viernes, 11 de enero de 2019

«EL TRIGO MEJOR QUE SACIA EL HAMBRE»... Un pequeño pensamiento para hoy


El famoso poeta francés Paul Claudel (1868-1955) decía que el salmo que más le gustaba era el salmo 147, que hoy nos propone la liturgia como salmo responsorial. El poeta confesaba: «me gusta repetirlo a mí mismo y desgranar versículo por versículo en lo momentos de beatitud y recogimiento». Estamos, el día de hoy, ante un salmo que la liturgia —siguiendo la versión griega de «Los Setenta» y la latina de «La Vulgata»— ha partido en dos, de manera que hoy rezamos con la segunda parte de este salmo, que es a la que Claudel se refiere. Es un salmo que nos habla del pan: «con su trigo mejor sacia tu hambre» y para el cristiano, ese trigo que cae a la tierra es Cristo, a quien hemos recibido esta Navidad en nuestros corazones como alimento que sacia nuestra hambre de justicia y de paz. Carecer de ese «Pan de Vida» que es Jesús en nuestra vida, es carecer de la vida misma. Sólo consumiéndolo a Él, recibimos el sustento que preserva nuestra vida, por eso cuando estaba entre nosotros «las muchedumbres acudían a oírlo y a ser curados de sus enfermedades» (Lc 5,12-16). 

La Fe nos «abre a Dios», a ese «Pan de Vida» que hace que nuestra salvación y el éxito de nuestra vida los confiemos a Él, al Hijo de Dios. El Padre nos ha concedido la vida eterna, y esta vida eterna está en su Hijo a quien amamos, adoramos y recibimos en la Eucaristía. «Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo no tiene la vida» nos recuerda hoy San Juan en su Primera Carta (1 Jn 5,5-13). El que cree en el «Pan de Vida», vence al mundo y tiene la vida eterna. Nosotros, ciertamente, estamos entre los que creen en Jesús «Pan de Vida», «Trigo molido», «Trigo mejor que sacia toda hambre», y lo reconocemos como el Enviado y el Hijo de Dios. Por eso hemos celebrado la Navidad con alegría y fe cristiana. Pero ciertamente deberían ser más claras las consecuencias de esta fe en Él. ¿Podemos decir que estamos venciendo al mundo y haciendo que se «Trigo mejor» llegue a todos? ¿Vamos venciendo al mal que hay en nosotros y en el mundo con el alimento que da la vida? ¿Participamos con éxito en la gran batalla entre el bien y el mal fortalecidos con ese Pan? El que en verdad ha vencido al mundo es Cristo Jesús (Jn 16,33). Nosotros, si somos seguidores suyos, deberíamos estar ya participando de la misma victoria y muy bien alimentados. Del creer o no creer en Cristo «Pan de Vida» depende algo fundamental: participar en su victoria y tener vida en nosotros. 

Si creemos en Cristo, deberíamos sentir ya dentro de nosotros la vida que él nos comunica. Sobre todo cuando le recibimos como alimento de vida en la Eucaristía: «quien come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene la vida eterna» (cf Jn 6,51-58). La bendición de la vida eterna no es prometida solamente al hecho de seguir el ejemplo de Cristo, sino a comer y beber su Carne y su Sangre, o, en otras palabras, a incorporar a Cristo en nosotros: y la promesa no es para cuando se recibe únicamente su ejemplo o su doctrina, sino también y por supuesto su persona, su Carne, su Sangre; y por tanto, a Él mismo, al que contemplamos ahora en una imagen de un pequeño niño envuelto en pañales, que muere por nosotros y se hace un sacrificio en la Eucaristía por nosotros. El que a pesar de la mala situación actual que atraviesa el mundo con tanta destrucción ecológica, por tantas guerras, por tantas divisiones, sigue creyendo que merece la pena seguir apostando la vida por el «Pan de Vida» que nos alimenta. Ése que piensa así, vence al mundo, al sistema del mundo, aunque aparentemente el mundo le desprecie... Aguantar, resistir ahora, es nuestra fuerza, nuestra victoria. Resistiendo, manteniéndonos fieles, nuestra fe vence al mundo, a este sistema mundializado porque el Señor, al haberse encarnado entre nosotros y convertirse en nuestro «Pan de Vida» nos ha confiado sus proyectos. Roguémosle a Él, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que ahora con José lo contemple en el pesebre, que nos conceda la gracia de vivir con fidelidad y que nos ha de llevar a amar a nuestro prójimo con una verdadera lealtad al Evangelio vivido hasta sus últimas consecuencias haciendo que ese «Trigo mejor» alimente a todos. Amén. ¡Bendiciones en este viernes! 

Padre Alfredo.

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