Quiero compartir un poco de la vida de una extraordinaria mujer a la que el Señor me permitió conocer y compartir con ella muchos momentos de la vida. Hablo de la Madre Julia Meijueiro, quien fuera la segunda sucesora de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento en el gobierno de nuestras hermanas Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento.
Julia Justa María Meijueiro Morosini nació el 20 de diciembre de 1942 en Ciudad de México, en el seno de una familia profundamente cristiana y llena de valores humanos y espirituales. Tuvo 11 hermanos, todos de una sólida fe y exquisita caridad que heredaron de sus padres don Miguel Meijueiro Gil y doña Hena Eugenia Morosini Pereyra.
El 13 de febrero de 1943 recibió el bautismo y desde muy pequeña se sintió atraída por las cosas de Dios. A los 15 años de edad ingresó a la congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Inició su noviciado el 16 de noviembre de 1958 e hizo su primera profesión religiosa el 3 de diciembre de 1960 acompañada por su numerosa familia de sangre que durante toda su vida religiosa la apoyó; sin embargo, cuando hizo su profesión perpetua, el 4 de febrero de 1966, su familia no estuvo en la ceremonia, debido a que su padre estaba prácticamente agonizando. Todas las ceremonias de su vida religiosa fueron presididas por la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento de quien siempre se mantuvo cercana.
De una inteligencia extraordinaria, Julia, al mismo tiempo, era sencilla y prudente, muy sincera y amante de la verdad. En su trato era siempre amable y afectuosa. Con ella era fácil hacer amistad. Fue siempre una enamorada de Cristo que se esforzó por tener una actitud de docilidad al Espíritu Santo, lo cual ayudó a que asimilara y amara el carisma, el espíritu y la espiritualidad que la Fundadora dio a la Familia Inesiana.
Desde sus inicios en la vida religiosa fue una mujer de oración, muy activa y responsable. Empezó a dar clases siendo postulante, siendo titular de un grupo de primaria y una vez terminado su periodo de formación fue destinada a la comunidad de Puebla donde colaboró como maestra y encargada de las internas. En esos años, de 1960 a 1964, estudió la Normal Superior con especialidad en Matemáticas. En 1964 fue destinada al naciente Instituto Scifi en la Ciudad de México y estudió la carrera de Psicología en la Universidad Iberoamericana.
En 1968, participó en el Capítulo General especial como delegada. En 1970 fue nombrada superiora local y directora de la comunidad de la Casa del Valle a cargo del Instituto Scifi, llevando a cabo la construcción de la casa religiosa, la ampliación del colegio y la creación de la secundaria. En 1978 fue nombrada Superiora Regional de México.
En 1979 participó en el Capítulo General y fue allí elegida Consejera General por lo que pasó a residir a la Casa General ayudando muy de cerca a la beata María Inés Teresa en el gobierno de la congregación en sus dos años últimos de vida.
En el Capítulo General de 1982 fue electa Consejera General de la nueva Superiora General la Madre María Teresa Botello y en el Capítulo de 1988 nuevamente quedó como Consejera General.
Terminada su tarea en la Curia General por esos periodos, fue destinada a la Región de California como Superiora Regional y en 1996 pasó con la misma encomienda la Región de México.
En el Capítulo Intermedio del año 2000 fue electa Vicaria General y pasó de nuevo a la Casa General. En el año 2003, luego de la muerte de la Madre Teresa Botello, fue elegida Superiora General y reelegida en le 2009 hsta el año 20015 cuando terminó su periodo.
Así, con todos estos datos, es fácil darse cuenta de cómo la Madre Julia, a quien conocí desde 1978 cuando se empezaron a estrechar nuestros lazos de amistad, hizo de su vida una donación constante a las Misioneras Clarisas y no solamente a ellas, sino a toda la Familia Inesiana, pues yo la recuerdo en 1980 enseñándonos a los primeros Misioneros de Cristo a hacer el super y a cocinar de manera rápida y sencilla pues le gustaba mucho la cocina y con gusto cocinaba para las comunidades que visitó en varias ocasiones durante su periodo de Consejera y Superiora General. Su recetario, entre nuestras hermanas Misioneras Clarisas es muy popular hasta la fecha.
Se relacionó con todos los miembros de la Familia Inesiana interesándose en la vida de todos y acompañando a cada una de las ramas de este fecundo árbol. Muchos de nuestros hermanos Vanclaristas la recuerdan con cariño y admiración. A mí, en lo personal, me tocó acompañarla en varios de sus viajes sobre todo a las Regiones de México, Costa Rica y Estados Unidos y compartir el gozo de su entrega consagrada a Dios incluso hasta en momentos de recreación.
Con su vida tan sencilla, es más fácil recordarla como madre, más que como superiora y en mi caso, como una amiga muy especial y entrañable. Conservo aún cartas y correos electrónicos en donde desde seminarista incipiente hasta meses antes de morir, me animaba a seguir adelante en mi vida consagrada. Se le daba mucho el apostolado de la escucha y del acompañamiento espiritual. Con sencillez me pedía muchas veces el sacramento de la reconciliación y puede celebrar la Eucaristía con ella unos cuantos meses antes de morir. Nuestra pláticas eran extensas y llenas siempre de una gran y gozoso contenido espiritual. Y gracias a su sencillez conocí a varios miembros de su familia con quienes me unen, hasta el día de hoy hermosos y valiosos lazos de amistad.
Con mucho ahínco trabajó por la causa de canonización de la Madre María Inés Teresa que había iniciado la Madre Teresa Botello y puedo participar en el gozo de su beatificación en el año de 2012.
Desde mucho tiempo antes de su muerte, la Madre Julia sufrió de diabetes, cuyas consecuencias fueron alterando la salud en todo sentido hasta llegar a graves complicaciones en el sistema respiratorio e inmunológico, atravesando por un auténtico calvario en sus últimos meses de vida. Todo ello vivido —y me consta porque fueron varios los encuentros que tuvimos en ese tiempo— con un paciencia y serenidad admirables, al grado de suscitar la admiración de médicos y personal de enfermería en sus dos últimas permanencias en el hospital.
En su último periodo de vida, ya muy enferma, la Madre Julia gozó de los cuidados delicados de las hermanas misioneras que con tanta caridad la acompañaron y a quien ella bautizó con el apodo de «el equipo». Seguramente fue sostenida por tantas y tantas oraciones que, al rededor del mundo se hacían por ella.
En sus últimos días, según cuentan las hermanas, las palabras que más repetía eran: «gracias» y «perdón», así como la frase: «todo está dado».
El 16 de noviembre de 2018, recordando el día en que había iniciado su noviciado, entregó su vida al Señor. Descanse en paz la Madre Julia.
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