jueves, 7 de diciembre de 2017

Aumentar nuestra confianza en el Señor... Un pequeño pensamiento para hoy

Debido al relativismo que en nuestra época vivimos, hay mucha gente que se va a los extremos y exagera. No faltan, por ejemplo, los que creen que confiar en Dios es dejar de lado cualquier recurso humano, como los que dicen que no tendrán ningún ahorro y no tomarán medicinas, ni las debidas precauciones para vivir, porque confían en Dios. Por otra parte, en algunas personas, se percibe mucha falta de confianza en Dios, muchos andan desesperados y son arrastrados por el viento, solo rodeados de congoja, no comen, no duermen, no ríen no hacen nada, no confían en Dios. A veces algunos confían sólo en sus propias fuerzas y a partir de ahí quieren enfrentar sus luchas. Dios es la fuente de todas nuestras bendiciones y por lo tanto debemos de confiar siempre en él. El profeta Isaías nos habla hoy de esa confianza que debemos tener en el Señor (Is 26,1-6). Dios da su gracia solo a aquellos que perseveran en la confianza constante en Él y no a quienes aparecen ante Él por temporadas, para invocarle sólo cuando hay necesidad. Dios pide que seamos perseverantes en confiar que solo él nos da la victoria.

El Adviento es un tiempo privilegiado para aumentar nuestra confianza en el Señor que viene a salvarnos y hacer una revisión en lo tocante a este tema. Dejamos de confiar en Dios cuando a partir de las bendiciones que recibimos, queremos ganar las batallas por nuestras propias fuerzas. Dejamos de confiar en Dios cuando pensamos o imaginamos que lo que él nos ha dado es suficiente para vivir de manera independiente de él sin darle gracias y alabarle. Dejamos de confiar en Dios cuando comenzamos a darnos permisos y empezamos a creer que la bendición de Él nos exime de orar y de leer y meditar su Palabra. Dejamos de confiar en Dios cuando creemos que somos alguien tan bendecido que no necesitamos doblar las rodillas ni ir a Misa a cada domingo. Dejamos de confiar en Dios cuando creemos que, porque nos ha dado grandes cosas, no debemos de hacer lo que hacíamos cuando no éramos nada. Dejar de confiar en Dios es dejar de respetar a Dios, es dejar de darle el lugar que le corresponde en nuestra vida, es pensar que la posición que tenemos en la sociedad, nos da seguridad y somos inamovibles e invencibles, y creemos que podemos hacer lo que queramos. 

El Evangelio de hoy (Mt 7,21.24-27) nos dice que «No todo el que dice: “¡Señor, Señor!” entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad del Padre Dios»... y eso solamente lo puede hacer quien confía en Él de todo corazón. Si confiamos en el Señor, nuestra vida, en medio de las dificultades de cada día, gozará de firmeza, de seguridad, como el que edifica su casa sobre roca, y a pesar de todas las inclemencias que le puedan venir, no se hundirá, se mantendrá firme porque está bien cimentada. La mejor manera de que nuestra casa, nuestra persona, se mantenga en pie y no se derrumbe ante fuertes vientos que la puedan azotar es.. ¡confiar en el Señor! Aprovechemos este tiempo de Adviento para revisar nuestra confianza en el Señor. Digámosle «¡Señor, Señor, ven!», busquemos y esperemos su voluntad para cumplirla. La Virgen María, la dulce Señora del Adviento nos ayudará. Ella, mientras esperaba gozosa el nacimiento del Mesías, que yacía en su vientre, se encaminó presurosa a ayudar a Isabel a confiar en el Señor y en su infinita misericordia.  Ella nos ayudará a que nuestras vidas, por la confianza depositada en el Señor, edifiquen una ciudad fuerte, con bloques y ladrillos de armonía, de solidaridad, de justicia, de lealtad, de paz, de seguridad en el que ha de venir. ¡Que tengas un bendecido jueves muy bien aprovechado para hacer una visita a Jesús Eucaristía, si no en el templo, porque te sea difícil, sí en tu corazón confiando en él!

Padre Alfredo.

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