Hay, en la Biblia, algunos libros breves —muy breves, diría yo— que por lo general, son ignorados por muchos católicos por su propia brevedad o porque parecen esconderse como una aguja en un pajar. Este es el caso de la epístola o carta del Apóstol San Judas, un diminuto libro bíblico que contiene un solo capítulo con veinticinco versículos. La mayoría de los estudiosos católicos identifican a este Judas con el «Judas hermano de Santiago» (Lc 10,16; Hch 1,13) también llamado «Judas Tadeo (Mt 10,3; Mc 3,18) por el hecho de que su hermano Santiago era más conocido que él mismo en la iglesia primitiva. Este punto de vista queda ampliamente confirmado por la expresión «el hermano de Santiago», con el cual Judas se designa a sí mismo al principio de la carta. El pequeño trozo que la liturgia de la palabra de hoy nos presenta (1 Jud 1,17.20-25). quiere ser una exhortación a los bautizados para que conserven la Fe y se mantengan en el amor de Dios esperando la vida eterna (Jud 1,20-21) cuidando a la vez, su comportamiento hacia los cristianos que han dudado o perdido la fe (Jud, 122-23), mostrando a todos que nuestro camino único es hacia Dios, manteniéndonos firmes en su Amor.
Hoy en día, ante tantos falsos maestros que parecen ofrecernos el elixir de la felicidad atacando a la Iglesia católica, a sus miembros —especialmente a la jerarquía— y a su forma de existir en el mundo, hay que tener una fe muy fuerte que muestre que nuestro corazón de hombres y mujeres de Fe está muy bien unido a nuestro cerebro y no camina sin ton ni son como un caballo brioso y desbocado por aquí y por allá. Nuestra Fe, construye, edifica, nos hace fuertes gracias a la oración, que nos hace mantenernos en contacto con el mismo autor de la Fe, reconociendo y agradeciendo que todo es regalo de Dios para uno mismo y para darlo a los demás. Vivimos tiempos difíciles, en donde por cada lado de nuestro andar por la vida van apareciendo estos falsos maestros vestidos de mil colores que atraen y atrapan a quienes por ir tan de prisa y faltos de Fe, quedan maravillados ante el brillo de falsas doctrinas que parecen solucionar los problemas —que todos como humanos tenemos— como por arte de magia con humos, aceites o piedras que, ciertamente gracias a tantos descubrimientos que la física cuántica ha realizado, tienen ciertas propiedades curativas por no del alma, a la que solo cura, fortifica y alienta la Fe bien madura y unida a la razón. Pero la misericordia de Dios es grande y Judas en su carta nos recuerda que unidos en su Amor podemos ayudar a otros a salir de sus pasiones, de sus dudas, de sus miedos, de su falta de Fe a vivir en la Esperanza, a aprender a amar, a aferrarse a Dios y a saber distinguir el cilantro del perejil.
El mundo siempre nos querrá cuestionar, como los fariseos quieren cuestionar a Jesús en el Evangelio de hoy (Mc 11,27-33), muchos quieren y seguirán buscando cuestionar nuestra religión. Porque ellos ven la religión sin conocerla, sin haber profundizado un poquito y eso les crea conflictos, dudas, que no saben resolver sin poder descubrir que Jesús solo quiere hacernos ver la verdad, conducirnos a ella y darnos vida interior (Jn 14,6). Marcos, en el Evangelio que hoy meditamos, nos muestra cómo Jesús cuidaba mucho sus palabras ante los fariseos, que solo querían confundirle para que llegase a decir algo con lo que pudieran acusarlo. Hoy, a nuestro alrededor, hay tal vez gente así, que solo busca enredarnos para que dudemos de lo que somos y vivimos. Nuestra respuesta ante tantos interrogantes que hoy nos quieren azuzar, ha de ser un testimonio firme y claro en la Fe —con autoridad—, manifestando esto con nuestras vidas unidas a Cristo mediante el amor, la adoración y gratitud por lo que Él ha hecho por nosotros (Rm 12,1-2) y brindando ese amor hacia los demás, sean creyentes o no, y no ser como los fariseos, que tenían miedo a dar su respuesta, alejándose de Jesús, de la Verdad. El mundo parece no creer ya en palabras, porque ahora con tanta facilidad que tenemos para comunicarnos en las redes sociales, estas van y vienen acompañadas de miles, millones de imágenes de gatitos, maripositas, «memes» y tanta cosa más que brota, muchas veces, de corazones confundidos y nada firmes en la Fe, hambrientos de amor y atraídos por la ensalada aparentemente suculenta del New Age que llena sin satisfacer porque no son palabras de Fe expresadas con autoridad, sino expresiones sentimentales de un amor que se queda siempre corto porque, como afirmó Benedicto XVI —el Papa emérito conocido por su intelecto, erudición y valor para enfrentar temas controvertibles— «El amor no es solamente un sentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor» (D Ce nº 17) porque el Amor, solo viene de Dios para darlo a él mismo y a los demás. Hoy es sábado, siempre dedicado a María, la mujer maravillosa que nos enseña el amor apasionado hacia Dios y a los demás, el Amor que, por la Fe, descubrimos en un Dios que «nos ama personalmente, con toda la pasión de un verdadero amor» (D Ce nº 10) que es el que podemos y debemos mostrar a los demás «para que el mundo crea» (Jn 17,21). ¡Qué con la bendición de Dios les rinda el sábado a todos!
Padre Alfredo.
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