jueves, 21 de junio de 2018

«LA EUCARISTÍA, CENTRO DE NUESTRAS VIDAS» (Con escritos de la Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento)... HORA SANTA 36


Monitor: Hoy nos hemos reunido en actitud de adoración, ante el sacramento admirable de la Eucaristía como tantas veces lo hizo la beata Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Cristo, en este augusto sacramento, permanece en presencia real y activa entre nosotros. Nos ponemos en presencia de Dios, con un corazón como el de la beata, deseoso de encontrarse con Él. Madre María Inés nos exhorta a vivir estos momentos de oración: «Que nuestra devoción a la Sagrada Eucaristía sea cada vez más tierna, más fuerte, más amorosa, esforzándose en que la oración ante tan Augusto Sacramento en su adoración individual sea para quien quiso permanecer con nosotros hasta la consumación de los siglos, un consuelo al encontrar en el corazón su gran fe, una confianza ilimitada y el deseo de hacerle amar en todo el mundo». (Carta colectiva de enero 27 de 1973). Que nuestros momentos de adoración nos ayuden a gozar más y más intensamente del don que el Señor nos ha hecho en su Cuerpo y en su Sangre.


Canto de entrada:
«TAN CERCA DE MÍ»

TAN CERCA DE TÍ, TAN CERCA DE MÍ,
QUE HASTA LO PUEDO TOCAR,
JESÚS ESTÁ AQUÍ.


Le hablaré sin miedo al oído,
le contaré las cosas que hay en mí,
y que sólo a Él, le interesarán,
Él es más que un mito para mí.

No busques a Cristo en lo alto,
ni lo busques en la oscuridad:
muy cerca de ti, en tu corazón,
puedes adorar a tu Señor.

Míralo a tu lado caminando
paseando entre la multitud,
muchos ciegos son, porque no le ven,
ciegos de ceguera espiritual.



Ministro: Alabemos y demos gracias en cada momento.
Todos: Al Santísimo Sacramento.

Monitor: La Palabra de Dios nos guíe en este encuentro personal y comunitario con el Señor, que es la Palabra hecha carne y el alimento para nuestras vidas. Escuchemos:

Lector 1: De la Carta a los Efesios (1, 3-10):

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido en él con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos, por el amor, y determinó, porque así lo quiso, que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos, para que alabemos y glorifiquemos la gracia con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado. Pues por Cristo, por su Sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él ha prodigado sobre nosotros el tesoro de su gracia, con toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegara la plenitud de los tiempos: hacer que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, tuvieran a Cristo por cabeza. Palabra de Dios.
Todos: Te alabamos, Señor

Momentos de silencio para meditar.


Canto de meditación:
«SEÑOR A QUIÉN IREMOS»

SEÑOR, ¿A QUIÉN IREMOS?
TU TIENES PALABRAS DE VIDA
NOSOTROS HEMOS CREÍDO
QUE TÚ ERES EL HIJO DE DIOS.


Soy el pan que os da la vida eterna,
el que viene a mi no tendrá hambre,
el que viene a mí no tendrá sed,
así ha hablado Jesús.

No busquéis el alimento que perece,
sino aquel que perdura eternamente;
el que ofrece el hijo del hombre,
que el Padre os ha enviado.

Pues si yo he bajado del cielo,
no es para hacer mi voluntad,
sino la voluntad de mi Padre,
que es dar al mundo la vida.

El que viene al banquete de mi cuerpo,
en mí vive y yo vivo en él;
brotará en él la vida eterna,
y yo lo resucitaré.


Lector 2: Lectura del santo Evangelio según san Juan (Juan 6, 51-58):
(Si está el sacerdote o el diácono presentes a ellos les toca la proclamación del Evangelio)

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben mi sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre. Palabra del Señor.
Todos: Gloria a Ti, Señor Jesús.

Momentos de silencio para meditar.

Monitor: En la Eucaristía, Jesús nos ha dejado el tesoro más grande de su amor. En este amor se vuelve visible y tangible todo lo que hizo durante su vida; en ella pronunció palabras de amor a los hombres, palabras que revelan el amor del Padre, palabras que provenían de su amante corazón. El Evangelista san Juan nos ha dejado lo que Jesús tiene en su corazón. Son palabras de amor que unen al cielo con la tierra. Cristo nos dice estas palabras de amor en cada celebración eucarística y en estos momentos de adoración; nos las dirige desde el cielo pero también como quien se encuentra en medio de nosotros. La beata María Inés Teresa siempre experimentó la cercanía de Jesús Eucaristía en su vida. Estos textos son sólo un pequeño testimonio de ello:

Lector 1: «Tú, Jesús Eucaristía, que desde el sagrario estás interpelando por nosotros a tu eterno Padre, ofrécele, en aras de tu Sagrado Corazón, esta comunidad misionera; implora para ella las mejores y más abundantes bendiciones de su amor, dile como esta comunidad se propone, con su ayuda, trabajar cuanto le sea posible, por hacer dulce y amable su divina Persona de todos los corazones, por extender su culto y adoración intensamente.» (Estudios y meditaciones, f. 723).

Lector 2: «¡Encarnación de Jesús en la Divina Eucaristía! ¡El más sublime misterio de amor que pudo idear Jesús!» (Carta Colectiva sin fecha)... «Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, en Ti confío». (Pensamientos).

Lector 1: «Te encuentro en la Eucaristía ¡tan real! ¡tan vivo! ¡tan Padre!, que, los velos que te ocultan a mis miradas desaparecen por completo a mi fe». (Experiencias espirituales).

Lector 2: «Jesús Eucaristía, que de este sagrario saldrás todos los días para ostentar tu amor y misericordia desde la custodia, en donde te contempla­rán nuestros ojos y te adorará nuestra alma plena de fe, pidiéndote la conversión de los pecadores, la santificación de los justos y la recom­pensa divina que haz prometido a la caridad, te rogamos colmes de bendiciones a nuestros amigos…» (Estudios y meditaciones).

Lector 1: «¿Verdad que te consuelas en esos corazones que viven solamente para ti? ¿Y en aquellos otros que, viviendo solamente para ti, salen por el mundo para difundir tu Eucaristía, para hacerte amar, para darte a conocer?» (Ejercicios Espirituales de 1950).

Lector 2: «Fijo mis ojos en la Eucaristía, me reclino como el discípulo amado sobre su corazón adorable». (Diario de 1944).

Momentos de silencio para meditar.

Lector 1: A Cristo Eucaristía llegamos por María. La Virgen Madre es el camino más corto, más fácil y más seguro para llegar a Jesús. Ella es el Sagrario Divino, la Madre de Dios. Y en la Hostia Santa, junto a Jesús, está María y lo adora, porque también es su Dios. María es «El Primer Sagrario» y su principal función es pasar su cielo al pie de los sagrarios con su Hijo Jesús.

Lector 2: Allí escucha nuestras plegarias y atiende nuestros gemidos y oraciones. Allí está de día y de noche, aún en el sagrario más olvidado. Ella estará siempre con nosotros mientras haya en el mundo una Hostia Consagrada acompañando a su Hijo Jesús. Por eso, podríamos también llamarla «María de la Eucaristía» o «María del Santísimo Sacramento».

Lector 1: Ella, al pie de esta custodia, nos invita ahora a hablar a su Hijo Jesús y a escucharlo. La beata María Inés Teresa, siempre acompañada de María Santísima apunta: «La Eucaristía y María, María y la Eucaristía, estos dos amores fundidos en uno, es el centro donde gravita mi alma». (Ejercicios Espirituales de 1936) y nos da este consejo:

Lector 2: «Seamos eucarísticos, muy marianos y muy sacerdotales. Yo espero en su infinita misericordia, que nuestra pequeña familia misionera florecerá en el amor a Jesús Eucaristía, a la Virgen María y al Papa». (Carta colectiva de diciembre de 1978).

Momentos de silencio para meditar.


Canto de meditación:
«OH BUEN JESÚS»

¡OH BUEN JESÚS!, YO CREO FIRMEMENTE
QUE POR MI AMOR ESTÁS EN EL ALTAR,
QUE DAS TU CUERPO Y SANGRE JUNTAMENTE.
AL ALMA FIEL EN CELESTIAL MANJAR (2).


Espero en ti, piadoso Jesús mío,
oigo tu voz que dice: “ven a mí”.
Porque eres fiel, por eso en ti confío,
-todo, Señor, lo espero yo de Ti. (2)

¡Oh buen pastor, amable y fino amante!
Mi corazón se abrasa en santo amor.
Si te olvidé, hoy juro que constante,
-he de vivir tan sólo de tu amor. (2)

Indigno soy, confieso avergonzado,
de recibir la santa comunión;
Jesús, que ves mi nada y mi pecado,
-prepara Tú mi pobre corazón. (2)

Dulce maná y celestial comida,
gozo y salud del que te come bien;
ven sin tardar, mi Dios, mi Luz, mi Vida;
-desciende a mí, hasta mi alma ven (2).



Monitor: En la Eucaristía se manifiesta Cristo en todo su esplendor, puesto que en la Eucaristía no sólo se da una gracia muy especial, sino al autor de la misma gracia. La presencia del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en la Hostia consagrada significa una presencia personal destinada a hacer surgir la gracia con abundancia ilimitada para abrazar al mundo entero. Aquél que quería nutrir a la humanidad con la propia vida ha elegido la Eucaristía como medio privilegiado para ahondar en toda la profundidad de la vida humana y transformarla en vida divina. Por eso la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento decía que la Eucaristía debe ser el centro de nuestros amores. Escuchemos y meditemos ante Jesús Eucaristía con algunos de sus pensamientos:

Lector 1: «Es de fe, que Jesús en la Eucaristía es el mismo Jesús del Evangelio. Tendré hacia Él los mismos sentimientos de inmensa confianza que tuvieron todos aquellos sencillos de corazón que tuvieron la dicha de contemplarlo en su vida mortal». (A mis queridas compañeras de la Acción Católica).

Lector 2: «Quisiera que todos le conocieran y le amaran en la Eucaristía, que hicieran consistir toda su dicha en estar a sus pies derramando su corazón, entregándole su ser todo entero; que fueran a Él con los sentimientos del publicano, mas con esa confianza plena del Hijo prodigo, derramar sobre el divino Corazón su contrición, sus angustias, sus dolores y sus alegrías». (Meditaciones). 

Lector 1: «Ante un Dios eucarístico el temor no puede anidar en los corazones, sino una santa alegría, porque «él está siempre interpelando por nosotros ante su eterno Padre». Porque él ha pagado por nosotros, porque él se ha cargado con todas nuestras iniquidades; porque en la Eucaristía es un Dios de amor, de misericordia, de perdón». (Estudios y meditaciones).

Lector 2: «En la Eucaristía sobre todo, en el recurso constante al Espíritu Santo, en el abandono filial en los brazos del Padre Celestial, en la confianza sin límites de nuestra Madre Santísima, encontrará el misionero todos los días el sólido alimento que debe repartir a sus hijos». (Lira del Corazón).

Momentos de silencio para meditar.


Monitor: Adoremos a Nuestro Señor Jesucristo presente en esta Hostia Santa con la misma devoción y gratitud con que la Madre María Inés se acercaba a tan augusto sacramento y digamos: Tú eres, Señor, el Pan de Vida.
Todos: Tú eres, Señor, el Pan de Vida.

Lector 1: Señor Jesucristo, nuestro redentor, te damos gracias por tu voluntad de permanecer entre nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Todos: Tú eres, Señor, el Pan de Vida.

Lector 2: Señor Jesucristo, te bendecimos porque los que comen de tu carne y beben de tu sangre, nunca más padecen hambre y sed, pues son alimentados de vida eterna.
Todos: Tú eres, Señor, el Pan de Vida.

Lector 1: Señor Jesucristo, te glorificamos porque en ti hemos sido elegidos por al Padre para vivir en santidad y para ser saciados con tus bienes espirituales.
Todos: Tú eres, Señor, el Pan de Vida.

Lector 2: Señor Jesucristo, te adoramos, porque en la fracción del pan nos has revelado que el Padre de los cielos cuida de las necesidades espirituales y materiales de sus hijos.
Todos: Tú eres, Señor, el Pan de Vida.

Lector 1: Señor Jesucristo, te adoramos presente en la Iglesia, tu Cuerpo místico y sacramento universal de salvación.
Todos: Tú eres, Señor, el Pan de Vida.

Ministro: Señor Jesús, Pastor de la Iglesia, que preparas una mesa ante nosotros y te nos das a ti mismo como alimento: guíanos por los caminos de tu justicia, para que arrancados de las tinieblas y sin temer mal alguno podamos gozar para siempre del descanso de la casa del Padre. Que experimentemos lo mismo que la beata María Inés que decía: «Todo mi anhelo era la Eucaristía… sin la Eucaristía nos sería imposible a vida». (Reflexiones).
Todos: Amén.

Momentos de silencio para meditar.


Monitor: Nos ponemos todos de rodillas para prepararnos a recibir la bendición con el Santísimo Sacramento.


Canto preparación para la bendición:
«TOMAD Y COMED»

ES MI CUERPO, TOMAD Y COMED;
ES MI SANGRE, TOMAD Y BEBED.
PORQUE YO SOY VIDA, YO SOY AMOR.
OH SEÑOR, NOS REUNIREMOS EN TU AMOR.

El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio.
El nos guía como estrella en la inmensa obscuridad.
Al partir juntos el pan, él nos llena de su amor:
Pan de Dios, el pan comamos de amistad.

El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio.
Como todos sus amigos trabajaba en Nazaret,
carpintero se alegró, trabajando en su taller:
con sus manos Cristo obrero trabajó.

El Señor nos da su amor como nadie nos lo dio:
Era tan grande y tan hondo que murió sobre una cruz,
era tan fuerte su amor, que de la muerte triunfó,
de la tumba sale libre y vencedor.


Ministro: Nos diste, Señor, el Pan del Cielo
Todos: Que en sí contiene todas las delicias.

Ministro: Oh Dios, que bajo este admirable sacramento del Altar, nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal manera los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

(Si está presente un sacerdote o un diácono, éste dará la bendición de la forma acostumbrada).

Ministro: Luego de haber recibido la bendición con el Rey de Reyes y Señor de Señores en esta Custodia Santa, quedémonos con una pregunta que nos laza la beata María Inés Teresa: »¿Quisieras conquistar todos los reinos para Jesús Eucaristía? ¿Quisieras sembrar de Sagrarios, aquellas tierras en donde no es conocido el Dios del amor? Si quieres todo esto, pídeselo a Jesús en tu comunión». (Carta personal, 21 de junio de 1943).

Letanías a Jesús Sacramentado: (Se pueden hacer de manera participada como se sugiere hoy y las guía el Sacerdote, diácono o ministro extraordinario que preside).

Ministro: Bendito sea Dios
Todos: Que escogió a María para hacerla su Primer Sagrario.

Ministro: Bendito sea su Santo Nombre,
Todos: Tres veces Santo.

Ministro: Bendito sea Jesucristo,
Todos: Dios verdadero por quien se vive.

Ministro: Bendito sea Jesús Eucaristía,
Todos: Pan bajado del cielo para dar vida a todas las naciones.

Ministro: Bendito sea su Sacratísimo Corazón,
Todos: Custodiado en el Inmaculado Corazón de María.

Ministro: Bendita sea su Preciosísima Sangre,
Todos: Derramada por la salvación de muchos.

Ministro: Bendita sea su gloriosa Ascensión
Todos: Esperanza de los que dejan todo por él.

Ministro: Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Todos: Luz de nuestras vidas.

Ministro: Bendita sea la gran Madre de Dios, María Santísima,
Todos: Que nos dio a luz al Salvador de todos los hombres.

Ministro: Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre,
Todos: Primera evangelizadora de nuestro pueblo.

Ministro: Bendito sea San José, su castísimo esposo,
Todos: Hombre justo, casto y fiel.

Ministro: Bendita sea la beata María Inés Teresa
Todos: Amante incansable de Jesús Eucaristía

Ministro: Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos
Todos: Y en todos aquellos que anuncian su Reino.


Canto final:
«ALMA MISIONERA».
Señor, toma mi vida nueva,
antes de que la espera
desgaste años en mi.
Estoy dispuesto a lo que quieras,
no importa lo que sea,
tu llámame a servir.

LLÉVAME DONDE LOS HOMBRES
NECESITEN TUS PALABRAS
NECESITEN, MIS GANAS DE VIVIR.
DONDE FALTE LA ESPERANZA,
DONDE TODO SEA TRISTE,
SIMPLEMENTE POR NO SABER DE TI.


Te doy, mi corazón sincero
para gritar sin miedo
lo hermoso que es tu amor.
Señor, tengo alma misionera
condúceme a la tierra,
que tenga sed de Ti.

Y así, en marcha iré cantando,
por pueblos predicando,
tu grandeza Señor.
Tendré, mis brazos
sin cansancio,
tu historia entre mis labios,
tu fuerza en la oración.


ALGDR 2018

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