domingo, 16 de junio de 2019

«LA SANTÍSIMA TRINIDAD»... Un pequeño pensamiento para hoy

La Liturgia de la Misa de este domingo en que celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, nos propone el salmo 8 como salmo responsorial. La liturgia del día se apoya en este uso y por medio de una exclamación llena de admiración y entusiasmo que atraviesa el salmo desde su inicio hasta el final, nos trasladamos a la atmósfera del Paraíso, al momento en el que las criaturas salían luminosas y transparentes de las manos del Creador, como manifestación de su grandeza y bondad. A lo largo de miles de años, el universo fue el único lenguaje del Dios invisible. Para nosotros, discípulos–misioneros de Cristo, este salmo puede ser muy evocador; con él celebramos al Creador desde el corazón del salmista para concluir con una mirada, de nuestra parte, a Cristo Resucitado, coronado de gloria y dignidad, sentado a la derecha del Padre, a quien podemos reconocer gracias a la acción del Espíritu Santo. De esta forma el salmo dispone nuestro corazón a la celebración del este domingo, recordándonos el día en que se inició la creación, alcanzó luego su cenit la historia de la salvación con el nacimiento de Cristo y 50 días después el Espíritu Santo se derramó. Desde este salmo, podemos decir que se pone en íntima relación la fiesta de la Trinidad con la fiesta de Pentecostés que celebramos el domingo pasado, porque es el Espíritu Santo, quien nos revela, por Jesucristo, el misterio de la Trinidad de Dios en el que fuimos bautizados. 

La solemnidad de hoy, en cierto sentido, recapitula la revelación de Dios acontecida en los misterios pascuales: muerte y resurrección de Cristo, su ascensión a la derecha del Padre y la efusión del Espíritu Santo. Así, la solemnidad de este domingo, no puede ser extraña a nuestras vidas. Por el bautismo estamos familiarizados y connaturalizados con el misterio del Dios Uno y Trino, pues hemos sido bautizados precisamente «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Tenemos la capacidad de relacionarnos con las Personas divinas. Más aún, tenemos el impulso y hasta la necesidad. Para eso hemos sido creados. Vivimos en Cristo, hemos sido hechos hijos del Padre, somos templo del Espíritu. No, no somos extraños ni forasteros, sino «conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios (Ef. 2,19). La beata María Inés Teresa, entre sus escritos, tiene uno llamado «La Santísima Trinidad Misionera» en el que dice, entre otras grandes enseñanzas esto: «Y, cuando Dios creador ha engalanado así, tan prodigiosamente la tierra; cuando ha puesto en ella todas las bellezas que admiramos, todo ese conjunto de seres que le dan luz y animación, reuniendo, por así decir, la Beatísima Trinidad todo su amor y su poder, concentrado en la palabra que va a pronunciar, toda su ternura de Padre, dice aquel sublime “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”». 

El evangelio de este domingo (Jn 16,12-15), nos dice que Jesús prometió a sus discípulos enviarles el Espíritu Santo; y lo hace con unas afirmaciones que destacan expresivamente la unión y el protagonismo de las tres divinas Personas. Baste sólo esta: «Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes» (Jn 16,15). Hagamos nuestra la oración de san Hilario de Poitiers, ese obispo, escritor, Padre y Doctor de la Iglesia del siglo IV y no tan conocido que reza así: «Mantén incontaminada esta fe recta que hay en mí y, hasta mi último aliento, dame también esta voz de mi conciencia, a fin de que me mantenga siempre fiel a lo que profesé en mi regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo» (De Trinitate, XII, 57: CCL 62/a, 627). Invocando a la Virgen María, primera criatura plenamente habitada por la Santísima Trinidad, pidamos su protección para proseguir bien nuestra peregrinación terrena. ¡Bendecido domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad! 

Padre Alfredo. 

P.D. Hoy en México —y no se en que otros lugares del mundo más— es la fiesta del día del Padre. ¡Muchísimas felicidades a todos los papás! Encomiendo a cada uno, especialmente a mi padre, Don Alfredo que, con sus 85 años encima, está ahora delicado de salud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario