lunes, 6 de julio de 2020

«Santa María Goretti»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cada 6 de julio la Iglesia celebra la memoria de santa María Goretti, una niña de once años que fue asesinada de 14 puñaladas por resistirse a una violación y que antes de morir perdonó a su asesino. Una niña a la que el Papa Pío XII la definió como la «pequeña y dulce mártir de la pureza». María Goretti (Corinaldo, Ancona, 1890 - Nettuno, 1902) fue canonizada por la virtud de su vida y por haber muerto mártir por conservar su pureza. Su familia, cristiana y muy humilde, vivía de la práctica de la agricultura en una pequeña propiedad que poseía en su localidad natal. La precariedad económica de sus padres motivó que tuvieran que emigrar en varias ocasiones, hasta asentarse, en régimen de colonato, en las cenagosas tierras de Ferriere di Conta en Italia. Muy poco tiempo después, su padre moría víctima de la malaria. Nada más tener edad para ello, María Goretti tuvo que trabajar en las tareas agrícolas y domésticas para ayudar a su madre en el mantenimiento de sus cuatro hermanos. Pese a no relacionarse con ningún joven de su edad, pues no acudía a la escuela y dedicaba al trabajo todas las horas del día, Alessandro Serenelli, un agricultor que vivía en la hacienda en que residía la familia Goretti, fijó sus ojos en María con propósitos deshonestos.

En varias ocasiones María pudo rechazar sus asaltos, pero en el último de ellos, su forzador le clavó repetidas veces en el vientre un hierro, dejándola mortalmente herida por no dejarse poseer por él. María Goretti falleció el 5 de julio de 1902 en un hospital de la cercana localidad de Nettuno, tras perdonar a su asesino e invocar a la Virgen María. Fue beatificada en 1947 y canonizada tres años después por el papa Pío XII. Pero algo muy interesante de la historia de María Goretti es la conversión de su asesino. En el juicio que se le hizo, Alessandro, aconsejado por su abogado, confesó: —«Me gustaba. La provoqué dos veces al mal, pero no pude conseguir nada. Despechado, preparé el puñal que debía utilizar». Por ello, fue condenado a 30 años de trabajos forzados. Unos años más tarde, Mons. Blandini, Obispo de la diócesis donde está la prisión, decidió visitar al asesino para encaminarlo al arrepentimiento llevándole la Palabra de Dios. Alessandro recibió al obispo refunfuñando, pero ante el recuerdo de María, de su heroico perdón, de la bondad y de la misericordia infinitas de Dios, se dejó alcanzar por la gracia. Después de salir el Prelado, lloró en la soledad de la celda, ante la estupefacción de los carceleros. Después de tener un sueño donde se le apareció María, vestida de blanco en los jardines del paraíso, Alessandro, muy cuestionado, escribió a Mons. Blandino: «Lamento sobre todo el crimen que cometí porque soy consciente de haberle quitado la vida a una pobre niña inocente que, hasta el último momento, quiso salvar su honor, sacrificándose antes que ceder a mi criminal voluntad. Pido perdón a Dios públicamente, ya la pobre familia, por el enorme crimen que cometí. Confío obtener también yo el perdón, como tantos otros en la tierra». Su sincero arrepentimiento y su buena conducta en el penal le devolvieron la libertad cuatro años antes de la expiración de la pena. Después, ocupó el puesto de hortelano en un convento de capuchinos, mostrando una conducta ejemplar, y fue admitido en la orden tercera de san Francisco.

Alessandro fue llamado como testigo en el proceso de canonización de María. Resultó algo muy delicado y penoso para él, pero confesó: «Debo reparación, y debo hacer todo lo que esté en mi mano para su glorificación. Toda la culpa es mía. Me dejé llevar por la brutal pasión. Ella es una santa, una verdadera mártir. Es una de las primeras en el paraíso, después de lo que tuvo que sufrir por mi causa». El Evangelio de hoy (Mt 9,18-26) nos narra dos milagros de Jesús, intercalados el uno en el otro: un hombre le pide que devuelva la vida a su hija que acaba de fallecer, y una mujer queda curada con sólo tocar la orla de su manto. Así se entrecruzan los milagros en la vida y como podemos ver en el caso del martirio de María Goretti, si se deja entrar al corazón el arrepentimiento y se agradece el perdón, se abre camino al milagro que el Señor quiera realizar. Que su intercesión y la de María Santísima nos ayuden. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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