lunes, 25 de junio de 2018

«La paja en el ojo ajeno»... Un pequeño pensamiento para hoy


El tiempo vuela y dentro de 6 meses exactamente, estaremos celebrando el día de la Navidad. Desde que nace Juan el Bautista hasta que nace Jesús transcurren seis meses que vivió María embarazada y que seguramente como a nosotros se le pasaron rápidamente. Ayer celebrábamos esta fiesta del nacimiento del Bautista y pensé mucho en esa espera de la Virgen y de la Iglesia para el día del nacimiento de nuestro Salvador. La vida del creyente es vigilia, es esperanza no solamente porque caminamos hacia otra Navidad más, sino porque vamos de camino anhelando un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 21,1) sabiendo que el Señor volverá y llegará en cualquier momento. Pero, mientras ese día llega, nosotros permanecemos en este mundo en el que siempre hay mucho quehacer para el creyente. La primera lectura de la Misa de hoy, del segundo libro de los Reyes (2 Re 17, 5-8. 13-15. 18; Mt 7,1-5) nos recuerda que si mientras estamos en este mundo y nos movemos en él según la ley del Señor, tendremos éxito; pero si no es así, nuestra historia estará marcada por el fracaso y la frustración sin poder vivir la alegría de la espera. 

Nuestra vida tiene mucho de alegría de hoy y de espera de mañana. Desde Juan el Bautista hasta Jesús, nuestros corazones anhelan que llegue el Salvador y la cambie desde dentro. Es bonito esperar sabiendo que Jesús viene, pro no podemos pensar en una espera estática o «acomodada». La Escritura dice que María permaneció unos tres meses con Isabel y regresó a esperar la llegada de su Hijo en una vida que, seguramente, fue tan ordinaria como la de cualquier otra mujer que espera. Este tiempo, desde hoy 25 de junio hasta el 25 de diciembre, puede ser para nosotros un tiempo hermoso si vivimos esa espera convirtiéndonos cada día buscando no andar por los malos caminos que el mundo tramposo, seductor y materialista ofrece y guardando los mandamientos conforme a la Ley que conocemos perfectamente. No he ido a ninguna tienda de autoservicio en estos días y espero ir solamente a conseguir lo que se necesite, pero, seguramente, estarán ya a la venta, con grandes ofertas atractivas, los árboles de Navidad electrónicos que desecharán al del año pasado y los miles de atrayentes adornos para decorar la casa desde que pase el grito de independencia hasta un día antes del 14 de febrero... Sin caer en extremismos, creo que este año, en especial, tendremos que tener mucho cuidado de cómo caminamos hacia la Navidad. No se si ganaremos el mundial que a todos nos tiene emocionados, pero sí se que dentro de unos días, antes de la Navidad, tendremos en México un nuevo gobierno que hoy por hoy es una incertidumbre hasta que termine el próximo domingo. ¿Qué nos espera? ¿Quién irá a gobernarnos?... No lo se, pero si nos cristianos no nos sujetamos a los criterios básicos que sabemos que todo hombre y mujer de fe deben vivir... no llegaremos felices a la Navidad. 

El proyecto de Dios —de quien viene toda autoridad— es una cuestión que nos hace más humanos, y nos empuja a la promoción del bien, a la defensa de la vida, al crecimiento de la dignidad y los derechos fundamentales del ser humano y al cuidado de nuestra casa común. Todos los candidatos a todos los puestos habidos y por haber en estas elecciones históricas, prometen que darán su vida por todo eso. Pero yo... ¿yo qué prometo?, ¿qué me prometo a mí mismo?, ¿qué le prometo a Dios?, ¿qué le prometo a quienes me rodean? Hoy el Señor nos invita a convertirnos y hacer nuestro el proyecto que Él tiene para hacernos cada vez más hijos suyos y más hermanos unos de otros. El texto del evangelio nos habla claro (Mt 7,1-5). Mateo nos recuerda que, al final de los tiempos, seremos juzgados por Dios que es quien realmente conoce las motivaciones que hay en el corazón de cada ser humano, porque nosotros solamente vemos la paja ajena sin ver la propia viga que llevamos en el ojo. Los creyentes no estamos aquí para juzgarnos unos a otros, sino para ayudarnos a crecer, alertándonos de las desviaciones del camino pero siempre desde el conocimiento del otro y el cariño a su persona. El ejemplo de esta realidad a través de la gráfica imagen de la viga y la paja habla claro. Lo más probable es que la viga esté distorsionando mi vista y me impidiera ver con nitidez. ¡Acabo de celebrar la graduación de los chiquillos de sexto año de primaria del Colegio Diez de Mayo... la reflexión hoy va tarde... ¡pero segura! Bendecido lunes y a seguir caminando hacia el encuentro con Jesús en María. 

Padre Alfredo.

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