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La vida de Bernabé está marcada por un amplio horizonte de evangelización que toma fuerza por la decisión de partir hacia Chipre, viaje que seguramente se debió inicialmente a razones personales de Bernabé. Sus padres habían vivido en aquella isla y sin duda esperaba encontrarse en ella con la ayuda de parientes y conocidos. Aquél fue un arranque importante para la nueva orientación evangelizadora que Bernabé daría a su vida (Hch 13, 46-52). Este hombre santo, a quien la Iglesia recuerda hoy, es un cristiano de primera línea, un hombre lleno de fe y del espíritu de Dios, un evangelizador incansable y un creyente de amplios horizontes al que mucho hay que imitarle. Si él se atrevió a soñar una Iglesia en la que se viviera la unidad entre el pueblo judío y el pueblo procedente de la paganía, por qué no soñar nosotros con alcanzar esa unidad con la cultura neo-pagana que nos rodea. Si su fe en el Mesías Jesús le hacía ver como posible ese milagro, por qué a nosotros no nos puede impulsar esa misma fe. El Reino de Dios está tan cerca de todos, como nosotros se los queramos acercar (Mt 10,7-13).
Nuestro paso por este mundo es tan breve como la vida de Bernabé y de muchos discípulos–misioneros más que han dejado una huella imborrable. En su breve paso por el mundo san Bernabé dejó constancia de su recia personalidad, de su incansable celo misionero, de su fidelidad a la Iglesia. Con un espíritu abierto a la verdad, abrazó la doctrina de Cristo y no dejó ni de seguirle ni de anunciarle nunca. Deseoso de entregarse al servicio del Señor, vendió desde el inicio todos sus bienes y se consagró de lleno a la evangelización del mundo pagano. Con su ejemplo nos enseña a que busquemos en primer lugar el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se nos entregará por añadidura. Anunciar el Reino no es en primer lugar enseñar verdades y doctrinas, catecismo o derecho canónico, sino llevar a las personas a una nueva manera de vivir y convivir, a una nueva manera de actuar y de pensar desde la Buena Nueva, traída por Jesús. Eso es lo que hizo Bernabé y lo que hemos de hacer nosotros como discípulos–misioneros. La escuela mejor es el mismo seguimiento del Señor, que, a pesar de nuestra miseria y de nuestro atolondrado corazón, se ha fijado en nosotros y espera un «sí» como el de este santo varón, un «sí» como el de María en el que no hay reversa, sino siempre un «envíame», un «hágase en mí según tu palabra». ¡Bendecido lunes celebrando a san Bernabé!
Padre Alfredo.
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