Nos demos cuenta o no, nuestra vida se halla por completo en las manos de Dios y, en su infinita misericordia, en su soberanía, va marcando el camino que hemos de seguir. Esta mañana leo el salmo 118 [119] con una clave muy especial, la clave de la alegría que el salmista pone en cumplir la voluntad de Dios con gusto. El autor de este salmo le pide al Señor nueva luz para meditar sus maravillas y le pide la gracia necesaria para cumplir su voluntad. Hoy, escribiendo esta reflexión desde mi lugarcito aquí en la parroquia de Fátima en donde he pasado los dos últimos dos años y medio de mi vida, garabateo pidiendo esto mismo para mí, puesto que este es el último día que escribo desde mi selva de cemento antes de estar, Dios mediante, en este mismo día, en unas horas más, en mi nuevo destino desde donde seguiré compartiendo mi granito de arena en la reflexión de cada día con mi «pequeño pensamiento». A partir de mañana escribiré mi reflexión desde mi nuevo hogar en este ir y venir de la vida misionera. Hoy se cierra una etapa de mi caminar en esta hermosa vocación y se abre una nueva. El martes pasado, al despedirme de la Morenita en el Tepeyac, le di gracias por permitirme estar junto a ella cada martes dispensando el perdón, la misericordia y la esperanza para muchas vidas sabiendo de vez en vez, no tan seguido como hora, la seguiré —si Dios no dispone otra cosa— viniendo a ver y a confesar en ese bendito lugar que me ha dejado las puertas abiertas.
«He escogido el camino de la lealtad a tu voluntad y a tus mandamientos» escribe el salmista y sabemos todos que lealtad significa «fidelidad» y también «verdad». El camino de la lealtad es el camino de la verdad, es el de la fidelidad. Lo «he escogido», testifica el autor del salmo. He hecho, como quien dice, una deliberada elección de esta forma por encima de otras. Esto significa «elegir, escoger, desear, preferir, es decir, hacer una selección entre dos o más opciones que la vida nos presenta. Por eso siento muy acertado para mí el día de hoy este salmo en algunos de sus versos, pues encaja perfectamente con lo que estoy viviendo en estos momentos cumpliendo la voluntad del Padre: «Dichoso el que camina con vida intachable; tus preceptos son mi delicia, tus decretos son mis consejeros. Te expliqué mi camino y me escuchaste; enséñame tus leyes; instrúyeme en el camino de tus decretos, y meditaré tus maravillas. Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad; escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos» dice otra traducción que tengo a la mano. Junto al salmo, leo el Evangelio de hoy (Jn 6,22-29) y descubro que buscar a Jesús y seguir la voluntad de su Padre como él lo hizo, es buscar la felicidad, la lealtad, la seguridad, la vida y la verdad que,. Volteo a mi alrededor y veo a muchos como la gente de Cafarnaúm, van por la vida bastante desconcertados, buscando y no encontrando respuesta al sentido de su vida y agradezco que, en mi vocación de misionero, le encuentro sentido al cambio y a la certeza de saber que, en todas partes de esta tierra, incluida esta selva de cemento, vamos de paso.
Vivir la vocación de misionero, implica siempre un venturoso esfuerzo, audacia, obediencia, riesgo, aventura... eso y mucho más en un volver a empezar. No cabe duda. Vivir la gracia de ser misionero es creer en algo más allá de nuestros sentidos como algo venido de Dios, como algo admirable, delicioso, fascinante, aunque sorprendente y arriesgado sin instalarse. Es como tener luz en medio de la niebla. Ahí está el valor de dar para volver a dar y de dejar para volver a empezar. «Creer en Cristo, el enviado del Padre» y creerle a Cristo con un corazón misionero, es un trabajo que implica darlo todo con fe. Sin ese don de la fe, sería imposible ser misionero. Hoy le abro mi corazón nuevamente a Dios y a su voluntad y muy contento y agradecido, después de haberme despedido ayer de esta querida comunidad, emprendo el vuelo a mi nuevo destino: «Monterrey», la cuna de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, la cuna de mi vida y de mi vocación para arrancar allá con nuevas encomiendas que iré compartiendo. Hoy me encomiendo de una manera muy especial a sus oraciones. A los misioneros los cambios tarde o temprano nos llegan y nos sentimos felices de lo vivido y ya desde ahora a lo que vendrá. Sostenido en la gracia de Dios, queriendo cumplir su voluntad y acompañado por las oraciones de todos ustedes, estoy listo y preparado para los retos que se presenten, una nueva etapa en mi vida empezará y buscaré dar lo mejor de mi. ¡Bendecido lunes, inicio de semana laboral y académica para muchos y de una nueva etapa para mí!
Padre Alfredo.
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