En la audiencia del miércoles pasado en la plaza de San Pedro en Roma, el Papa Francisco refiriéndose al mundial de futbol decía: «Mañana comenzarán los Campeonatos Mundiales de Fútbol en Rusia. Deseo enviar mi cordial saludo a los jugadores y a los organizadores, así como a los que seguirán a través de los medios de comunicación este evento que supera toda frontera. Pueda esta importante manifestación deportiva convertirse en ocasión de encuentro, diálogo y fraternidad entre culturas y religiones diversas, favoreciendo la solidaridad y la paz entre las naciones». ¡Qué contentos estuvimos ayer los mexicanos con ese triunfo inesperado por la mayoría! Y que esperanzas han queda sembrados en los corazones de tantos y tantos mexicanos que, participando de cerca y de lejos en este campeonato, vibramos como gran familia en torno al futbol... el futbol que hace rezar hasta el que se diga más ateo. Estaba terminando de celebrar la Misa de 10 de la mañana cuando la señora Irene se acercó a mí por uno de los pasillos laterales de la parroquia y me dice: ¡Me acaba de llegar el whats de que ya metimos un gol... que pase un bonito día! Y claro, el «¡GOOOOOOOOOOOOLLLLLL!» que explotó en la cancha, en la tele y en los celulares, dejó el día del padre lleno de gritos y alegría que prolongaban aquel «¡GOL-GOL-GOL GOOOOOOOOOOOOOLLLL!».
Igual que el rey, en la primera lectura de hoy (1Re 21,1-16), ansía la viña de su vecino Nabot porque las necesidades de la corte aumentan constantemente, como consecuencia de la centralización y de la evolución de la administración, el hincha mexicano anhela el trofeo del mundial y anhela a la vez, sin hacer a un lado la pasión por el deporte que envuelve ahora al mundo como en un pequeño pañuelo en medio de un periodo de elecciones ante las votaciones ya inminentes, ganar también una vida mejor, un gobierno que lleve al país a metas más altas en el desarrollo, en la solidaridad, en la humanidad. La Palabra de Dios no se presenta nunca desencarnada: La palabra de Elías se deja oír en una situación humana muy concreta, la de aquel tiempo y la de hoy. Se trata de un problema social, político, económico... como decimos hoy. Se trata de un rey que quiere comprar el terreno de su vecino y que le ofrece un buen precio para ello. El vecino rehúsa «porque es una propiedad familiar heredada de sus antepasados». Vemos como se las compone el rey para imponer su punto de vista, y como Elías le recordará los derechos del pobre.
El mundial y la política, dos sectores de nuestra vida que en estos días se entrecruzan y cada uno debe ser considerado atendiendo a la voluntad de Dios y a la vivencia de nuestra fe, porque no dejamos de ser católicos para ir al mundial, ni dejamos de ser católicos para elegir a quien nos ha de gobernar. Hacer dos partes en nuestra vida, la religiosa propiamente dicha y la profana, la de nuestros «negocios»... es ir contra Dios, porque bien sabemos que él se interesa por nuestras compras, por nuestras ventas, por nuestros juegos, por la manera como tratamos nuestros compromisos como ciudadanos. Se fue Ajab a su casa triste e irritado por las palabras que le dijo Nabot: «no te daré mi viña...» Jezabel, su mujer, fue y le dijo: «Yo te daré la viña de Nabot.» Ya conocemos a esa reina sin escrúpulos que le hizo a Elías la vida de cuadritos: El pobre Nabot no estorbará sus planes... ¡la pérfida mujer encontrará fácilmente el medio de obtener su viña! ¡Una reina hace lo que quiere! Así y todo, Jezabel, sabiendo que el pueblo conservaba el sentido de la justicia y de su dignidad, no quería que sus arbitrariedades fuesen conocidas públicamente. El secreto ha sido siempre la primera arma del poder absoluto y de la violencia. No le era difícil a Jezabel contar con la complicidad de algunos de sus nobles, como se narra en la Escritura el caso de David cuando quiso deshacerse de Urías y no dudó que podía contar con la complicidad de Joab. Qué bueno que el salmo de hoy (Salmo 5) nos hace decirle al Señor: «tú no eres un Dios al que pudiera la maldad agradarle, ni el malvado es tu huésped ni ante ti puede estar el arrogante». ¡Cuánto habla esto al corazón! En el futbol y en la política tendrá el creyente que tener confianza en Dios. En ninguno de los dos campos, en el del estadio y en el de los curules, se podrá echar mano de artimañas y de injusticias para conseguir lo que queremos... Jesús va más allá, como en el Evangelio de hoy (Mt 5,38-42) que muestra criterios difíciles de captar en una sociedad que siempre está compitiendo... Roguemos en silencio, como María, que no discutía sino guardaba las cosas en el corazón, por el mundial y por la situación política actual en México. No vayamos a perder la paz interior, o los amigos, o la fe por ninguna de las dos cosas pase lo que pase, porque el mundial se acabará y las elecciones darán el ganador que apoye la mayoría. ¡Que tengas un bendecido lunes y un inicio de semana laboral y académica estupendos!
Padre Alfredo.
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