Hoy la «FAMILIA INESIANA» está de fiesta y la Iglesia en sí llena de gozo, celebramos la memoria litúrgica de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, virgen y fundadora de esta obra que abraza a tantos corazones que, identificados con sus ideales misioneros, vibramos con sus anhelos misioneros de ser instrumentos de Dios para «que todos le conozcan y le amen». La beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento nació el 7 de julio 1904 en Ixtlán del Río, Nayarit (México), en el seno de una familia católica en la que fue la quinta de ocho hermanos. En 1924, durante el Congreso Eucarístico Nacional de México, se sintió totalmente atraída por Jesús, a cuyo Amor Misericordioso se consagró como víctima de holocausto en 1926. «Mi corazón se fue tras él», exclamaría después recordando aquellos momentos. En medio de las consecuencias que había traído la persecución religiosa al México de aquellos años, sintió el llamado de Dios e ingresó al Monasterio de Clarisas del «Ave María» que estaba exiliado en Los Ángeles, California, en el país vecino, que, en aquel entonces recibió muchos inmigrantes cristianos que eran expulsados del país por su fe, especialmente ministros de culto y conventos enteros.
En la clausura de la comunidad de las Clarisas Sacramentarias, la beata permaneció 16 años viviendo primero en los Estados Unidos y después en México. El día de su profesión religiosa, que fue el 12 de diciembre de 1930, estando aún en Los Ángeles, California, al emitir los votos de pobreza, castidad y obediencia, que fielmente cumplió con alegría y entrega excepcional hasta el día de su muerte, tuvo una fuerte experiencia espiritual con la Virgen de Guadalupe que le dijo: «Si entra en los designios de Dios servirse de ti para las obras de apostolado, me comprometo a acompañarte en todos tus pasos, poniendo en tus labios la palabra persuasiva que ablande los corazones, y en estos la gracia que necesiten; me comprometo además, por los méritos de mi Hijo, a dar a todos aquellos con los que tuvieres alguna relación, y aunque sea tan sólo en espíritu, la gracia santificante y la perseverancia final». Se puede decir que de este encuentro nace la obra contemplativa misionera que funda y que fue autorizada por la Santa Sede el 22 de junio de 1951 recibiendo el nombre de «Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento».
Más tarde de su generoso corazón a lo que Dios pedía, fueron naciendo el resto de las obras. Dios siguió tocando a la puerta del corazón de Madre Inés y se fue formando lo que ahora llamamos la «FAMILIA INESIANA» que bajo el lema adoptado por ella misma: “Oportet Illum Regnare”, es decir: “Es urgente que Cristo reine” (1 Cor 15,25), se encuentra en catorce países del mundo, llevando la palabra de Dios bajo el carisma «Misionero-Contemplativo» que el Espíritu Santo suscitó en la Madre María Inés Teresa, viviendo en alegría y sencillez una espiritualidad eucarística, sacerdotal, mariana y misionera en la condición vocacional específica de sus miembros: Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento (religiosas), Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal (sacerdotes religiosos y misioneros), Van-Clar (Vanguardias Clarisas, laicos misioneros solteros y casados de toda edad y condición), Grupo Sacerdotal Madre Inés (sacerdotes y religiosos que viven la espiritualidad inesiana en sus ambientes), Misioneras Inesianas (laicas consagradas) y Familia Eucarística (Asociación de laicos). La beata María Inés Tersa del Santísimo Sacramanto nos enseña un camino de sencillez y alegría para llegar a Dios. Su vida, alentada en especial por Santa Teresita del Niño Jesús, se hace invitación para caminar por este mundo con la convicción de que somos misioneros invitándonos a hacer «las pequeñas cosas de cada día» por amor a Dios para «salvarle muchas almas». Esta es la «herencia espiritual» de esta mujer que nunca despegó su mirada, su ser y quehacer de un hilo conductor que le mantuvo siempre viviendo para Cristo, por Él, con Él y en Él bajo la mirada constante y siempre alentadora de su reinecita del cielo, Santa María de Guadalupe, prorrumpiendo a cada momento con lso latidos de su corazón misionero: «Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero». La Madre Inés (como es conocida por muchos), murió como había vivido: en serenidad, sencillez, alegría y abandono en las manos del Padre el 22 de julio de 1981, en la ciudad de Roma. Hoy estamos de fiesta y los invito a unirse a este gozo visitando www.madreines.wordpress.com y conociendo allí más de esta alma tan ordinaria y extraordinaria a la vez. ¡Bendecido viernes para todos!
Padre Alfredo.
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