miércoles, 13 de junio de 2018

«SAN ANTONIO DE PADUA»... Un pequeño pensamiento para hoy


El profeta Elías es un hombre que fue aprendiendo a depender de Dios. El Señor le había alimentado con la viuda y su hijo valiéndose de una tinaja en donde la harina nunca faltó, a pesar de haber estado vacía. Ahora, en una ordalía —es decir, un juicio divino encaminado a probar algo— en el monte Carmelo —un lugar precioso en donde ahora hay un santuario a la Virgen del Carmen—, después de recomponer el altar del sacrificio, suplica la actuación del Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el único Dios de Israel, para que de esta manera Yahvé sea honrado y reconocido en todas las naciones (1 Re 18, 20-39). Elías sabía que si algo podía lograrse, era dependiendo de la voluntad divina. Si el Señor no lo hace, nadie lo hará. Pero es la voluntad de Dios la que el profeta busca e implora que se realice. Elías no pretendía, desde ese hermoso lugar situado en lo alto del monte, buscar su gloria en el triunfo, sino invocar la ayuda divina para que la voluntad de Dios se manifestara y la gloria divina brillara en medio del pueblo que exclamó: «El Señor es el Dios verdadero. El Señor es el Dios verdadero». 

En el Evangelio de hoy, Jesús se presenta como un predicador conforme con la tradición contenida en la Ley y los Profetas. Nuestro Señor no se presenta como un innovador radical, como alguien que viene a cambiarlo todo de un jalón, sino como continuador de la tradición de los antepasados que reconocían al verdadero Dios en Yahvé. La predicación de Cristo fue una verdadera conmoción que sacudió los cimientos enmohecidos de la tradición excluyente que habían montado los escribas de Israel con «tanto adorno» que le habían puesto a la Ley y a lo que en definitiva pedía el Padre misericordioso del pueblo que lo había reconocido como el Dios verdadero y que no podía seguir «coqueteando» (1 Re 18,21) con otros dioses, imitando, en su falta de fe, la danza ritual de los partidarios de Baal (1 Re 18,26) como lo hacía antiguamente. La fe no puede desarrollarse en medio de la duda ni en el servicio simultáneo de dos señores (1 Re 18,21 y 24; cf. Mt 6, 24). Jesús criticó repetidas veces las interpretaciones que los judíos se hacían de la Ley, pero no la desautorizó, sino que la cumplió e invitó a los suyos a cumplirla (Mt 5,17-19), porque, durante siglos, había sido, para el pueblo elegido, la concretización de la voluntad de Dios. EL Señor Jesús no vino a abolir el Antiguo Testamento, sino a perfeccionarlo, a llevarlo a su plenitud, por eso lo seguimos leyendo en Misa y allí encontramos los Diez Mandamientos (Éx 20,2-17; Dt 5,6-21) y otras cuestiones que para nosotros como católicos son regla de vida. Pero el Señor pondrá, sucesivamente, diversos ejemplos —referentes a la caridad fraterna, la fidelidad conyugal, la claridad de la verdad— en la línea de una interiorización vivencial de la Ley, sin conformarse con el mero cumplimiento exterior. 

Por otra parte, hoy miércoles 13 de junio celebramos a uno de los santos más populares, más conocidos, más «taquilleros» en la Iglesia e incluso fuera de ella: San Antonio de Padua. Un santo varón conocido por sus contemporáneos gracias a su poderosa predicación, a su profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras, y a su sencillez de vida en la que los pobres y enfermos tuvieron siempre su amor y devoción. San Antonio es uno de los santos más rápidamente canonizados en la historia de la iglesia y proclamado Doctor de la Iglesia el 16 de enero de 1946, pues se convirtió en el más grande predicador de la Edad Media y uno de los mejores oradores de todos los tiempos. Los dos últimos años de su vida los pasó en Padua, realizando muchas predicaciones, confesiones y trabajando para ayudar a los pobres y enfermos. San Antonio es uno de los rostros de la misericordia de Dios que siempre primerea. En él se descubre y se hace realidad concreta y tangible la mano de Dios bajo el cuidado materno de María a quien el santo tanto amaba, el amor a la presencia perpetua de Cristo en la Eucaristía que tanto adoró, en la conversión que tanto predicó y en el sacramento de la reconciliación que tanto dispensó. «El gran peligro del cristiano —decía en sus sermones y alocuciones— es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree»... ¡Que Dios me libre de ser solamente un hablador le pido hoy a san Antonio, que Dios me libre de solo escribir por escribir! Él, el patrón de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Él, que es invocado para encontrar los objetos perdidos y para pedir un buen esposo o esposa, interceda por mí y por todos. A él quiero decirle hoy: «A ti, Antonio de Padua, a ti que tuviste la dicha de tener entre tus brazos al Niño-Dios, a quien le tuviste siempre inmensa confianza, recurro hoy. Te pido por mis hermanos más necesitados, por los que sufren, por los oprimidos, por los marginados, por los que hoy más necesiten de tu protección y también por los que te ponen de cabeza para pedir una buena novia o un buen galán. Intercede para que nos amemos todos como hermanos, que en el mundo haya amor y no odios. Ayúdanos a vivir el mensaje cristiano y no ceses de interceder por Él, con Él, y en Él, a favor nuestro ante El Padre. Amén. ¡Bendecido miércoles, hoy 13 que comienza la novena a la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento! 

Padre Alfredo.

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