Se terminó hace unas horas la Misa Solemne de la Navidad, arrullamos al Niño, le cantamos y la gente se fue. Me quedé solo en casa, meditando en un canto que hace mucho tiempo que no escuchaba; me vino a la mente el estribillo que dice: «¿Sabes tú qué es Navidad, qué es Navidad... ¡Navidad es el amor de un Dios!» Busqué las estrofas sencillas y profundas en Internet y me ha ayudado a meditar, en la soledad de la noche, en este gran regalo del nacimiento del Mesías Salvador: «En sombras y tinieblas sin luz y sin calor, mi Dios al hombre salva en un derroche de amor... Tu noche y mi noche vagaban sin fin, mi Dios saltó las fronteras y aquí se vino a vivir... Ya no hay que temer, Dios te ha hecho fiar, y salido triunfante, en la empresa del amor». A la luz de este canto popular —tal vez no tanto, porque casi no se escucha— me he puesto a pensar que la Nochebuena y el día de Navidad constituyen una oportunidad única para dejarse envolver por el amor de Dios que, siendo grande, se hizo pequeño y rompe con nuestras pretensiones por amor. Él que siendo rico se hizo pobre, nos invita a amar a su estilo pobre que atrae al pesebre a reyes y pastores. Él, que siendo Dios se hizo hombre, ha proclamado la cercanía y la proximidad del amor divino que viene a nuestro encuentro.
Son muchos los textos de la Escritura que desde ayer en la tarde y durante todo el día se entremezclan en las diversas Misas de esta solemnidad y que la liturgia nos propone para meditar: La Misa Vespertina de la Vigilia: Is 62,1-5; salmo 88; Hech 13,16-17.22-25; Mt 1,1-25. La Misa de la Noche: Is 9,1-3.5-6; salmo 95; Tit 2,11-14; Lc 2,1-14. La Misa de la Aurora: Is 62,11-12; salmo 96; Tit 3,4-7; Lc 2,15-20 y la Misa del Día: Is 52,7-10; salmo 97; Heb 1,1-6; Jn 1,1-18. Me quedo con todos y vuelvo a donde empecé: «¿Sabes tú, qué es Navidad?... Navidad es el amor de un Dios». ¡Qué maravilla! El amor de Dios nos llega en circunstancias de pobreza radical. El Creador del universo ha nacido en un establo, Dios se hace pobre y sin hogar para amar sin fronteras. Pero, ¿cuántos son los que experimentan este amor divino en lo más íntimo de su corazón? El mundo está tan entretenido con tantas compras decembrinas, regalos y cenas, que resulta difícil acordarse del amor de Dios y acogerlo en medio de tanta confusión. Mucha gente se preocupa de que en estos días no falte nada para las cenas y para las vacaciones, pero a casi nadie le preocupa si hace falta el amor de Dios. Por otra parte, el mundo está tan atestado de cosas que no hay lugar para colocar el amor de Dios.
Para muchos tal vez estas fiestas pasarán sin experimentar el amor vivo y gozoso del pequeño Niño de Belén en su corazón. Y quitarán el árbol y los foquitos, sin que Cristo haya renacido en sus vidas...: «¿Sabes tú, qué es Navidad?... Navidad es el amor de un Dios». Pensando la fiesta así, sólo puede celebrarla desde dentro quien se atreve a dejarse amar por Dios que quiere volver a nacer entre nosotros, en nuestra vida diaria. Este nacimiento es así, pobre, frágil, débil como lo fue el de Belén. Pero es un acontecimiento de un amor real y verdadero. El verdadero regalo de la Navidad es el amor de Dios. Felices los que, con un corazón sencillo, limpio, amoroso y pobre reciben y arrullan al Niño Dios en su corazón. Felices los que sienten necesidad del amor de Dios porque Dios puede nacer todavía en sus vidas. Felices los que, en medio del bullicio y aturdimiento de estas fiestas, sepan acoger con corazón creyente y agradecido el regalo del amor de un Dios Niño que invita a todos a acercarse al portal. Dejémonos amar por este nuestro Dios que se manifiesta al corazón que se hace sencillo y valora el amor. Y pidamos también en este día, por todos aquellos que tienen que vivir una Navidad en la pobreza, en el dolor, en la condición de emigrantes, en medio del dolor de la enfermedad o la soledad, para que aparezca ante ellos un rayo de este amor de Dios; para que les llegue a ellos y a nosotros ese amor que Dios, con el nacimiento de su Hijo en el establo, ha querido traer al mundo en el regazo de María Virgen y al cuidado de José. Hoy termino mi reflexión cantando: «¿Sabes tú qué es Navidad, qué es Navidad... ¡Navidad es el amor de un Dios!» ¡Te deseo una Feliz Navidad a ti y a todos los tuyos!
Padre Alfredo.
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