miércoles, 22 de noviembre de 2017

LOS TALENTOS... Un pequeño pensamiento para hoy


Apenas el domingo compartía con ustedes mi reflexión en torno al pasaje del Evangelio de san Mateo que habla de los talentos -o millones en la traducción para México-. Hoy volvemos, en la reflexión diaria sobre este mismo tema, pero en el Evangelio de san Lucas, que funde dos parábolas en una. Jesús ya está cerca de Jerusalén y los oyentes de sus enseñanzas esperaban que la llegada de la plenitud del Reino se daría de un momento a otro. San Lucas toma estas palabras de Jesús para aclarar que reino de Dios no llegará en un futuro inmediato, que hay que esperar la justicia de Dios al final de los tiempos y que en el Reino entrarán los que viven y actúen con responsabilidad mientras el Señor está ausente. La cuestión principal de esta parábola está en la importancia de hacerse cargo de la misión que el Señor nos ha encomendado como discípulos-misioneros… ¡hay que hacer fructificar los dones recibidos! Para todo aquel que se ha dejado alcanzar por Cristo, la vida cristiana no consiste en estar pendientes del futuro y absortos en él. La tarea se realiza en el presente, no sólo en la expectación.

Hay que trabajar sin descanso por establecer el Reino de Dios en este tiempo previo -del “ya” pero todavía “no”-, este tiempo que es incierto en su duración, este tiempo que no es otra cosa que el kairós de la Iglesia en el que no tenemos otra opción para construir una nueva civilización del amor que hacer germinar los talentos que la vida nos ha dado. Este, que nos ha tocado vivir, es tiempo de espera, porque el Reino de Dios manifestado en Cristo Jesús va cciendo lentamente y no es lugar de ociosos, sino espacio para gente que quiera poner manos a la obra de administrar con habilidad los propios talentos que el Creador ha puesto en nosotros para multiplicarlos y compartirlos. Nuestro tiempo es de trabajo y de un quehacer constante, porque el Reino tampoco admite gente que esté mirando hacia atrás celebrando las glorias del pasado creyendo ilusamente que todo está hecho. La parábola nos recuerda una vez más que el Señor volverá y nos pedirá cuentas a todos, a los que invierten los talentos y a los que los sepultan. El Señor premiará a los fieles, a los que han entendido que la vida es un espacio de santificación  para dar gloria a Dios contribuyendo con lo que son y lo que tienen con la misma vida compartida con los hermanos, peregrinos y buscadores como nosotros, de la voluntad de Dios.

La espera del Señor no debe paralizarnos ni asustarnos para ir a enterrar el talento que hemos recibido. Al contrario, el encargo que nos ha dejado el Señor debe estimularnos para adelantar la venida del Reino, que siempre será tiempo de gozo y nunca de andar tristeando. Recordemos cómo María, que oraba junto con los apóstoles esperando la llegada de la plenitud del Reino, es invocada como “causa de nuestra alegría”, porque la alegría de nuestros corazones es la llegada del Reino de su Hijo Jesús. Desde ayer estoy en Monterrey visitando a mi madre, que está recuperándose de una inesperada visita del Señor en la enfermedad. Ella, que siempre está alegre y glorificando al Señor esperando la llegada del Reino no pierde el ánimo. Hoy regreso a la jungla asfáltica de mi querida CDMEX. Desde aquí, literalmente al pie del cerro de La Silla, en casa de mi hermano y su familia -que es la mía- mando un sincero y apretado abrazo virtual a monseñor Pedro Agustín Rivera Díaz, nuestro querido y admirado párroco allá en Fátima de la colonia Pro-Hogar. Este santo varón que, en todo momento, desde cerca y desde lejos, nos llena el corazón de la alegría de los valores del Reino con su entrega sin medida, su perenne sonrisa y su amor a Jesús Eucaristía. ¡Muchísimas felicidades Monseñor, hermano y amigo de tantos y tantos años! ¡Que tengan todos un miércoles lleno de oportunidades para multiplicar sus talentos y seguirle dando gloria al Señor!

Padre Alfredo.

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