De una manera muy especial, el autor de la Carta a los Hebreos hace hoy mención del salmo 8 en la primera lectura (Hb 2,5-12) y, enseguida, la Liturgia del día nos lo coloca como salmo responsorial. Este salmo fue compuesto para exaltar la vocación sublime del hombre en la creación. El salmista habla del hombre en general cuando dice que es «un poquito inferior a los ángeles... le diste el mando sobre las obras de tus manos». En la plegaria eucarística IV que hoy vendría bien utilizar, le damos gracias a Dios porque al hombre «le encomendaste el mundo entero para que dominara todo lo creado». Se ve, por la Carta a los Hebreos, que los primeros cristianos aplicaban el salmo a Jesucristo. El Señor Jesús, por su encarnación como hombre, aparece como «un poquito inferior a los ángeles», sobre todo en su pasión y su muerte. Pero ahora ha sido glorificado y se ha manifestado que es superior a los ángeles, coronado de gloria y dignidad, porque Dios lo ha sometido todo a su dominio. Por haber padecido la muerte, para salvar a la humanidad, Dios le ha enaltecido sobre todos y sobre todo.
Mediante su encarnación, el Señor se ha hecho cercano a nosotros. Y Él permanece en el mundo y su historia por medio de la Iglesia, a través de la cual Él continúa pasando entre nosotros y haciendo el bien a todos. Él se dirige a nosotros por medio de su Palabra salvadora para conducirnos por el camino del bien. No podemos estar en su presencia como discípulos descuidados, sino que hemos de saber escuchar y meditar con amor su Palabra para ponerla en práctica. En cada Eucaristía, cuando la Iglesia se reúne en su nombre, Él se convierte en nuestro alimento, Pan de Vida eterna; por medio de esta Eucaristía nosotros entramos en comunión de vida con Cristo, de tal forma que su Iglesia se convierte en un signo creíble del amor misericordioso y salvador de Dios a favor de toda la humanidad. Por eso no podemos reunirnos sólo para dar culto al Señor. Es necesario que aceptemos nuestro compromiso de ser, en Cristo, el «Evangelio viviente» del amor misericordioso del Padre, que se acerca a todas las naciones, no para condenarlas, sino para salvarlas liberándolas de toda esclavitud al autor del pecado y de la muerte.
Nosotros también, como los escuchas de Jesús en el Evangelio (Mc 1,21-28) nos quedamos «asombrados de sus palabras» y atrapados por su autoridad. Esa autoridad que va más allá incluso de lo que sus contemporáneos pudieran pensar, pues Jesús no es un rabí cualquiera, es el Hijo de Dios. Pero, es increíble que después de dos mil años todavía haya quienes ponen en duda la palabra del Maestro pensando que puede ésta ser confundida con cualquier otra enseñanza del mundo que ahora hace una mezcolanza con el New Age colocándolo a la par de Buda o de Krishna. La palabra de Jesús es poderosa y eficaz porque es Palabra de Dios que no solo instruye, sino que sana y libera. Es por ello que la lectura asidua de la Escritura ayuda no solo a conocer a Jesús y su doctrina, sino que ejerce un poderoso influjo en nuestra salud espiritual —a veces incluso física— liberándonos de ataduras y frustraciones. Ojalá todos, conscientes del gran amor que nos tiene Dios preguntándonos con el salmista: «¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes?» hagamos del encuentro con la Palabra un hábito cotidiano y como María la guardemos en el corazón y la pongamos en práctica. ¡Bendecido martes recordándolos en la Basílica ante la Morenita del Tepeyac!
Padre Alfredo.
P.D. Hoy quiero felicitar de manera muy especial a Esthela, la causante —junto con Jaqui— de que estas mal hilvanadas líneas que llamo «un pequeño pensamiento» —no por la extensión sino porque es mi granito de arena— lleguen hasta ustedes y no terminen como antes en el basurero, porque antes de su invitación a compartir mis reflexiones, hacía mi oración escrita y la borraba o la tiraba. Ahora muchos comparten mi ratito de oración y creo que, como a mí, les ayuda esto a saborear la Palabra de Dios en cada Misa. Y es que Esthela cumple años hoy... ¡Dios te guarde muchos años Esthela y mil gracias por ser una hermana para este padrecito andariego!
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