Llegué esta madrugada a mi tierra —Monterrey—, en donde ahora, pudiera decir, se encuentra mi base de operaciones y arribé a las primeras horas del último día del mes. ¡Qué barbaridad —como diría la hermana Letty Carranza—! Es que el tiempo vuela o es que así lo percibo yo. El científico Adrian Bejan, de la Universidad Duke (EE.UU.), asegura que los días de la infancia y juventud parecen durar más que en los años de la madurez. Según sostiene en un estudio, publicado en la revista European Review, esto se debe a la disminución de la velocidad del procesamiento de las imágenes vinculada con la edad. ¿Qué dices padre Alfredo? Sí, Adrian Bejan, profesor de ingeniería mecánica en Duke, asegura que la aparente discrepancia temporal —de niño el día nos rendía muchísimo más— puede atribuirse a la velocidad cada vez más lenta a la que el cerebro humano obtiene y procesa las imágenes a medida que el cuerpo envejece, porque con este proceso natural —aunque por fuera se renueve la carrocería— las redes enmarañadas de nervios y neuronas maduran, crecen en tamaño y complejidad, lo que lleva a caminos más largos para que las señales crucen. A medida que esos caminos comienzan a envejecer, también se degradan, dando más resistencia al flujo de señales eléctricas. Estos fenómenos, de los que habla Bejan, causan la velocidad a la que se adquieren y procesan nuevas imágenes mentales para disminuir con la edad. Esto se evidencia en la frecuencia con que los ojos de los bebés se mueven en comparación con los adultos, señala el conspicuo científico, ya que los bebés procesan las imágenes más rápido que los adultos, sus ojos se mueven más a menudo, adquiriendo e integrando más información.
El resultado de las investigaciones de Adrian Bejan, es que, dado que las personas mayores ven menos imágenes nuevas en la misma cantidad de tiempo real, les parece que el tiempo pasa más rápido. El presente —dice este hombre de ciencia— es diferente del pasado porque la visión mental ha cambiado, no porque suene la alarma de alguien. Los días parecieron durar más en la niñez y la juventud porque la mente joven recibe más imágenes durante un día que la misma mente en la edad adulta. En fin, el caso es que mayo ya se fue y mañana llegamos al mes que cierra la primera mitad de este 2019 y celebramos la memoria de la visitación de la Virgen María a su parienta Isabel en el aún pequeño pobladito de Ain Karem, que se traduce como «Fuente del Viñedo», y que está situado en las cercanías de Jerusalén, al oeste de la ciudad nueva y a unos 6 kilómetros de la Puerta de Jaffa. El año pasado estuve allí. Es en este pintoresco lugarcito en donde el Evangelio nos transmite el más largo párrafo que conocemos salido de los labios de María (Lc 1,39-56). Nunca más recogerá el Evangelio tantas palabras suyas. Casi siempre, María va junto a Jesús como una sombra silenciosa. Yo no se por que, pero me imagino que, aunque era mujer, hablaría poco, porque a Dios se le capta y se comparte con él fácilmente la vida sin necesidad de largos parlamentos. Ya ven la súplica tan breve, tan concisa, en las bodas de Caná.
La Madre de Dios siempre irá siempre así, como un árbol deseando extender el cobijo de sus brazos para dar a Jesús un poquito de sombra fresca, como un ánfora en un rincón, como una sonrisa de infinito amor a la que, más de una vez, habrá de volverse Jesús. Conmigo también calla, soy yo el que hablo más con ella repasando las cuentas del Rosario —aunque a veces lo rezo con los dedos— y parece que ella calla y escucha para decirme solamente: «Haz lo que mi Hijo te diga» (cf. Jn 2,5). El salmo responsorial de hoy, que está tomado del libro de Isaías, nos da un puchoncito para que entendamos y celebremos la dicha de María en su visitación a Isabel: «El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza... Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime... Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra... porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes» (Is 12). Y como empecé hoy hablando del tiempo que pasa tan rápido. La Escritura dice que María permaneció con Isabel unos tres meses. Seguro se le fueron rápido, como una hora nueva en el reloj que mide la existencia humana de la Señora. Una existencia que va a estar apretada de tantas y tantas horas densas con cada uno de sus hijos. María, visita a Isabel y visita nuestros corazones cada día. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
P.D. Les pido sus oraciones por mi papá, el Sr. Alfredo Delgado. Hoy viernes a las 6 de la tarde tendrá una cirugía de columna que es urgente realizarle. Estoy seguro que esas oraciones serán el mejor regalo que le podemos dar a este maravilloso hombre a quien tanto le agradezco como hijo y tanto aprecio le tienen muchos. ¡Dios se los pague!
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