Corinto era una ciudad famosa por su comercio, un puerto de mar de aproximadamente de medio millón de habitantes, dos tercios de los cuales eran esclavos. La prosperidad de la ciudad la hizo presa de todo tipo de corrupción. En tiempo de san Pablo la idolatría floreció y llegaron a existir más de una docena de templos paganos entre los que tenían que vivir totalmente inmersos los fieles de Corinto. En las dos cartas de san Pablo que se dirigen a estas comunidades, el Apóstol de las Gentes trata de dar respuesta a unas preguntas sobre la manera de comportarse ante un sin fin de costumbres corrompidas y sobre el cómo enfrentarse a las más variadas corrientes ideológicas. En medio de esas circunstancias tan adversas, en la comunidad de Corinto tenía que ser rectificado más de un abuso por ignorancia o por imitación de los paganos, ya que ningún grupo de cristianos puede pretender vivir autónomamente, en circuito cerrado para cuidarse de lo de fuera. Por pequeño que sea, el grupo de fieles está inmerso en el mundo y ha de aprender a convivir con él sin ser de él con valentía y firmeza, porque «está desposado con Cristo». La lectura de hoy (2 Cor 10.17-11.2), en la fiesta de santa Rosa de Lima, nos ayudará a mirarnos al espejo para procurar que nuestra vida, en medio del mundo, vaya coincidiendo cada vez más con la vida de Cristo. La Iglesia siempre vivirá inmersa en el mundo así, como peregrina hacia el encuentro definitivo con su Señor. Ojalá y cuando Él vuelva nos encuentre viviendo de un modo irreprochable y trabajando por su Reino al que consideramos «un tesoro» (Mt 13,44-46).
Uno de los problemas más serios de la Iglesia de Corintio y de la Iglesia actual, es la mundanalidad, una falta de disposición a separarse de la de cultura que nos rodea y que es siempre atractiva y cautivadora. Muchos de los creyentes de aquel tiempo y de los de hoy difícilmente pueden separarse de sus caminos antiguos, egoístas, inmorales y paganos para «casarse» con la Iglesia. En aquellos tiempos san Pablo juzgó necesario escribir a la comunidad para corregir estas cuestiones, pero como se dice por ahí: «Te lo digo, Juan, para que me entiendas, Pedro» y hemos de captar que nos escribe a nosotros también. La lectura de estas palabras paulinas, nos muestran que la Iglesia no está formada por gentes pluscuamperfectas, sino personas que, como nosotros, luchaban en el día a día para sostenerse en la fe en medio del mundo, como santa Rosa, la primera santa americana canonizada, por Clemente X el 12 de abril de 1671, patrona de Latinoamérica y a quien celebramos hoy. Para vivir así debemos no sólo «creer» en Cristo, sino «cuidar nuestro tesoro y la perla»; no sólo «amar», sino «cuidar nuestro tesoro y la perla»; no sólo «obedecer», sino «cuidar nuestro tesoro y la perla»... ¿Por qué Cristo nos habla así? Porque ese gran acontecimiento que estamos esperando: la venida de Cristo, marca una buena consigna para la Iglesia, pueblo que peregrina y del cual formamos parte, comunidad en marcha que camina hacia la «venida última» de su Señor y Esposo. Buena consigna para que nos mantengamos despiertos negociando por el Reino con la conciencia de saber de dónde venimos y a dónde vamos, sin dejarnos arrastrar sin más por la corriente del tiempo o de los acontecimientos y no quedarse amodorrados por el camino.
El Señor, en el Evangelio de hoy, habla de un «comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra». Es que quien ama profundamente ama «porque ama», sin ninguna clase de cuestionamientos innecesarios que le paralicen; ama como María, la Madre del Señor; por eso nos dirigimos a Ella en nuestras necesidades y esperanzas, en las vicisitudes alegres y dolorosas de la vida sin olvidar ese «ir tras el tesoro y perla preciosa», seguros de que el amor es puerta de entrada en todos los corazones, incluso el de Dios. Si queremos también nosotros arder en esta divina llama del amor, necesitamos vender lo que nos estorba para poder adquirir el tesoro y la perla valiosa del Reino, acudiendo siempre a nuestra Madre. Cuando santa Rosa de Lima era niña, rezando frente a la Virgen, se le apareció la imagen del niño Jesús y le dijo: «Rosa conságrame a mi todo tu amor» y desde ahí la santa, que había sido bautizada como Isabel Flores de Oliva, se vio como una rosa que se ofrenda al Señor y se propuso vivir solo para Jesucristo renunciando a cualquier clase de inclinación hacia el mundo. Yo este año la celebro doble, pues en Roma se celebró el 23 de este mes cuando andaba yo por allá y en México en este día. A partir de las reformas al calendario litúrgico introducidas por el Vaticano II, la fiesta de esta santa es el 23 de agosto, pero, como anteriormente se celebraba este día 30 de agosto, en Perú, de donde es patrona nacional y en otros países latinoamericanos como México —por ser patrona de América Latina— se celebra hoy. Bendecido Jueves para pensar en el tesoro y la perla frente a Jesús Sacramentado como la santita que celebramos hoy.
Padre Alfredo.
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