jueves, 10 de enero de 2019

«No es mi problema»... Un pequeño pensamiento para hoy


No se por qué, pero viendo estas líneas del salmo 71 (72 en la Biblia) que hemos recitado varios días como salmo responsorial: «De la opresión rescatará a los pobres, pues estima su vida muy valiosa», me vino a la mente esta fábula que les comparto: «Un pobre ratoncito vagabundo llegó a una casa rica y mirando por un agujero de la pared vio a un hombre entregando un paquete a una mujer. Rápidamente, sintiéndose hambriento pensó: "¿qué tipo de comida podrá haber allí? Y se imaginó un suculento queso. Se le hizo agua la boca de pensar que sería de sus preferidos. Pero quedó aterrorizado cuando descubrió que se trataba de una ratonera. Entonces, se fue al patio de la casa a advertir a todos: "¡Hay una ratonera en la casa, una ratonera!" La gallina, que estaba buscando lombrices en la tierra, cacareó y le dijo: "¡Discúlpame, entiendo que sea un problemón para ti, pero a mí no me perjudica en nada, ni me molesta!" Y el ratoncito se entristeció pero siguió corriendo buscando ayuda, llegó hasta el cordero y le dijo: "¡hay una ratonera en la casa!" "¡ Discúlpame, pero no veo nada que me afecte, yo como pasto. ¡Quédate tranquilo! !Estás en mis oraciones!" El ratoncito se fue hasta donde estaban las vacas y le dijeron: “¿Qué dices, una ratonera?, qué risa, ¿qué nos puede pasar? Entonces el pobre ratón se volvió a la casa, cabizbajo y abatido, para encarar solo el peligro de la ratonera. 

Aquella misma noche —sigo con la fábula— se escuchó un ruido como el de una ratonera agarrando su víctima. La mujer de la casa corrió a ver qué había en la ratonera. Pero, en la obscuridad, no vio que la trampa había agarrado la cola de una víbora venenosa. ¡La víbora la mordió! Su marido la llevó de inmediato al hospital donde fue atendida, pero luego volvió a casa con fiebre. Nada mejor que un buen caldo de gallina. El hombre entonces tomó el cuchillo y fue a buscar al principal ingrediente: la gallina. Como la enfermedad de la mujer con cedía, amigos y vecinos vinieron a verla y para ofrecerles algo de comer, tubo que matar un cordero. Pero la mujer no resistió, y terminó por morir. Muchas personas asistieron al funeral. El pobre hombre, muy triste y agradecido por la solidaridad, resolvió matar a las vacas para darle de comer a todos». Cristo ha venido para rescatar a los pobres, a los que están angustiados, a los que tienen que sortear una serie de peligros y, muchas veces, hay quienes se pueden hacer desentendidos ante las situaciones de los demás porque no les afecta —como el robo y desabasto de gasolina que el que no tiene coche pensará: «¿Y a mí qué?»—, pero, cuando alguien se sienta ajeno a los problemas, debe pensar dos veces lo que vaya a decir o el cómo vaya a reaccionar. Debemos confiar en el Señor que vela por el necesitado, por el sencillo, por el pobre. Dice el salmista: «tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. En todas las casas pueden necesitar una ratonera... ¡y todos los integrantes corren peligro! 

Me remito ahora a la primera lectura de hoy (1 Jn 4,19-5,4) que dice: «Si alguno dice: “Amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve». Nuestra actitud hacia los hermanos es el test de nuestra actitud hacia Dios. El examen de conciencia que Juan nos propone en su carta nos afecta a todos en la vida de cada día: sólo podremos afirmar que amamos a Dios si amamos al hermano, que está a nuestro lado, al pobre, al necesitado, al que sufre, al que tal vez hoy le puedo dar un aventón para ahorrar gasolina... Y termino mi reflexión, este jueves eucarístico y sacerdotal con un trocito del Evangelio de hoy (Lc 4,14-22), dejando que Cristo nos cuestione: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor». Las lecturas bíblicas, incluido por supuesto el salmo responsorial, no las hacemos para enterarnos de lo que sucedió hace dos mil años. Sino para captar lo que Dios nos está queriendo decir con ellas hoy y aquí a nosotros. ¡Bendiciones! 

Padre Alfredo.

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