Papa Francisco afirmó que el diablo está vivo, que goza de buena salud y que está haciendo horas extra para erosionar a la Iglesia Católica.

En la época actual, hay muchas personas que no creen en el diablo, y es que en nuestra sociedad, sobre todo en las películas, casi siempre se retrata incorrectamente quién es el diablo y cómo trabaja. Al contrario, la Biblia, en muchos lugares nos da buenas pistas sobre el diablo y cómo tratar con él. La Biblia nos dice que él es un ángel caído que rebeló contra Dios, y que debemos ser cautelosos en nuestro trato con él porque es muy astuto. 

A continuación comparto algunas de las citas bíblicas en las que se le menciona:

«Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar» (1 Pedro 5,8).

«Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales». (Efesios 6,12).

«Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo». (Efesios 6,11).

«Pero el Señor es fiel, y él los fortalecerá y los protegerá del maligno». (2 Tesalonicenses 3,3).

«Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes». (Santiago 4,7).

«Si se enojan, no pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo». (Efesios 4,26-27).

«El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo» (1 Juan 3,8).

«Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!» (Juan 8,44).

«Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir» (1 Corintios 10,13).

«Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con ustedes. (Romanos 16,20).

«Muy bien —le contestó el Señor—. Todas sus posesiones están en tus manos, con la condición de que a él no le pongas la mano encima. Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del Señor» (Job 1,12).

«Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza» (Efesios 6,13).

«No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno» (Juan 17,15).

«Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno» (Mateo 6,13).

«No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y solo por un tiempo, para dedicarse a la oración. No tarden en volver a unirse nuevamente; de lo contrario, pueden caer en tentación de Satanás, por falta de dominio propio» (1 Corintios 7,5).

«Ananías —le reclamó Pedro—, ¿cómo es posible que Satanás haya llenado tu corazón para que le mintieras al Espíritu Santo y te quedaras con parte del dinero que recibiste por el terreno? ¿Acaso no era tuyo antes de venderlo? Y una vez vendido, ¿no estaba el dinero en tu poder? ¿Cómo se te ocurrió hacer esto? ¡No has mentido a los hombres, sino a Dios!» (Hechos 5,3-4).

«Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre» (Lucas 4,1-2).

Nuestra Iglesia Católica ha confirmado y ampliado estas ideas bíblicas a lo largo de los 2000 años de nuestra historia. Si bien debemos ser conscientes de la existencia del diablo y cautelosos en nuestro trato con él, tanto la Biblia como la Iglesia nos enseñan que no debemos tenerle miedo porque nuestro Dios es mucho más poderoso que él, ya que el diablo solo es una criatura, pero debemos estar atentos a sus artimañas, porque engaña fácilmente. Como dijo muy bien San Agustín hace muchos siglos, el diablo es como un perro encadenado que ladra; puede ladrar mucho, pero se mantendrá encadenado, a menos que nosotros lo desencadenemos por nuestras decisiones pecaminosas. Así que, mientras sigamos a Jesús y tratemos de hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas, el diablo no puede dañarnos. Sin embargo, lo que el diablo puede hacernos es que puede tentarnos y tratar de alejarnos de nuestra relación con Dios, que es Amor y Verdad. 

El diablo tiene un sin fin de mentiras que utiliza para seducir y si no estamos atentos podemos caer en la tentación. Él es un mentiroso y por eso llamado el padre de la mentira. Trabaja en nuestras vidas para tentarnos, hacernos caer en el pecado y así alejarnos de Dios, y también en el mundo tratando de engañarnos confundiéndonos. Él quiere que perdamos la fe y que nos alejemos de Dios.

HE aquí algunas de las mentiras que nos quiere hacer creer y ante las que hay que estar muy atentos:

1.-No pasa nada si eso te hace feliz. 

2.-Dios es un sentimiento y no religión, la religión no salva. 

3.-No existen las verdades absolutas. 

4.-El diablo no existe. 

5. Todos somos hijos de Dios 

6.-Todas las religiones llevan a Dios. 

7.- Los dogmas nos unen a la   ignorancia. 

8. -¿Por qué confesarle a un hombre cuando puedes hablar con Dios directamente? 

9.-Es mi cuerpo y yo decido. 

10.- ¿Para qué bautizar al bebé? Espera hasta que haya crecido y que él elija lo que quiere. 

11. -María murió como todas las mujeres. 

12.-El infierno es un invento medieval 

13.- El Purgatorio es un invento de la Iglesia para sacarle el dinero a los fieles. 

14.- ¿Para que ir a misa? Solo hay hipócritas!

15.- ¿Por qué casarse? El amor no tiene compromisos. 

16.-Solo se vive una vez, disfruta la vida antes de arrepentirte. 

17.-No hay manera. Dios nunca te perdonará. 

18.- Tener familia es cosa del pasado. 

19.- ¡No te preocupes! Cuando mueres, termina ahí, no hay nada después. 

Cuidado con el diablo, no conviene jugar con él. Hay que recordar que debemos ser sobrios y vigilantes recordando que la misericordia de Dios es infinita y perdona todo pero, siempre y cuando, se perciba nuestra condición de pecadores. Por eso se dice que Dios ama y salva a los humildes. En cambio, el corrupto no conoce humildad, no se considera necesitado de ayuda, disfraza su vicio con la buena educación, intentando siempre salvar las apariencias. ¡Cuidado con las mentiras y asechanzas del demonio!

Si recurrimos a María santísima, ella nos ayudará a librarnos de las garras del enemigo. Sabemos que dentro de las armas poderosas para vencer al demonio está el Rosario, tal como se lo reveló la Santísima Virgen a Santo Domingo de Guzmán.

Una de las imágenes que más retrata la fuerza de María es en la que aparece ella aplastando la cabeza de la serpiente y que tiene referencia al libro del Génesis (3, 15), cuando Dios dice al enemigo: «enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar».

San Juan Pablo II afirmó que «el Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora».

Ya saben ustedes que yo le tengo gran devoción a san Juan María Vianney, el santo Cura de Ars, así que no puedo dejar de mencionar algo quede él se sabe: En cierta ocasión el Santo Cura de Ars interrogó a un poseso: «¿Te posesionarás tú de nuestro país (Francia)?» –Y él contestó: «No puedo hacerlo porque esa Señora que ustedes llaman Virgen María, se pasea de norte a sur y de occidente a oriente impidiéndome actuar».

Mi otra santita a la que tanto me encomiendo es santa Teresita del niño Jesús. En su vida, como en la de todos los santos, el diablo, con el permiso de Dios, intentó obstaculizar su camino hacia la santidad. Ella misma consideró como obra del demonio la misteriosa enfermedad que la atacó a los nueve años. Del mismo modo, consideró como una tentación diabólica la angustia que sintió en la vigilia de su profesión religiosa, a tal punto que pidió luz a la maestra de las novicias y a la madre superiora.

Su hermana Celina, en la fe sor Genoveva, dio este testimonio de lo que sucedió casi al final de la vida de santa Teresita: «Una mañana, al despertar, la encontré angustiadísima; parecía encontrarse en una lucha violenta y penosa. Me dijo: ‘Esta noche sucedió algo misterioso: Dios me pidió que sufriera por ustedes y acepté; inmediatamente mis sufrimientos se duplicaron. Tú sabes que me duele particularmente el costado derecho; bien: de repente ha empezado a dolerme también el izquierdo y con una intensidad casi insoportable. Entonces entendí la acción tangible del demonio, que no quiere que yo sufra por ustedes. Me estrechó como con una mano de hierro, impidiéndome tener el más mínimo alivio y llevándome a la desesperación. ¡Sufro por ustedes y el demonio no quiere!’».

Finalmente, hago referencia a una carta de mi madre fundadora, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, donde nos invita a vivir en la alegría para alejar así las insidias del enemigo: «Continúen alegres, sencillos, abnegados. No permitan, hijos, que el demonio les quite la alegría, tan peculiar de nuestra congregación. El diablo no puede entrar en un alma espiritualmente alegre. Y, claro, el saber sonreír en toda circunstancia, penosa o alegre, el saber vivir el momento presente con la alegría de los hijos de Dios, con la alegría de las almas consagradas, será ya anticipadamente un paraíso en la tierra» . (Carta del 27 de febrero de 1977).

Que el Señor Jesús venga siempre en nuestro auxilio.

Padre Alfredo.

lunes, 29 de agosto de 2022

«Saber elegir»... Un pequeño pensamiento para hoy


Al empezar a escribir, antes que nada, quiero agradecer las innumerables muestras de cariño en sus felicitaciones que me llegaron de muchas partes de México y del mundo por mi cumpleaños. ¡Dios les pague su caridad y sigan pidiendo por mí por favor! La vida pasa muy de prisa y siempre hay muchas cosas por hacer en nombre de Dios para seguir dejando las huellas de Cristo en este mundo.

La Iglesia celebra hoy el martirio de san Juan Bautista. El evangelio nos narra la escena que ya todos conocemos (Mc 6,17-29) y en la que vemos las diversas actitudes de los personajes que interactúan en tan terrible situación. Yo me fijo ahora en la hija de Herodías —a quien la tradición llama Salomé— porque retrata a muchos de los jóvenes que no saben madurar sus ideas y sus ideales y por lo mismo no saben elegir lo que Dios y el mundo les propone. Si Herodes le dice a la chica: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino», en qué cabeza cabe que la muchacha se conforme con la cabeza de Juan el Bautista en una charola, como le sugiere su mamá.

Siento que hoy es un día muy especial para pedir por nuestros jóvenes. Muchos de ellos, en la difícil época que vivimos, se dejan llevar por malos consejos aún de sus propios padres, que viven sumergidos en la liquidez del mundo en donde reina el egoísmo. Les invito a que encomendemos a los jóvenes tan valiosos y valientes que tenemos en nuestras familias, en nuestras comunidades y parroquias para que sepan elegir bien recurriendo a Dios para ilumine su espíritu. Que la Virgen les ayude a escoger siempre lo mejor y a nosotros nos de la perseverancia. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 28 de agosto de 2022

«Un año más viejillo»... Un pequeño pensamiento para hoy

¿Qué creen?... Este padrecito se hace hoy un año más viejillo. ¡Estoy de cumpleaños! Nada más 61 añitos, y, a pesar de lo achacoso, parece que aquí sigo en manos de Dios para ejercer este maravilloso ministerio como religioso misionero en el orden sacerdotal. El tiempo ha corrido muy de prisa y, aunque durante años, no transcurren ni seis meses para un nuevo análisis, algún estudio del corazón, una visita al gastro o a mi querido amigo el doctor Porfirio... el Señor, por su infinita misericordia me ha regalado llegar a un año más aquí en la tierra en este viaje temporal, mientras se llega el día en que me llame para ir a gozar en el banquete eterno, donde seguiré siendo sacerdote y pediré por todos los que se acuerden de mí. ¡Qué rápido pasa la vida y cómo tomo más conciencia de que hay que aprovechar cada momento, porque nada se repite!

El Evangelio de hoy (Lucas 14,1.7-14) habla de un banquete al que hay muchos invitados. Con gran sencillez, Jesús, utiliza la situación para ponerlo como ejemplo de la vida real. Él nos enseña cuál es el pensar de nuestro Padre Dios. Y nos lo enseña usando nuestro mismo deseo de ser estimados, un deseo legítimo, siempre y cuando no justifique un obrar injusto. El invitado orgulloso del momento, que ocupa un lugar demasiado alto, se ve humillado al tener que descender hasta ocupar el último lugar. Él quería ser tenido en cuenta, por su orgullo es humillado, y considerado como el menor. En cambio, el sencillo, por su virtud, es alabado. El sencillo y humilde no se cree con derechos adquiridos, y por eso se coloca en el último sitio. Cuando llega el anfitrión, lo invita a subir más arriba, a ocupar un puesto importante, y los demás invitados le alaban. ¡Hasta humanamente sale ganando el que se humilla! 

El ejemplo más claro de esto que Jesús nos quiere enseñar lo tenemos en la Santísima Virgen. ¿Quién era esta mujer? Una nazarena sencilla, humilde, una más como cualquier otra mujer de su tiempo. Recibe el anuncio del ángel y no se envanece; sigue siendo «la sierva del Señor», humilde, sencilla y servidora; por eso se pone en camino y va a visitar a su prima Isabel, va a servir. Este obrar sencillo y humilde tiene una característica más, que recalca Jesucristo al final de este pasaje: da sin esperar recibir. El Señor nos dice que por no obrar para conseguir algo a cambio, su Padre nos premiará, y los premios de Dios valen mucho más que los mayores reconocimientos humanos. Pidan por mí para que no busque más que seguir sirviendo el tiempo que Dios quiera tenerme aquí, un segundo más, algunos minutos, unas cuantas horas o algunos años más... Le doy gracias a Dios por el don de la vida y me acojo a sus oraciones. ¡Bendecido domingo en el que la sociedad mexicana, nos celebra a los adultos mayores!

Padre Alfredo.

sábado, 27 de agosto de 2022

«Los talentos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ya he comentado varias veces, que el hecho de compartir mi reflexión personal con muchos de ustedes en esto que llamo «Mi pequeño pensamiento» —y aclaro que no por que sean pocas palabras o pocos renglones, sino porque es mi pequeño granito de arena— nació a raíz de que Esthela, una amiga de muchos años, me insistiera que lo que escribía lo compartiera, porque originalmente mi reflexión escrita iba a dar la basurero de la computadora o al cesto de basura si era en papel. Los años han pasado desde aquel viernes 7 de julio de 2017 en que empecé a escribir de esta manera. ¡Increíblemente han pasado poquito más de 5 años en que todos los días comparto con ustedes lo que tomo de aquí y de allá, lo que encuentro en la vida de cada día o en Internet, lo que me deja alguna reflexión, anécdota o hecho vivido! Escribo a veces tomando comentarios del Evangelio, a veces de alguna de las lecturas de la Misa o como hice en alguno de estos años, del santo de cada día... en fin, aquí sigo y veo que ustedes conmigo también.

Este año he tomado como punto de referencia el Evangelio de cada día en la liturgia de la palabra de la Misa diaria, y hoy me topo con un largo relato de san Mateo (Mt 25,14-30) en la conocida parábola de los talentos, que, en la traducción litúrgica para la Misa estos talentos pasan a ser llamados «millones» tal vez para que haya una mayor comprensión de los escuchas en la celebración. En la parábola, luego de leerla, nos damos cuenta de que el ser fiel en lo poco no es más que fiarse de Aquel que nos encomienda una tarea y arriesgar lo que nos da. En cambio, ser un empleado negligente y holgazán no es más que dejarse atrapar por el miedo, enterrar lo encargado y no poner en juego eso que Dios ha dado para que se multiplique.

Yo creo que hoy puede ser un buen momento para tomar conciencia en unos minutos de esta actitud en cada uno de nosotros. ¿Puedo decir algunos de los «talentos» —millones— que Dios me ha confiado o ni siquiera soy consciente de ellos?, ¿qué cosas concretas tendría que estar poniendo en juego y las estoy ocultando bajo tierra por miedo, por pereza, por no querer fracasar…?, ¿me creo de verdad que tanto bueno como yo tengo no es mérito mío sino más bien regalo de Dios para que lo haga crecer y viva agradecido por ello?… Que María santísima nos ayude a no enterrar lo talentos recibidos, sino a multiplicarlos y a ponerlos a disposición de los demás. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 26 de agosto de 2022

«La parábola de las diez vírgenes»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy tenemos, para nuestra reflexión, una de las parábolas más hermosas parábolas del evangelio. Un relato que nos hace penetrar más profundamente en el corazón de Jesús (Mt 25,1-13). La imagen de los esponsales era tradicional en la Biblia, Jesús, manifiestamente, la tomó a cuenta propia: Dios ama a la humanidad... la humanidad va al encuentro de Dios... el hombre está hecho para la intimidad con Dios... para el intercambio de amor con Él. La parábola es sencilla, pero muy hermosa y significativa. Todas las muchachas esperan al novio, pero únicamente cinco están preparadas. Las otras, no han alimentado la luz que ilumina sus vidas y no alcanzan a ver al esperado que ya llega. Mientras toman las providencias necesarias, el esperado cierra el acceso tras de sí, dejando por puertas las aspiraciones de las descuidadas.

Naturalmente, como pasa siempre con las parábolas, hay detalles exagerados o inusuales, que sirven para subrayar más la enseñanza que Jesús busca. Así, la tardanza del novio hasta medianoche, o la negativa de las jóvenes sensatas a compartir su aceite con las demás, o la idea de que puedan estar abiertas las tiendas a esas horas, o la respuesta tajante del novio, que cierra bruscamente la puerta, contra todas las reglas de la hospitalidad oriental nos quieren decir algo.

El Señor Jesús quiere transmitir esta idea: que todas tenían que haber estado preparadas y despiertas para la llegada del novio. Su venida será imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Que no falte aceite en nuestra lámpara. Es lo que tenían que haber cuidado las jóvenes antes de echarse a dormir. Todos somos invitados a la boda, pero tenemos que llevar aceite. Y como «no sabemos ni el día ni la hora» la vigilancia diaria, hecha de amor y seriedad, nos va preparando para que no falte aceite en nuestra lámpara. Que María Santísima interceda por nosotros para estar listos. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 25 de agosto de 2022

«Velen y estén preparados»... Un pequeño pensamiento para hoy


En estos días, a más tardar el próximo lunes 29 de agosto, los estudiantes de los diversos grados escolares desde los más pequeños de kínder hasta los grandulones que ya van a la universidad, regresan a clases. Incluso nuestra escuela de catequesis «Beata María Inés Teresa» está ya en época de inscripciones para el nuevo curso. Todos los estudiantes empezarán a estudiar desde el principio de curso de la misma manera que los deportistas se esfuerzan desde que empieza la etapa o el campeonato. Aunque no sean inminentes ni el examen final ni la meta definitiva de la competencia deportiva, entendemos que no es de insensatos pensar en el futuro. Es de sabios. Día a día se trabaja el éxito final, se permanece «en vela» de lo que se quiere conseguir. Día a día se vive el futuro y, si se aprovecha el tiempo, se hace posible la alegría final.

Esto es lo que intenta decirnos Cristo en el Evangelio de hoy (Mt 24,42-51). «Velen y estén preparados» dice Jesús. Buena consigna para la Iglesia que es un pueblo peregrino, un pueblo en marcha, que camina hacia la venida última de su Señor y Esposo. Buena consigna para unos buenos cristianos despiertos, que saben de dónde vienen y a dónde van, que no se dejan arrastrar sin más por la corriente del tiempo, de las ideologías o de los acontecimientos, que no se quedan amodorrados por el camino. Estar en vela no significa vivir con temor, ni menos con angustia, pero sí con seriedad haciendo lo que se debe hacer para alcanzar la meta. Porque todos queremos escuchar, al final, las palabras de Jesús: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor».

Cuando menos piensen, los estudiantes que ahora van comenzando el nuevo ciclo escolarán, arribarán al examen final y los deportistas se verán ya em plena competencia para alcanzar la medalla o el trofeo. Así sucede con nosotros los creyentes. «¡Cómo pasan los años! Los meses se reducen a semanas, las semanas a días, los días a horas, y las horas a segundos...» decía San Francisco de Sales. Cada día, cada hora, en cada instante, el Señor está cerca, llama a nuestra puerta y, como dice el Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20). Hemos de ser conscientes de que vamos de camino y tenemos que velar, porque quien viva instalado difícilmente podrá decir que está preparado para el Día del Señor, pues no tan fácilmente podrá decir que estará cumpliendo con su deber. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber ser fieles testigos del Evangelio del Señor en el mundo mientras vamos por aquí de camino al cielo. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 24 de agosto de 2022

«El Apóstol Bartolomé»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy celebramos la fiesta del Apóstol Bartolomé, que también es conocido como Natanael, probablemente porque tenía un apodo o dos nombres. El Evangelio de esta fiesta (Jn 1,45-51) nos presenta la vocación de este Apóstol. El evangelista nos refiere que cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama:  «Este es un verdadero israelita en el que no hay doblez» (Jn 1,47). Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo: «Dichoso el hombre… en cuyo espíritu no hay fraude» (Sal 32, 2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: «¿De qué me conoces?» (Jn 1, 48). La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1, 48). No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Pero es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.

De la actividad del apóstol san Bartolomé no sabemos casi nada, noticias legendarias dicen que evangelizó la región de Armenia, entre el Cáucaso y el mar Caspio, y que allí murió mártir luego de haber convertido a la fe cristiana al rey de los armenios. La de Armenia sigue siendo hasta hoy una importante iglesia cristiana del Cercano Oriente. Otras tradiciones nos lo presentan evangelizando en la India. Aparece en las listas apostólicas (Mt 10,3; Mc 3,18; Lc 6,14; Hch 1,13) en tres casos después del nombre de Felipe. Esta es la razón por la que se llegó a identificarlo con el Natanael del Evangelio de san Juan (1,45; 21,2), presentado a Jesús por Felipe y natural de Caná de Galilea.

La memoria de san Bartolomé, o Natanael —como le queramos decir— y la memoria de los demás apóstoles nos habla de nuestra propia vocación. También nosotros fuimos llamados por Cristo, alguien nos lo presentó o nos introdujo en su presencia, o simplemente fuimos llamados escuchando en el corazón la voz del Señor que nos dijo: «sígueme». Y a nosotros también, como a cada uno de los apóstoles, nos ha sido confiada una misión en la Iglesia. Según nuestras capacidades, según nuestras responsabilidades. No podemos dejar que nuestra vocación se duerma inactiva en cualquier rincón de nuestra vida. Confesemos a Jesús como lo hicieron los Apóstoles, y abracémonos a nuestra responsabilidad de testimoniar y anunciar el mensaje cristiano. Pidamos a María Santísima que ella nos ayude. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 23 de agosto de 2022

«La ley, las cosas pequeñas y las grandes»... Un pequeño pensamiento para hoy


Muchas veces, para poder captar lo que el Evangelio nos quiere decir para nuestra reflexión, hay que ir al contexto del tiempo en que vivía Jesús. Muchas veces hemos oído hablar de los fariseos, que eran hombres que pertenecían a un grupo religioso judío de aquella época que se caracterizaban por observar escrupulosamente y con cierta afectación los preceptos de la Ley mosaica; en general, se interesaban más por la manifestación externa de esos preceptos que por seguir el espíritu de la Ley.

Los fariseos, como nos dice el Evangelio de hoy (Mt 23-26) eran escrupulosamente minuciosos en algunas bagatelas y contrastando con esto tenían en cambio la manga muy ancha para otros asuntos de mucha más importancia. Jesús, con la actitud que en este trozo de la Escritura toma contra ellos, nos recuerda las grandes exigencias de todos los tiempos: la justicia, la misericordia, la fidelidad. La Ley preveía que cada agricultor debía ofrecer al Templo el «décimo» —el diezmo— de la cosecha. Los fariseos lo habían encarecido al aplicar esta regla incluso a las hierbas que se emplean como condimento: la menta, el anís, el comino... ¡Imagínense ustedes a las amas de casa separando de cada diez un ramito de cilantro para la colecta del Templo!  En la vida hay cosas de poca importancia, a las que, coherentemente, hay que dar poca importancia. Y otras mucho más trascendentes, a las que vale la pena que les prestemos más atención. 

Hay que preguntarnos: ¿De qué nos examinamos al final del día, o cuando preparamos una confesión, vemos solamente actos concretos, más o menos pequeños, olvidando las actitudes interiores que están en su raíz: la caridad, la honradez o la misericordia? A cada cosa hay que darle la importancia que tiene, ni más ni menos. Es importante cumplir la ley, pero este cumplimiento no es un cumplimiento irracional, sino que debe llevarnos a lo que inspiró al legislador, que es amar y tener misericordia de los demás reconociendo que el único legislador y juez es Dios. Busquemos vivir la Ley como seguramente la vivieron María y los santos. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 22 de agosto de 2022

«En la "Expo tu parroquia"»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ayer domingo tuvimos en la parroquia una actividad muy bonita que nos ayudó mucho a unirnos más como comunidad y a darnos a conocer. Vivimos la exposición: «EXPO TU PARROQUIA», en la cual participamos los sacerdotes y los integrantes de todos los grupos parroquiales de nuestra comunidad que son alrededor de 40 y que abarcan todas las etapas de la vida, desde los niños pequeñitos hasta las personas de avanzada edad, o como me dijo una viejecita muy simpática: ¡Aquí estamos las de horas extra!

La verdad fue una experiencia que, además de dar a conocer a los parroquianos los diversos grupos y el sin fin de actividades que en una comunidad parroquial se pueden tener, nos hizo interactuar a todos y nos ayudó a darnos cuenta de la gran riqueza que la parroquia de Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás porta para el mundo en cada uno de estos grupos. ¡Quedamos mucho más que contentos, además de cansados y acalorados por las altas temperaturas! Pero, que gusto poder compartir a muchos la alegría del Evangelio que se experimenta en el vivir para el Señor. ¡Felicidades a todos los participantes y mil gracias al padre Luis y al equipo de Pastoral Juvenil organizador de este evento! Sigamos construyendo cada día nuestra comunidad parroquial.

Ahora, un día después, Jesús nos pone en el Evangelio (Mt 23,13-22) algo que nos viene muy bien luego de haber expuesto lo que somos y lo que hacemos como parroquia. Dice Jesús: «¡Ay de los que viven como guías ciegos y torpes, atados a mil historias que no promueven la vida, que nos menguan y atrofian poco a poco, y que, además, impiden a otros la entrada en el Reino de los Cielos!» ¡Qué compromiso tan grande tenemos todos los que estamos en la Iglesia de una forma más directa como coordinadores, jefes o responsables de un grupo, de un movimiento o de una comunidad! No podemos ser guías ciegos sino gente responsable que sabe a dónde va guiando a los suyos. Pidamos a la Virgen que ella nos contagie del gozo de seguir y servir a su Hijo Jesús y a los hermanos. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 21 de agosto de 2022

«La puerta estrecha»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de la liturgia de la palabra del día de hoy (Lc 13,22-30) centra mi atención para reflexionar en unas pocas palabras contenidas dentro de todo lo que nos dice: «Esfuércense en entrar por la puerta que es angosta». Sé que el Señor se refiere a la puerta para entrar en el Reino de los Cielos y sé también que muchos dirán que es una exageración. Y es que, definitivamente, vivimos en una sociedad que si de algo no quiere saber, es de puertas estrechas, porque muchos quieren un mundo en el que todo se alcance con el menor esfuerzo. Ciertamente que la salvación, la vida, la felicidad, es un puro regalo de Dios, es amor desinteresado, a cambio de nada. Pero, como vemos en la vida de los santos y de los beatos, el cielo se lo han ganado en el esfuerzo diario de cada día para corresponder a la gratuidad de Dios.

Algunas corrientes ideológicas actuales defienden la plena espontaneidad del hombre: el ser humano sólo tiene que vivir; que haga lo que él quiera sin trabas ni límites. La exigencia, —dicen algunos— puede crear traumas irreparables, alguna experiencia dolorosa. Simplemente que cada quien haga lo que le pegue en gana. Sin embargo, la misma realidad diaria nos demuestra que estas teorías no tienen un fundamento fuerte ni una base científica. Por poner un ejemplo veamos el mundo laboral: el que progresa es el que trabaja, el que se esfuerza. O vamos al mundo de las competencias deportivas donde una medalla cuesta años y meses de un trabajo intenso y de un esfuerzo constante. El éxito no se regala de a grapa —como dicen los jóvenes—, sino que se consigue a base de trabajo, esfuerzo, lucha. Por eso entiendo que el Señor dice: «Esfuércense».

Me es fácil entender el «esfuerzo» del que habla Jesús, porque el Reino de los Cielos, que se empieza a construir aquí en la tierra, lo construimos nosotros cooperando con esfuerzo en la obra que Dios realiza por su gracia. Su salvación nos es ofrecida a todos por igual, pero depende de nosotros si queremos entrar por la puerta estrecha que nos conduce a ella. Dios no nos ha creado para que estemos de brazos cruzados esperando que él deje caer la comida en nuestra boca; nos ha creado para que desarrollemos nuestras capacidades, para que trabajemos y nos trabajemos. Por eso hoy Jesús nos espolea, nos estimula a ponernos en camino. Sin ese estímulo muchos se quedarían de brazos cruzados. Que María santísima nos ayude a «esforzarnos» practicando las obras de misericordia para entrar por la puerta del Reino, que es estrecha. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 20 de agosto de 2022

«No podemos ser solamente teóricos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los escribas y fariseos, en el tiempo de Cristo, eran personas muy preparadas, muy estudiadas, que se defendían como buenos disertadores. La cosa es que eran solamente teóricos. Su ideal era válido, por supuesto, pero no lo ponían realmente en práctica en su vida. Había una gran distancia entre lo que decían y lo que hacían. Eso es lo que Jesús denuncia en el Evangelio de hoy (Mt 23,1-12) y que nos viene bien meditar.

Contrastando con esta actitud de los escribas y fariseos está el estilo que enseña Jesús a los suyos. El Señor quiere que seamos como árboles que no sólo presenten una apariencia hermosa, sino que demos frutos. Que no sólo «digamos», sino que «cumplamos la voluntad de Dios». Exactamente como él, que predicaba lo que ya cumplía. 

Actualmente enfrentamos un reto similar al que enfrentó Jesús: hay quienes guían a la comunidad, movimiento o grupo parroquial, pero que, en verdad, están lejos de vivir lo que enseñan. No debemos olvidar nunca que el maestro, la doctrina y la autoridad siguen siendo Jesucristo y su Evangelio. A la luz de Él y de su Palabra, con la ayuda de María santísima, la comunidad ha de discernir el verdadero camino de vida. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 19 de agosto de 2022

«Con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el tiempo de Jesús, los judíos contaban, para regirse en el aspecto religioso, con 365 leyes negativas y 248 positivas. Estas leyes eran más que suficiente para desorientar a las personas de mejor buena voluntad, a la hora de centrarse en lo esencial. Para ponerlo a prueba, uno de los doctores de la ley le preguntó que cuál era el mandamiento más importante. Jesús le brindó, con sencillez, una respuesta muy clara: el mandamiento principal es amar. Amar a Dios —lo cita del libro del Deuteronomio: Dt 6— y amar al prójimo «como a ti mismo» —cuestión que estaba ya en el Levítico: Lv 19). Lo que hizo Jesús fue unir los dos mandamientos y relacionarlos: «En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas».

Al colocar estos dos mandamientos como el eje de toda la Escritura, Jesús pone en primer lugar la actitud filial con respecto a Dios y la solidaridad interhumana como los fundamentos de toda la vida religiosa. Incluso, la adecuada interpretación de la Escritura —La Ley y los Profetas— depende de que sean comprendidos y asumidos estos dos imperativos éticos. Nosotros vivimos hoy en una sociedad que tiene muchas más normas que el pueblo judío, incluso nuestras iglesias tienen extensas legislaciones, basta ver el Código de Derecho Canónico. Sin embargo, Jesús nos propone que superemos nuestra mentalidad legalista o nuestra actitud infractora. La ley, aunque oriente algunos comportamientos, no puede ser la guía en la vida de las personas. La única guía es el Espíritu de amor que nos permite vivir en paz con Dios y en justicia con nuestros hermanos.

En los santos y beatos que conocemos, vemos cómo el amor a Dios, que han sabido ellos manifestarle de muchas maneras, les otorga una gran iniciativa a la hora de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente. Desde allí perfilan sus vidas para ayudar al prójimo. Pidámosle hoy a la Virgen Santísima que nos llene del deseo de sorprender a Nuestro Señor con obras y palabras de afecto amándolo a Él y amando a nuestros hermanos. Así, nuestro corazón será capaz de descubrir cómo sorprender con algún detalle simpático a los que viven y trabajan a nuestro lado, y no solamente en los días señalados, que eso lo sabe hacer cualquiera. Sí ¡Sorprender! Sorprender con un saludo, con una llamada, con un mensaje de WhatsApp... Así podemos vivir una forma práctica de pensar menos en nosotros mismos y más en Dios y en los hermanos. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 18 de agosto de 2022

«Todos somos invitados»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy, debido a la proliferación de diversas ideologías que se entremezclan, muchas personas no saben ya cuál es el objetivo de su vida: ¿a dónde vamos? ¿por qué hemos nacido? ¿qué sentido tiene nuestra vida? Jesús siempre tiene la respuesta, pero no todos le buscan. Él tiene la respuesta: están hechos para la «unión con Dios» por mí. Y es que el objetivo del hombre, su desarrollo total, es la «relación con Dios»: ¡amar, y ser amado! Dios nos ama. Y cada uno está invitado a responder a ese amor. Y todos los amores verdaderos de la tierra son el anuncio, la imagen, la preparación y el signo de ese amor misterioso y, a la vez, portador de una mayor plenitud.

El Evangelio de hoy (Mt 22,1-14) es sumamente interesante y muy iluminador para captar mejor esto. Dios está siempre en busca de todos para celebrar el banquete de las bodas eternas, pero muchos no responden, están despistados y son atraídos por un sin fin de intereses mundanos que los apartan de Él. La Iglesia, comunidad abigarrada, es una mezcla de toda clase de razas y de condiciones sociales, es un pueblo de puros y de santos, una gran cantidad de malos y de pecadores, es cizaña y buen grano... ¡Dios quiere salvar a todos los hombres. Dios nos invita a todos! Pero hay que llevar el «traje de boda» para no ser echado a las tinieblas de fuera.

Los que somos invitados a la fiesta del banquete -a la hora primera o a la undécima, es igual- debemos «revestirnos de Cristo» (Ga 3,27), «despojarnos del hombre viejo, con sus obras, y revestirnos del hombre nuevo» (Col 3,10). Necesitamos modificar nuestra mentalidad, tener un corazón humilde, sencillo, misericordioso. De lo contrario o nos comportamos como los primeros invitados o como el invitado que no llevó vestido de fiesta. Roguemos al Señor, por intercesión de la Virgen Santísima, que estemos bien preparados para participar aquí en la tierra en el banquete eucarístico y en el cielo en el banquete de las bodas eternas. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

miércoles, 17 de agosto de 2022

«Invitados a trabajar en la viña del Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelista san Mateo es el único que relata la parábola de los obreros contratados para trabajar en la viña (Mt 20,1-16). La parábola —ya lo sabemos—, es un género literario en el que hay que buscar una lección central. El resto de los detalles está allí para ceñir el relato, forzar la atención, interesar. Lo importante de esta parábola es captar la enseñanza que Jesús nos quiere dar:

Dios ama a los hombres prioritariamente, y los ama y quiere introducirlos en su propia felicidad. Dios reparte sus beneficios a todos y llama sin parar. Dios tiene una generosidad y bondad que no está limitada por nuestros méritos, sino que da con largueza, sin calcular. Finalmente, Dios aparta a cualquiera que pretendiera tener derechos y privilegios impidiendo a los demás a aprovecharse. Todos tienen derecho a participar en la obra del Reino. Y este derecho no nace de nuestra generosidad, sino que es algo que Dios mismo ha dado. 

Si Dios ha llamado a muchos a su obra, nosotros no somos quiénes para cerrar la puerta. Debemos reconocer la acción del Espíritu y permitir que en la comunidad todos participen por igual. ¿Hay muchas maneras de trabajar en la viña del Señor? Desde luego: la oración, el consejo acertado, la ayuda económica, el pertenecer a un grupo parroquial, etc. Hay que echarle un poco de imaginación, y seguro que encontraremos un apostolado que nos venga a la medida. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de ser agradecidos porque el Señor nos ha llamado a su viña. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 16 de agosto de 2022

«Libres de las ataduras del tener»... Un pequeño pensamiento para hoy


El tema del trozo evangélico de hoy es el de las riquezas (Mt 19,23-30). Un tema que crea siempre controversia en muchos ambientes eclesiales y de fuera, porque todo lo que toca el tema del dinero es siempre delicado. El ver pasajes evangélicos como el de este día nos debe llevar a ver que Jesús nos enseña que no es bueno para nada el hacerse esclavo del dinero y en general de lo que ata nuestra libertad para seguirle. Ciertamente que dentro y fuera de la Iglesia hay gente de mucho dinero que es bastante buena y generosa porque son libres y no idolatran el dinero, sino que lo utilizan bien y lo comparten. Son muchos los ricos que han ayudado a construir Templos y a sostener misiones en la Iglesia.

Jesús insiste en que el reino exige una entrega total (cf. Mt 13,44s), cuestión que no puede ser frenada por nada. Tenemos en este evangelio el célebre proverbio del camello y la aguja; una comparación casi absurda. El proverbio, como tal, habla no de dificultad sino de imposibilidad. Un camello cargado encontraría bastante dificultad en entrar por la puerta de la ciudad —el «ojo de la aguja» era el nombre de una puerta estrecha que daba acceso a la ciudad. Ya he hablado de ello en otras ocasiones—. La enseñanza que llega hasta nosotros y nos invita a seguir es que para entrar en el reino, hay que estar libre de las cargas de los tesoros terrenos. 

Ciertamente que el ser humano, por sí mismo, se encuentra tan imposibilitado frente a la salvación si se hace esclavo de los bienes materiales, sobre todo del dinero. La única posibilidad frente al reino nos la da el poder de Dios y su acción salvadora. El apego al dinero y las riquezas, la ambición de dinero, de poder y de dominio sobre los demás, es un factor que no se aviene con el desprendimiento que libera al espíritu; el dinero no cierra las puertas del cielo y del amor, pero la idolatría o apego al mismo sí las cierra. Por eso, a quien es libre de tal esclavitud se le promete el ciento por uno. Que María santísima nos ayude a vivir en libertad. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

domingo, 14 de agosto de 2022

«La asunción de la santísima Virgen María»... Un pequeño pensamiento para hoy


Este día 15 celebramos en la Iglesia una de las fiestas más queridas en honor de la santísima Virgen María. Celebramos su asunción a los cielos en cuerpo y alma, es decir, los misterios del final de su vida y el regalo de ser llevada, por la gracia de Dios, al cielo. Esto es algo que la asocia como compañera inseparable de su Hijo eterno en la vida eterna. María, que es nuestra Madre, es también nuestra representante, nuestra primera hermana, la primera de los redimidos que ha llegado al cielo.

María, elevada al cielo, como afirmó san Juan Pablo II el 15 de agosto de 1999, indica el camino hacia Dios, el camino del cielo, el camino de la vida. Lo muestra a sus hijos bautizados en Cristo y a todos los hombres de buena voluntad. Lo abre, sobre todo, a los humildes y a los pobres, predilectos de la misericordia divina. A las personas y a las naciones, la Reina del mundo les revela la fuerza del amor de Dios, cuyos designios dispersan a los de los soberbios, derriban a los potentados y exaltan a los humildes, colman de bienes a los hambrientos y despiden a los ricos sin nada.

El evangelio de la misa del día de hoy (Lc 1,39-56) nos invita a ver muy de cerca la figura de la Virgen en el canto del Magníficat, cuando ella, llena del Espíritu Santo exulta de gozo y dice: «Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava...». Este es el mismo canto que podemos pensar que entona María en su asunción a los cielos. Cantemos cada día el Magníficat, con su fuerza consoladora y su fuerza profética, juntando nuestra voz a la de toda la Iglesia, movidos por la esperanza de llegar, cuando termine nuestra carrera en la tierra, allí donde ella ya ha llegado. ¡Bendecida fiesta de la asunción de la santísima Virgen María!

Padre Alfredo.

«No he venido a traer la paz sino la guerra»... Un pequeño pensamiento para hoy


El ser fieles al evangelio de Jesús en medio de la sociedad en que vivimos, muchas veces nos produce conflictos. Estamos en medio de un mundo que tiene una longitud de onda distinta de la del discípulo–misionero de Cristo, un mundo que aprecia otros valores, un mundo que razona con una mentalidad que no es necesariamente la de nuestro Señor Jesús. Y muchas veces, ante nuestras propuestas, que son las de Cristo, reacciona con indiferencia, hostilidad, burla o incluso con una persecución más o menos solapada ante nuestra fe. Tener fe hoy, y vivir de acuerdo con ella, es una opción seria.

No se puede compaginar alegremente el mensaje de Cristo con el de este mundo porque no se puede «servir a dos señores» (Mt 6/,24; Lc 16,13). La visión del mundo que Jesús nos va ofreciendo en las páginas de su evangelio tiene muchas veces puntos contradictorios con la visión humana de las cosas. Ser cristiano es optar por la mentalidad de Cristo aunque eso produzca guerra, como dice Jesús en el evangelio de este domingo (Lc 12,49-53). El evangelio es un programa de vida para fuertes y valientes. No nos exigirá siempre heroísmo —aunque sigue habiendo mártires también en nuestro tiempo, como lo estamos viendo ahora en Nicaragua—, pero sí nos exigirá siempre coherencia en la vida de cada día, tanto en el terreno personal como en el familiar o sociopolítico.

El mismo Cristo, que luego diría: «mi paz les dejo, mi paz les doy», No ha venido a traer paz, sino guerra, porque nos asegura que esa paz suya debe ser distinta de la que ofrece el mundo y eso traerá guerra con quienes sean partidarios del mal, del egoísmo, del pecado. El Señor nos asegura que ha venido a prender fuego en el mundo: quiere transformar, cambiar, remover. Y nos avisa que esto va a dividir a la humanidad: unos le van a seguir, y otros, no. Y eso dentro de una misma familia. Cristo —ya lo anunció el anciano Simeón a Marías santísima— se convierte en signo de contradicción y en algunas ocasiones nosotros también. Que la Virgen interceda por nosotros y seamos valientes para vivir la fe. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 13 de agosto de 2022

«Dejar que los niños se acerquen a Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


El rito de la imposición de las manos y la bendición de los niños era común en la época y se ha transmitido hasta nuestros días. En los tiempos de Jesús entre nosotros lo hacían los padres, pero se pedía también la bendición de los rabinos famosos. Yo me acuerdo que recién llegado a Ciudad de México, algunas personas de la parroquia me pedían que «rezara el Evangelio a los niños», cosa que pregunté que qué significaba y los sacerdotes oriundos me decían que es una bendición que se da a los niños, pero la gente dice así: «rezarles el Evangelio».

En el Evangelio de hoy (Mt 19,13-15) acuden a Jesús alguna gente con sus niños, para que los bendiga, teniendo en cuenta la fama que el joven rabino de Galilea había adquirido con su enseñanza y los milagros que realizaba. A todo ello se unía la fama de Jesús como persona de oración. Era maestro de oración y, según nos dicen los evangelistas, acudía a ella con frecuencia (Mt 14,23). Para muchos rabinos y sus seguidores, los niños no eran considerados seres significativos en la sociedad y por eso los apóstoles regañaron a la gente que le acercó a Jesús sus niños. Jesús les hace ver que los niños tienen su lugar y su misión. Con esto incluye y privilegia dentro de la comunidad a los marginados, despreciados, desconocidos y excluidos de la convivencia humana. ¡De éstos es el Reino de los cielos!

La Iglesia en general y nuestras asambleas litúrgicas no deben excluir a nadie pues la Iglesia perdería su característica de católica, de universalidad de salvación. «Estos pequeños» están y deben estar al centro de la familia, de la Iglesia y de la sociedad. Se les debe respeto, justicia, cuidado y amor pues tienen dignidad como personas. Quien acoge a uno de estos pequeños acoge a Jesús. ¡Ay de aquél que le impida a los otros ir a Jesús! Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber dar su lugar a los niños que, de alguna manera, son el futuro de nuestras comunidades eclesiales. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 12 de agosto de 2022

«La indisolubilidad del matrimonio y el celibato»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy el Evangelio toca el tema de la indisolubilidad del matrimonio (Mt 19,3-12). Un tema que en nuestra sociedad actual no es apreciado por muchos. Cada día son menos los que se casan por la Iglesia. Lo más ordinario en mucha gente de hoy es que simplemente se vayan a vivir juntos sin hacer un compromiso de fidelidad. Sin embargo, puedo afirmar que tengo amigos con pocos años de casados, como Brenda y Christian que, con sus dos hijitos, dan una hermosa y valiosa muestra de que vale la pena vivir bajo la bendición de Dios en el matrimonio. Y como ellos puedo hablar de Javier y Ludmila, Adriana y Mauro, Rodrigo y Érika y otros más que me contagian de su alegría matrimonial.

Jesús, en este pasaje, reafirma la indisolubilidad del matrimonio, recordando el plan de Dios: «ya no son dos, sino una sola carne: así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». Al mismo tiempo, negando el divorcio, Jesús restablece la dignidad de la mujer, que no puede ser tratada, como lo era en aquel tiempo, con esa visión tan machista e interesada. Cristo toma en serio la relación sexual, el matrimonio y la dignidad de la mujer. No con los planteamientos superficiales de su tiempo y de ahora, buscando meramente una satisfacción que puede ser pasajera. 

Leyendo el pasaje completo, nos queda muy claro que Dios llama a cada uno a un estado de vida que debe ser siempre fecundo, portador de vida. Pero esta escena también hace mención de quien vive célibe y, quien permanece célibe por el Reino de los cielos, lo entrega todo para colaborar en el engendramiento de los hijos de Dios, por quienes velará y luchará como lo hacen los padres con sus hijos. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre que cuide de nuestra vocación específica y que proteja en especial a los matrimonios y consagrados jóvenes para que perseveren. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 11 de agosto de 2022

«El perdón»... Un pequeño pensamiento para hoy


El tema del perdón es siempre un tema de actualidad para el hombre y la mujer de fe, porque, como todos sabemos, el perdonar no es algo optativo para los cristianos; es una orden. En el Evangelio Jesús nos enseñó a orar y toca el tema del perdón: «Perdona nuestras deudas como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mt 6,12). Él dejó claro que la oferta de perdón de Dios es inseparable de nuestra disposición a perdonar a los demás.

En el Evangelio de hoy (Mt 18,21-19,1) los seguidores más cercanos de Cristo están preocupados por los límites de la actitud fraterna en torno al perdón. Pedro parece espléndido y propone un número elevado de oportunidades de perdón, considerando que ésta es una actitud noble. Jesús le corrige su perspectiva legalista. En lugar de un siete, es mejor setenta veces siete, o sea... ¡siempre!

No saber perdonar es una terrible desgracia. Jesús pone el ejemplo en la parábola de hoy que conviene repasar para no perder hoy la ocasión para reflexionar sobre nuestra deslealtad para con Dios y los hombres. ¡Quien vive en el amor sabe y quiere perdonar! ¡Quien no perdona es que no ama! Para obrar con Dios, debemos vivir en actitud constante de perdón; el amor ha de estar por encima de las ofensas. Pidamos la intercesión de María Santísima para perdonar siempre. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 10 de agosto de 2022

«Si el grano de trigo no muere»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy el evangelio continuado que estamos leyendo en la misa diaria, que es de san Mateo, hace un alto para darle paso a san Juan en el capítulo 12 (Jn 12,24-26) porque la Iglesia celebra la fiesta del diácono y mártir san Lorenzo, el diácono que fue martirizado el 10 de agosto del año 258. El relato que se tiene sobre su vida nos dice que después de distribuir a los pobres los bienes de la comunidad cristiana, en medio de una persecución religiosa, sufrió el martirio del fuego sobre una parrilla, convirtiéndose en el más célebre de los mártires romanos y es el patrono de los diáconos, a quienes recordamos en este día y pedimos por su perseverancia y fidelidad a la Iglesia.

Jesús nos ilumina con una gran enseñanza, anticipándonos su muerte en la cruz. Él hace referencia al grano de trigo que debe morir para dar fruto abundante, también nos dice que hay que perder la vida para conservarla para la vida eterna y nos dice que donde está Él, debe estar el discípulo–misionero que quiera seguirle. Perder la vida como el grano de trigo es el camino del Maestro y, por lo tanto, también es el camino de su seguidor o seguidora. Este es el camino que escogió san Lorenzo, seguir a Jesús entregando su vida por Él en el fuego de la parrilla. 

El que entrega su vida por los demás, ama de verdad, se olvida de su propio interés y de su propia seguridad y lucha por una vida digna y libre para todos. El martirio de san Lorenzo, como vemos, sucedió en los orígenes de la Iglesia, pero siempre los mejores cristianos han dado su vida por los demás siguiendo el ejemplo de Jesús. Ahora nos toca a nosotros y nos podemos preguntar cada uno de nosotros: ¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar por Cristo? Que la santísima Virgen nos alcance del Señor la valentía para, si es preciso, dar la vida anunciando el Reino de su Hijo Jesús. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 9 de agosto de 2022

«Como niños»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de este martes (Mt 18, 1-5.10.12-14) empieza con una pregunta que los discípulos le hacen a Jesús: «¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?» Y Jesús para responder llamó a un niño y lo puso en el centro para decirles que el que se haga como un niño es el que entrará triunfante en el Reino de los Cielos. Es que para Jesús hacerse como niños es cambiar de actitud, convertirse, ser sencillos de corazón, abiertos, no demasiado calculadores, ni llenos de sí mismos, sino convencidos de que no podemos nada por nuestras solas fuerzas y necesitamos de Dios. 

Sí, por insignificantes que nos veamos a nosotros mismos, somos alguien ante los ojos de Dios. Por insignificantes que veamos a alguna persona de las que nos rodean, tiene toda la dignidad de hijo de Dios y debe revestir importancia a nuestros ojos: «Su Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños». Para ser discípulo–misionero de Cristo hay que hacerse como niños. Para esto es necesario cambiar de mentalidad, abandonar todas las ínfulas de grandeza y servir a la comunidad desde la más profunda humildad. 

El cambio de mentalidad es todo un reto. Hoy estamos bien influenciados por medios de información que nos llenan la cabeza de prejuicios racistas, sexistas, y de modelos estereotipados. Debemos tener una conciencia crítica ante esto y transformar nuestra mentalidad para que sea conforme al evangelio con sencillez, sin tantas complicaciones como marca la sociedad y sus ideologías. No podemos caer en el juego del afán de éxito y lucro olvidando la sencillez y el servicio que nos pide Jesús cada día. Jesús quiere que siendo como niños transformemos este mundo en el que la llave del reino que propone está en manos del dinero, del poder, de la ambición, y, en cambio. Con el auxilio de María santísima busquemos establecer el Reino de Cristo en la práctica del amor, de la generosidad, del servicio, de la caridad, de la pureza de corazón. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 8 de agosto de 2022

«Obligaciones»... Un pequeño pensamiento para hoy


Todos estos días pasados, desde el jueves 4 hasta hoy, he estado recibiendo cientos de felicitaciones en vivo, en llamadas de teléfono, en Facebook, en WhatsApp y en otras redes por mi aniversario de ordenación sacerdotal. Agradezco de todo corazón a quienes me han felicitado y me han hecho grandes regalos... soy consciente de que todo esto es por la gracia de seguirle sirviendo al Señor después de 33 años de haber dado el «sí» al Señor que me hizo sacerdote para siempre. Como les he dicho a todos, el tiempo ha pasado muy rápidamente y he vivido con ese don ya más de la mitad de mi vida, pues el próximo día 28 cumpliré 61 años de edad. Ha sido un gusto, gracias a las maravillas de las redes sociales que tenemos actualmente, reecontrarme con gente que hacía tiempo no tenía contacto. ¡Gracias, mil gracias a todos y sigamos orando para que el Señor dé sacerdotes a su Iglesia, pues son pocas las vocaciones en nuestro tiempo! Queremos sacerdotes y religiosos para las comunidades cristianas. Queremos, pues, que se reconozcan y supriman las causas que están produciendo la actual escasez de vocaciones y que vuelvan a ser numerosas l. Nosotros lo queremos. Y nos atrevemos a quererlo porque estamos convencidos de que lo quiere Dios.

San Juan Pablo II, en el año 2002 decía: «¡Qué vocación tan maravillosa la nuestra, mis queridos Hermanos sacerdotes! Verdaderamente podemos repetir con el Salmista: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre» (Sal 116, 12-13)». Por eso, aunque el día 4 fue mi aniversario... ¡yo sigo celebrando! Y celebro, fíjense ustedes bien, la fidelidad del Señor hacia mí, pues a pesar de mi miseria Él no me ha dejado nunca y ha permitido que lo haga presente en cada Misa, que reconcilie con Dios a muchas almas, que dé la entrada a la Iglesia a tantos bautizados, que conforte con el sacramento de la unción a muchos enfermos, que escuche y aliente a quienes necesitan una palabra para seguir adelante, que imparta cursos de Ejercicios espirituales a otros hermanos sacerdotes, religiosos, consagradas y laicos, que acompañe a las familias orando por sus difuntos... no termino nunca de agradecer. ¡Volvería a ser sacerdote como lo he sido hasta hoy!

Voy, por fin, en este último párrafo de los tres que cada día suelo escribir, al Evangelio de hoy (Mt 17,22-27) para comentarlo un poco. La cuestión me hace pensar en la importancia que le damos al diezmo. Desde tiempos de Nehemías era costumbre que los israelitas mayores de veinte años pagaran, cada año, una pequeña ayuda para el mantenimiento del Templo de Jerusalén: dos dracmas —en moneda griega— o dos denarios —en moneda romana—. Era un impuesto que no tenía nada que ver con los otros impuestos que tenían que pagar al imperio dominante. Nuestro señor pagaba cada año este diezmo a favor del Templo, como afirma en seguida Pedro. Cumple las obligaciones del buen ciudadano y del creyente judío para no dar motivos de escándalo y crítica. En otras cosas no tiene tanto interés en no escandalizar —el sábado, el ayuno—. Pero no se podrá decir que apareciera interesado en cuestión de dinero. Nosotros tenemos ahora el diezmo que es voluntario y que se entrega a la Iglesia cada año. Ya sé que muchos, por la vocación de servicio, damos mucho a la Iglesia, pero... ¿cumplimos como Jesús con nuestras obligaciones? Que la Virgen Santísima nos ayude. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 7 de agosto de 2022

«Vivir en esperanza vigilante y activa»... Un pequeño pensamiento para hoy


Todo discípulo–misionero de Jesús sabe que no está en la vida para ganar dinero. El seguidor de Jesús sabe también que camina hacia el encuentro claro y pleno con el Padre. Si el discípulo–misionero de Jesús no está en la vida para ganar dinero, ello se debe a que está en la vida para hacer vida los valores del reino que el Maestro va presentando. A su vez, mientras pasa por este mundo, el seguidor de Jesús sabe que su vida tiene perspectiva de futuro, un futuro que arranca del presente del Padre que nos ama entrañablemente y que todo lo que posee en este mundo es solamente para usarse en este mundo. Cuando el Señor nos llame, no nos llevaremos ningún bien terrenal ni el dinero que poseamos.

El evangelio de hoy nos recuerda que en medio de una sociedad que parece muy contenta con los valores materiales que tiene, el cristiano es invitado a vivir en esperanza vigilante y activa (Lc 12,32-48). Vigilar con las lámparas encendidas para el encuentro con el Señor —que puede suceder en cualquier momento—, significa tener la mirada puesta en los «bienes de arriba»; no dejarse encandilar por los atractivos de este mundo, que es camino y no meta. Debemos tener conciencia de que nuestro paso por este mundo, aunque sea serio y nos comprometa al trabajo, no es lo definitivo en nuestra vida. Vigilar es vivir despiertos, en tensión. No con angustia, pero sí con seriedad, dando importancia a lo que la tiene a cada momento.

Humanamente pensamos en nuestro futuro y en el de nuestra familia, en el de nuestra comunidad, hacemos planes, prevenimos los posibles males, nos proveemos de los mejores mecanismos anti-robo: pero... ¿vivimos despiertos también en nuestra fe?, ¿trabajamos por crecer en la vida cristiana, pensando en el futuro?, ¿pensamos que también nos puedan robar esa fe, o que nos pedirán cuentas de ella? Vigilar significa no distraerse, no amodorrarse, no «instalarse», satisfechos con lo ya conseguido. Como digo, en medio de una sociedad que parece estar muy contenta con los valores que tiene, somos invitados a vivir en esperanza vigilante y activa. Pidamos a María santísima que interceda por nosotros para que comprendamos que, en este mundo material... vamos de paso. ¡Bendecido domingo, día del Señor!

Padre Alfredo.

sábado, 6 de agosto de 2022

«La Transfiguración en el Monte Tabor»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el año 2018, durante un curso de renovación sacerdotal en Jerusalén, tuve ocasión de celebrar la Santa Misa en el Monte Tabor, lugar en donde aconteció la Transfiguración del Señor, cuya fiesta celebra la Iglesia de hoy y cuya escena nos narra el evangelio de este día (Lc 9,28-36). Ir a este trozo del evangelio nos hace recordar aquel momento glorioso en que tres discípulos tuvieron ocasión de ver al Señor resplandeciente, momento que ellos ya nunca más olvidarían. San Pedro, ya muy anciano, así lo recuerda en la segunda carta: «Esta voz traída del cielo la oímos nosotros estando con él en la montaña sagrada» (2 Pe 1,18).

En unos momentos, que compensan los sufrimientos de toda una vida, Pedro, Santiago y Juan ven al Señor transfigurado. Esta escena que acentúa el gozo de la fe, la alegría de saberse salvados y amados por Jesucristo, nos debe llevar a nosotros, como discípulos–misioneros de Cristo a buscar momentos de oración, de contemplación, de participar en la Eucaristía aunque no sea domingo, que es el día de obligación. La transfiguración que el mundo necesita es esta que nos ofrece Jesús como un adelanto de la vida eterna con él y nosotros glorificados y nos invita a continuarla entre nosotros. ¿Estamos dispuestos a echar una mano?

Los discípulos se quedaron atónitos y querían construir unas chozas; san Lucas advierte que «no sabían lo que decían». Es que la transfiguración de Jesús no es el número final de una presentación, sino el modelo de lo que nuestra vida debe ser, de lo que tenemos que hacer. Por tanto, tampoco nosotros podemos quedarnos mirando asombrados, sin saber lo que hacemos ni lo que decimos; tenemos que poner manos a la obra para que la vida siga cambiando, las sociedades se vayan transfigurando y conformándose de tal forma que dejen ver a su través el Reino de Dios. Que María Santísima nos ayude. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo. 

viernes, 5 de agosto de 2022

«En los caminos de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los caminos de Dios son muchísimas veces muy diferentes a lo que se pueda pensar en la dinámica que el mundo lleva. Hoy en el evangelio (Mt 16,24-28) Jesús nos dice que quien quiera seguirle habrá de correr con su misma suerte. A todos aquel que quiera ser discípulo–misionero de Cristo le tocará «negarse a sí mismo», «cargar con la cruz», «seguirle», «perder la vida». Y así la ganará y recibirá el premio definitivo. Parecen y son paradojas: pero se trata de los caminos de Dios, como digo, muchas veces muy distintos de los nuestros.

Las exigencias del seguimiento de Cristo parten de una renuncia radical y primera a las propias ambiciones. El auténtico discípulo–misionero no puede anteponer sus intereses a la urgencia del Reino porque estaría en el plan de la mentalidad vigente que consiste en buscar seguridades y prebendas personales. Esto es lo que significa «ganar el mundo», empeñar la propia persona en un sinnúmero de empresas que supuestamente le reportarán la felicidad de ésta vida y de la otra. La realidad, sin embargo, es otra. Los que ganan este mundo —los santos, los beatos, los venerables— pierden su propia vida.

De esta manera, estamos avisados. Podrá resultarnos duro el camino de la vida cristiana, pero no nos debe sorprender. Jesús ya nos lo ha advertido, para que no nos llamemos a engaño. No nos ha prometido éxitos y dulzuras en su seguimiento. Eso sí, no nos va a defraudar, porque «dará a cada uno lo que merecen sus obras», y no se dejara ganar en generosidad. Con María busquemos seguir el camino de Jesús cargando la Cruz de cada día esperando la resurrección con Él. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

P.D. Hace 33 años, en un 5 de agosto, como hoy, presidí por primera vez la celebración de la Eucaristía. Mi Cantamisa —primera misa— fue en la parroquia que ahora muchos años después tengo a cargo: «Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás.

jueves, 4 de agosto de 2022

«33 años de mi Ordenación Sacerdotal»... Un pequeño pensamiento para hoy


Les advierto, al saludarles, que la reflexión del día de hoy será larguita... Es que el 4 de agosto de 1989, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en Monterrey, N.L. México, fui ordenado sacerdote, es decir que estoy cumpliendo 33 años de buscar vivir plenamente esta valiosa vocación como hijo de Dios, como misionero y como religioso e inicio la mal hilvanada reflexión que hago cada día, pidiéndoles sus oraciones para ayudarme a dar gracias por el don tan extraordinario que aquel dichoso día recibí y que quiero se renueve, se fortalezca y siga gozando de la unción propia del Espíritu de Dios para esta vocación, consciente que sin la limosna de oraciones del pueblo de Dios, la vocación sacerdotal puede perder el vigor y la frescura que le son propios. Les invito especialmente a orar conmigo con el Himno de Laudes que la Liturgia de las Horas tiene para el jueves de la segunda semana y que aquí transcribo: «Señor, tú me llamaste para ser instrumento de tu gracia, para anunciar la Buena Nueva, para sanar las almas. Instrumento de paz y de justicia, pregonero de todas tus palabras, agua para calmar la sed hiriente, mano que bendice y que ama. Señor, tú me llamaste para curar los corazones heridos, para gritar, en medio de las plazas, que el Amor está vivo, para sacar del sueño a los que duermen y liberar al cautivo. Soy cera blanda entre tus dedos, haz lo que quieras conmigo. Señor, tú me llamaste para salvar al mundo ya cansado, para amar a los hombres que tú, Padre, me diste como hermanos. Señor, me quieres para abolir las guerras y aliviar la miseria y el pecado; hacer temblar las piedras y ahuyentar a los lobos del rebaño. Amén»

Durante estos 33 años, he podido constatar que un sacerdocio sin oración, termina abandonando la genuinidad del mensaje evangélico. Un sacerdocio sin apostolicidad, pierde la razón de su quehacer. Un sacerdocio sin cercanía a Jesús y a los hermanos, a la familia de sangre y a la familia espiritual, se desvincula del método que el Señor nos ha marcado. Por eso he querido celebrar este aniversario con la Santa Misa, una Hora Santa —como todos los jueves— y confesando, inspirado por el testimonio de san Juan María Vianney, el santo cura de Ars a quien la Iglesia celebra en este día y que es patrono de los sacerdotes, en especial de los párrocos. San Juan María Vianney es un sacerdote que con sencillez, ternura y fidelidad a los sacramentos, en especial a la ardua tarea de la confesión y a la celebración de la Eucaristía, se conformó a la voluntad de Dios y así siguió el camino de la santidad. Explicando a sus fieles la importancia de los sacramentos decía: «Si desapareciese el sacramento del Orden Sacerdotal, no tendríamos al Señor. ¿Quién lo ha puesto en el sagrario? El sacerdote. ¿Quién ha recibido vuestra alma apenas nacidos? El sacerdote. ¿Quién la nutre para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote. Y si esta alma llegase a morir —a causa del pecado—, ¿quién la resucitará y le dará el descanso y la paz? También el sacerdote…¡Después de Dios, el sacerdote lo es todo!...

El Evangelio de hoy (Mt 16,13-23) lo relaciono con el Himno de Laudes que les he compartido y me recuerda que todos tendemos a hacer una selección en nuestro seguimiento de Cristo. Todos los sacerdotes y fieles le confesamos como Mesías e Hijo de Dios como lo hace Pedro. Pero nos cuesta más entender que se trata de un Mesías «crucificado», que está seriamente comprometido en la liberación de la humanidad. Como a Pedro, nos gusta el monte Tabor, el de la transfiguración, pero no tanto el monte Calvario, el de la cruz. A la luz de estos 33 años de sacerdocio, siempre acompañado por san Juan María Vianney, santa Teresita del Niño Jesús y la beata María Inés Teresa del Santísimo sacramento he experimentado que a Jesús le tenemos que aceptar entero, sin «censurar» las páginas del evangelio según vayan o no de acuerdo con nuestra formación, con nuestra sensibilidad o con nuestros gustos. Si volviera a nacer de nuevo, elegiría, bajo la mirada dulce de María, esta misma vocación de ser sacerdote Misionero de Cristo para la Iglesia Universa y ahora sacerdote Misionero de la Misericordia. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 3 de agosto de 2022

Empanadas de mermelada... ¡Una receta sencilla!

Hace mucho que no comparto alguna receta. Esta es de Maricela Ríos, que la publicó en su Facebook y me recordó que mi mamá las hacía en aquellos tiempos en que se horneaba mucho en casa. Con gusto la comparto porque ya saben que en este blog hay de todo...

Esta es una receta de empanadas de mermelada:

1 kilo de harina
1/2 kilo de manteca vegetal
1 cucharadita de sal
2 cucharadas de azúcar
1 cucharadita de polvo para hornear
1 bote de cerveza ( 325 ml aprox )
1 taza de mermelada de tu sabor favorito.

Se empieza acremando la manteca muy bien y agregando los polvos. Se cierne la harina junto con la sal y el polvo para hornear y el azúcar.

Después se le agrega la cerveza poco a poco hasta tener una masa suave y fácil de extender. Puedes hacer la masa un día antes guardándola en el refrigerador.

Al día siguiente se preparan las empanadas, extendiendo la masa muy delgada, se cortan los círculos de tamaño que se deseen y se rellenan con cajeta, guayaba o mermelada de piña.

Se ponen después en charolas engrasadas y se meten al horno precalentado a 190 grados por 20 minutos aproximadamente.

Se sacan y se revuelcan en azúcar o canela. Si las quieres algo más light puedes usar mermelada sin azúcar y no revolcarlas en azúcar.

«Una verdadera y auténtica inclusión»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de este miércoles (Mt 15,21-28) toca un tema de mucha actualidad, un tema del que mucha gente habla hoy, que es el de la «inclusión». Si se lee con detalle el pasaje, se puede ver a primera vista que sobre la mujer que aparece en el relato no sabemos casi nada. Sin embargo, el evangelista nos dice que era una mujer «cananea». Por lo tanto, desde el punto de vista judío, era una pagana, una mujer que no era ni de la raza ni de la religión de Jesús. Cualquier judío conocía la historia de Israel y los problemas que los cananeos les habían causado desde los días de Josué. Además, la ley judía separaba a los judíos de los gentiles. En el mismo templo se levantaba un gran muro para evitar que los gentiles entraran en los atrios de los judíos, avisando de la pena de muerte en el caso de que lo hicieran. 

Jesús quería aprovechar ese tiempo para meditar y para formar mejor a sus discípulos, por eso, de entrada, ante la súplica de la mujer, él se queda callado y deja que los discípulos insistan porque la mujer no deja de gritar pidiendo ayuda. Ese es el grito de tanta gente a la que hay que incluir en la Iglesia de puertas abiertas que nos pide el Papa Francisco. Ante la insistencia de los discípulos, Jesús atiende la súplica pero primero deja ver que los judíos se referían despectivamente a los gentiles como «perros» y él usa mejor un diminutivo, «perritos», seguramente en sentido cariñoso. Y así lo debió entender la mujer, porque no sólo no se sintió ofendida ni desechada por ello, sino que en la forma en que se lo dijo Jesús, encontró fuerzas para seguir haciendo su petición. En medio de todo esta situación, podemos apreciar la fe de esta mujer como una auténtica joya, de hecho, una joya casi única. Sin apenas evidencias, el concepto tan elevado que esta mujer tenía de la provisión de la gracia del Señor, nos deja admirados. 

Por esta narración de san Mateo sabemos que el Señor quedó maravillado ante semejante fe en una mujer gentil: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!»(Mt 15:28) Ella, a pesar de no ser judía, ni del círculo de Jesús, había captado correctamente el corazón de Dios que se abre con su misericordia para abrazar a todos los que se conviertan. Así que, si una mujer pagana usó el poco conocimiento que tenía del Señor con tantos resultados, ¿cuánto más se requiere de nosotros que hemos recibido privilegios mucho mayores? No dejemos que quienes están lejos del Señor se queden allí, abramos las puertas de nuestro corazón para incluir a todos en esta nuestra Iglesia Católica de puertas abiertas. La mujer cananea creyó en Jesús y en su poder milagroso, sin entender las Escrituras, y sin argumentos apologéticos. De hecho, en esto consiste la fe; en confiar que Jesús pueda hacer concretas en nuestro presente las promesas escatológicas de Dios que quiere salvarnos a todos. Pidamos la intercesión de María santísima para que la verdadera y auténtica «inclusión» se siga realizando en nuestra Iglesia de puertas abiertas. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.