miércoles, 27 de junio de 2018

«Nuestra Señora del Perpetuo Socorro»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy amanecemos en nuestra tierra mexicana bajo la mirada dulce de María, de la virgen, pues celebramos la memoria de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es un título que le ha dado la Iglesia a la Santísima Virgen María representándola en un célebre icono bizantino del siglo XV. En el cuadro se muestra a la Virgen María con el Niño Jesús, quien observa a dos ángeles que le manifiestan los instrumentos de su futura pasión. El Divino Niño se aferra fuertemente con sus dos manitas de su Madre Santísima que lo sostiene en sus brazos. Durante siglos, el icono original se veneró en Constantinopla —hoy Estambul— como reliquia milagrosa, hasta que fue destruida por los musulmanes en 1453, cuando los turcos conquistaron la ciudad. Una copia bellísima y muy fiel de la pintura perdida, se encontraba en manos de un comerciante cristiano muy devoto de la Virgen, que deseaba evitar a toda costa que el cuadro se destruyera como tantas otras imágenes religiosas que corrieron con esa suerte durante la expansión musulmana hacia occidente. 

Para proteger esta bella efigie mariana, el hombre se embarcó rumbo a Roma; pero en el mar se desató una violenta tormenta que puso en grave peligro al barco en que viajaba. Cuando ya todos a bordo se preparaban para un naufragio, el mercante sostuvo en alto el icono de la Virgen implorando socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro: la tormenta cesó de inmediato y las aguas se calmaron, llegando todos sanos y salvos a Roma. La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro permaneció unos sesenta años casi olvidada en una pequeña capilla de los padres Agustinos hasta que, a instancias del Papa Pio IX, se trasladó en procesión solemne a la iglesia de San Alfonso, construida por los Padres Redentoristas a quienes les confió la imagen con la misión de difundir esta devoción a la Virgen del Perpetuo Socorro. El icono nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su amor y cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. La Virgen, ama, cuida y «socorre» en su Hijo a todos sus hijos que acudimos a ella con plena confianza «gimiendo y llorando en este valle de lágrimas» como dice La Salve. La imagen original se encuentra allí hasta el día de hoy y varias veces el Señor me ha concedido orar ante ella. 

Las oraciones a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro son innumerables, a mi me viene ahora ésta que comparto y que podemos rezar en estas vísperas de elecciones en México: «¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en cuyos brazos el mismo Niño Jesús parece buscar seguro refugio; ya que a ese mismo Dios hecho Hijo tuyo como tierna Madre lo estrechas contra tu pecho y sujetas sus manos con tu diestra, no permitas, Señora, que ese mismo Jesús ofendido por nuestras culpas, descargue sobre el mundo el brazo de su irritada justicia; sé tú nuestra poderosa Medianera y Abogada, y detenga tu maternal socorro los castigos que hemos merecido. En especial, Madre mía, concédeme la gracia que te pido. Amén. Siento que este es un tiempo importante para que nos comprometamos, como nos recuerda la primera lectura de hoy (2 Re 22,8-13; 23,1-3): «a seguir al Señor y a cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y toda el alma» para que, bajo esa mirada de María, que nos socorre, demos, como dice el Evangelio (Mt 7, 15-20) buenos frutos no solo al acudir a las urnas el domingo, sino a saber elegir siempre lo que agrada al Señor bajo el cuidado de la Madre de Dios, a quien, aferrados como el Divino Niño a sus brazos, le pedimos que nos socorra ahora y siempre. ¡Felicidades a quienes llevan este nombre! Me vienen a la mente ahorita mis queridas hermanas Misioneras Clarisas que llevan este nombre en las diversas naciones del mundo, Socorro Ortega, Vanclarista a quien acabo de saludar en Guadalajara, su cuñada Socorro García Reyes y mi querida «tía» Socorro Delgado allá en la parroquia de Santa Martha en Valinda California de quien conservo una imagencita de la Virgen que antes de terminar esa misión puso en mis manos con gran cariño... Desde la Casa de «La Villa» en donde celebraré al rato la Misa con mis hermanas Misioneras Clarisas, les bendigo a todos. ¡Bendecido miércoles ombliguito de la semana y día de descanso para este padrecito! 

Padre Alfredo.

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