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Jesucristo es el verdadero «Justo», él es el cordero que quita el pecado del mundo, el Cordero pascual de nuestra redención, que se inmoló como sacrificio perfecto en su Sangre e instituyó como sacramento la noche del Jueves Santo. Así, su Iglesia puede celebrar todos los días, en la Santa Misa y en los demás sacramentos, el memorial de la justicia divina en la pasión, muerte y gloriosa resurrección del Señor, para prolongar su presencia entre nosotros y su acción salvadora, siempre justa, hasta el final de los tiempos. Quien vive según la justicia es justo, como él, Jesús, es justo (cf. 1 Jn 3, 7-10), porque él es justo como el Padre misericordioso lo es. Así, el autor del salmo 97 reconoce y celebra el señorío del Justo Juez sobre todo el mundo. EL Mesías anunciado y esperado, que se encarna en Cristo, es celebrado en su señorío sobre todo el mundo. Cristo, a quien estos días contemplamos en un niño pequeñito que las imágenes nos recuerdan, es el Rey de la justicia y de la paz y merece la honra y gloria como Rey de todo lo creado. El mar, los ríos, los mares, toda la creación alaba a Dios y espera en su justicia... los problemas ecológicos que el mundo globalizado vive hoy, indican que el salmista tiene razón.
La alabanza gozosa del salmista está enfocada en que el Salvador viene para juzgar la tierra. Esta es la esperanza del cristiano. Jesús ha venido y, según el Apocalipsis, cundo venga por segunda vez va a instituir la justicia para siempre en un mundo nuevo donde reine ésta acompañada de todas las demás virtudes. Es de notarse cómo el salmista combina los hechos de Dios en la historia pasada, la alabanza del presente y la esperanza futura. Y en esta esperanza, la justicia y la rectitud son importantes. Hoy muchas naciones gritan por justicia anhelando un régimen que pueda lograr la justicia, pero, los creyentes no podemos quedarnos cortos anhelando solamente una justicia al estilo de los gobiernos del mundo, sino que debemos aspirar a alcanzar la justicia al estilo de Dios haciendo todo lo posible para que se establezca ya. Vale la pena ir al corazón sereno de José y María junto al pesebre para entender esto bien fijando los ojos en Jesús, como después lo hizo Juan (Jn 1,35-42) señalando a Jesús como el Cordero de Dios. Hay que dejarse enseñar por José, por María, por Juan y así entenderemos la clase de justicia que el Señor quiere para su pueblo. Y hoy, hoy si es 4, ayer me cuatrapeé y en WhatsApp puse: «Jueves 4». ¡Bendecido viernes a todos desde mi Selva de Cemento!
Padre Alfredo.
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