jueves, 24 de enero de 2019

«Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jesús, como Sumo y Eterno Sacerdote ofreció un solo sacrificio por nuestra salvación: el de su propia persona (Hb 7,23-8,6), invitándonos a hacer lo mismo gracias al sacerdocio bautismal que por él hemos recibido, para hacer en todo la voluntad de nuestro Padre Dios. El cachito del salmo 39 (vv. 7-8a.8b-9.10.17) que la liturgia de hoy nos pone como salmo responsorial nos invita a ello y, con el estribillo, volvemos a grabar este anhelo de todo hijo de Dios en el corazón: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad». Ayer que veía la llegada del Papa Francisco a Panamá, para participar en la trigésima cuarta Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), contemplaba a ese hombre elegido por Dios y fortalecido en todo para hacer la voluntad divina, a sus 82 años de edad, bajando con dificultad la que parecía interminable escalera del Aerbus 330 que lo condujo durante 12 horas sobre el océano. «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad», parecía decir Francisco en medio de un viento que lo obligó a quitarse el solideo al descender del AZ 4000 de Alitalia. 

A su longeva edad, El Papa, el dulce vicario de Cristo en la tierra, arribó ayer a las 4:30 de la tarde al aeropuerto internacional de Panamá. Hoy por la mañana se reunirá con el mandatario de ese país y tendrá un encuentro con la sociedad civil, seguido de otro con los obispos centroamericanos. Por la tarde, estará en la JMJ en el Campo Santa María la Antigua. El viernes por la mañana visitará una penitenciaria para menores y por la tarde encabezará un Vía Crucis para los jóvenes. El sábado dedicará el altar de la catedral recientemente restaurada, compartirá los alimentos con jóvenes y, al atardecer, presidirá la vigilia de oración en el Campo San Juan Pablo II. El domingo, a las ocho, oficiará la misa de cierre de la JMJ, visitará enseguida un hogar para enfermos de sida. Por la tarde se encontrará con los voluntarios del evento y a las 6 de la tarde emprenderá el regreso a Roma: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad». ¿Imaginan un viajecito así para una persona de la tercera edad que lleva encima el peso de la Iglesia Universal? 

Por lo menos a mí todo en la liturgia de la palabra me habla hoy de lo mismo, de ese gozo de hacer la voluntad de Dios a pesar de las cosas que en principio tengamos en contra, como puede ser la falta de salud, el peso de los años, las contrariedades de la vida. El evangelio de hoy nos presenta a nuestro Señor con sus discípulos, un Jesús que se retira hacia la ribera del lago (Mc 3,7-12) no sabemos a qué, tal vez a estar un rato con los suyos, como cuando los invita a descansar y a convivir un poco con él, como lo dirá más adelante el mismo san Marcos (Mc 6,30-34). Pero, el evangelista continúa la narración diciendo que muchas gentes le seguían de la misma Galilea y también de Judea, de Jerusalén, de la Idumea, la Transjordania, del país de Tiro y de Sidón: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad», ha de haber dicho el Maestro con su corazón misionero y sediento de almas. No son sólo los judíos de Palestina quienes corren tras de Jesús, sino gentes de toda la comarca y regiones vecinas: algunos paganos sin duda... Estos días, a ver a Francisco, acuden a Panamá jóvenes —algunos no tanto, o como decía Madre Inés: «¡de juventud acumulada!»— de muchas partes y de muchas creencias. Es el mismo camino de Cristo: ser misionero. Atraer al evangelio a todos: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad». Antes del viaje, como de costumbre, el Papa se despidió de la Virgen en Santa María la Mayor y al regreso hará lo mismo para agradecerle su compañía en el viaje. Ella también nos dice: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad». ¡Bendecido jueves sacerdotal y Eucarístico!

Padre Alfredo.

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