Hoy sí que me volé la barda... ¡es bastante tarde y apenas pongo mi «pequeño pensamiento...» que espero sea literalmente eso: un pequeño pensamiento. No se por qué, será por la emoción de haber concluido los Ejercicios Espirituales y ver a las hermanas tan contentas, o porque iba a ir al Vaticano a saludar a mi gran amigo de tantos años el cardenal italiano, gobernador del Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente de la Comisión Pontificia para la Ciudad del Vaticano Giuseppe Bertello, con quien me unen unos lazos especiales de hace muchos años en una sencilla convivencia informal que se da cada vez que vengo a esta Ciudad Eterna. Nuestros Ejercicios Espirituales se desarrollaron en un clima muy apropiado —digo el clima que había en el corazón de las misioneras estos días, porque afuera bullía el mundo con el calorón del llamado «ferro agosto» en toda la península— de silencio y de oración que se dejaba sentir en toda la casa. Nuestros temas giraron en torno al Reino de Dios y a la necesidad de ser «odres nuevos» para recibir y servir el «vino nuevo». Las lecturas de cada día, al iniciar la jornada y las dos meditaciones diarias, además del rezo de la Liturgia de las Horas, nos fueron llevando a la perseverancia y concluimos con el gozo de regresar a la vida ordinaria de las misioneras a Rusia y a las casas de aquí de Italia. Por su parte, la visita al Cardenal Bertello fue un momento —como siempre suele serlo— de una bonita convivencia tratando de temas muy interesantes y de preocupación para él —que es del grupo de los nueve consultores del Papa Francisco—, para el Santo Padre y para la Iglesia en general, además de aderezar los momentos, acompañados de la hermana Silvia Burnes —postuladora de la Causa de la beata María Inés y por lo tanto mi jefa en ese oficio— con amenas anécdotas de México, de Italia y de África, en donde él fue algunos años Nuncio.
¡Cómo se perciben todo este devenir de acontecimientos de nuestras vidas que Dios es amor y no sabe más que amar! Como nos recuerda Ezequiel en la primera lectura (Ez 36,23-28) en uno de los pasajes más hermosos y consoladores del Antiguo Testamento en la Escritura. Los hombres y mujeres de todos los tiempos, creados a imagen y semejanza de Dios, hemos sido creados para amar, amarle a Él y amarnos nosotros entre sus hijos. Dios siempre es fiel a su entraña más íntima, que es el amor y nos permite experimentarlo en estas dos vertientes, vertical y horizontal. Son hermosas y consoladoras las palabras de hoy: «Derramaré sobre ustedes un agua pura que los purificará: de todas sus inmundicias e idolatrías los he de purificar». Y por eso constantemente busca cambiar el corazón del hombre, un corazón que si rompe la relación con Él y con los hermanos, se queda petrificado y pierde el sentido de amar. Es solamente si este corazón se deja impulsar por Él, que es «Amor» que se hace capaz de vivir en el amor y en la alegría de la filiación divina, de la fraternidad y de la amistad: «Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios».
Esto explica la fuerte reacción del rey que parece en el Evangelio de este día (Mt 22,1-14) ante los que no quisieron aceptar su invitación y el castigo intenso del que se acomodó en el banquete sin el traje de fiesta... Jesús invita al banquete de la amistad con Él y con los demás invitados a todos, la invitación al reino de Dios por él predicado es universal, ofreciéndonos a todos el regalo de que Dios sea nuestro Rey y Señor que nos une a él y a los hermanos. Jesús invita a este banquete del compartir la fe y la vida porque sabe que ahí está el camino de salvación para todo hombre de todos los tiempos, ahí encontrará cualquier hombre el camino de vivir con sentido, con esperanza, con alegría en filiación, en fraternidad y en amistad. Los hombres tenemos la capacidad y la libertad de aceptar el regalo de Jesús o de rechazarlo. María, es la hija predilecta del Padre, la Madre de Cristo y Madre nuestra, la amiga siempre fiel del Señor y de todos... ¡Con ella y con todos ustedes mis hermanos y amigos, comparto el gozo de estar aquí y ahora con cada uno compartiendo este momentito de fe, de fraternidad, de amistad! Bendecido jueves y Dios mediante mañana regreso a mi querida «¡Selva de Cemento!».
Padre Alfredo.
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