sábado, 11 de noviembre de 2017

«No se puede servir a Dios y al dinero»... Un pequeño pensamiento para hoy


¡Con cuánta claridad habla Jesús muchas veces y que lejos de muchos corazones el entender sus palabras! Así sucede este sábado: «¡No pueden ustedes servir a Dios y al dinero!» (Lc 16,9-15). No se puede vivir consumiendo egoístamente toda clase de bienes y pretender, al mismo tiempo, ser fieles a un Dios que pide amor, desprendimiento y solidaridad. La meta de la vida de todo discípulo-misionero de Jesucristo, es que sus caminos coincidan con los de Dios, que aquello que se busca en la vida sea lo que a Dios le agrada: el cumplimiento de su voluntad, la salvación de las almas, la extensión de su Reino, etc. San Lucas nos da, en el mensaje de Cristo, una guía práctica para hacer uso del dinero. Dios ama al que da con alegría (2 Cor 9,7), al que comparte sin lamentarse, al que da sin distinciones ni pesar, al que brinda ayuda sin pensar que hace una inversión a su favor. Los bienes hay que usarlos con los criterios de la misericordia, de la bondad, de la caridad y de la justicia. ¡Hay tanto por hacer en este mundo que lo que necesitamos son bienes para hacerlo! Pero... ¿Qué hacemos con los bienes que Dios nos permite tener? ¿Cómo distribuimos el dinero que llega a nuestras manos?

Un estudio realizado por una ONG ecologista «WWF», junto con la organización «Global Footprint Network», aprovechando la celebración del llamado «Día de la Sobrecapacidad de la Tierra» reveló a la ONU que la población mundial consume más recursos naturales de los que la tierra puede regenerar en todo el año, por lo que está agotado el «presupuesto ecológico anual» con el que cuenta el planeta, antes de tiempo. «Estamos viviendo a costa de los recursos naturales de las futuras generaciones», han expresado. A raíz de esto, la ONU ha revelado que, en los siete primeros meses de 2017, se consumió el presupuesto para todo el año. Según sus cálculos, el consumo de la humanidad excede el 70% de los recursos disponibles. Es decir, se necesita el equivalente de 1.7 planetas para satisfacer las necesidades humanas de hoy. «La Tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable», dice el Papa Francisco en su encíclica «Laudato Sí’». Y los estudios científicos que les comparto le dan la razón, y es que la humanidad «vive a crédito». Es decir, hemos «consumido» todos los recursos naturales que el planeta puede producir en un año y estamos endeudados. Pero... ¿Qué hemos dado?

Todo esto revela —a mi juicio— que Jesús tiene muchísima razón en lo que dice en el Evangelio del día de hoy en este pasaje que es una mezcla de diferentes aspectos de la vida, pero con el énfasis puesto en la calidad de la vida que vivimos. Fácilmente podemos perder el verdadero valor de nuestras vidas si nos enredamos en el aquí y ahora de nuestra vida diaria, queriendo servir al mismo tiempo a Dios y al dinero, sin dar el primer lugar a Dios. Y aquí la palabra «dinero» puede ser entendida literalmente, pero también se le puede dar un significado metafórico que exprese todo lo que distrae del cuidado de los bienes que Dios ha dado a nuestro mundo «la casa común» y el despilfarro de tantos y tantos recursos que se hacen entonces «líquidos», como dice el sociólogo Zigmunt Bauman. Desde el punto de vista de Jesús, el «dinero» es para compartir y para ayudar a dar dignidad al hombre y su entorno, no para acabarse todo en un consumismo galopante. Los recursos se deben usar para hacerse amigos a los pobres, a los marginados, a los necesitados, a los solos, a los tristes, a los deprimidos... Si cada discípulo-misionero de Cristo, al encontrarse con alguien menos afortunado que él o ella, mantiene el propósito firme de compartir algo y no despilfarrar, el mundo de mañana será un mejor lugar en donde los recursos alcancen porque todo se aprovecha para el bien. Permitamos al Espíritu Santo que nos guíe en el uso de nuestros recursos materiales y pidamos a la Santísima Virgen María que ella, que se encaminó «presurosa» a compartir de lo suyo, interceda y nos ayude. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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