jueves, 9 de noviembre de 2017

«DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN»... Un pequeño pensamiento para hoy


Desde que éramos pequeños, en casa nos enseñaron que Dios está en el cielo en la tierra y en todo lugar y no solo en los templos que los hombres edifican. Sin embargo, ya desde el Antiguo Testamento, Yahvé enseñaba a su pueblo la importancia de los lugares consagrados a Él. Jesús enseñó también la importancia del Templo. Cuando estaba en Jerusalén solía ir al Templo a enseñar. Él mismo había sido allí presentado por José y María a su Padre (Lc 2,21-40). El Evangelio de hoy nos enseña que el celo por la casa de Dios, su Padre, le consume (Jn 2,13-22). Pero, ¿por qué este evangelio si estábamos leyendo a san Lucas en estos días? Es que hoy la liturgia hace un paréntesis para celebrar, por una tradición antiquísima que arranca del siglo XII, el aniversario de la dedicación de la basílica construida por el emperador Constantino en el monte Laterano conocida como «La Basílica de San Juan de Letrán», que es la iglesia-madre de Roma, dedicada al Salvador y a San Juan Bautista. Ya sabemos que el Templo es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido Su Palabra (Jn 14, 23). Pero esta verdad no contradice la importancia de honrar los templos hecho de piedra. Aunque rezar en casa debe ser una práctica diaria, no es suficiente.  Jesús quiso salvarnos del pecado, no por separado, sino unidos como un pueblo.  Por eso instituyó la Iglesia y esta se congrega en el templo. 

En la Iglesia Católica se le da el nombre de Basílica a ciertos templos más famosos que los demás y a los cuales el Papa les concede ese honor especial. La primera Basílica fue esta de Letrán. Era un palacio que pertenecía a la familia Letrán. Constantino lo compró y lo regaló a la Iglesia. El Papa San Silvestre lo convirtió en templo y lo consagró el 9 de noviembre del año 324. Esta basílica es la Catedral del Papa. En su frontis tiene esta leyenda: «Madre y Cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del mundo». Está dedicada al Salvador, porque cuando fue nuevamente consagrada, en el año 787, una imagen del Divino Salvador, al ser golpeada por un judío, derramó sangre. Se llama también Basílica de San Juan (de Letrán) porque tiene dos capillas dedicadas una a San Juan Bautista y la otra a San Juan Evangelista. Allí se celebraron cinco Concilios y en 1929 el tratado de paz entre el Vaticano y el gobierno de Italia (Tratado de Letrán). 

Celebrar la dedicación de la iglesia madre de todas las iglesias es una invitación a que los discípulos-misioneros vivamos la universalidad de nuestra fe unidos al Papa, siendo piedras vivas en la construcción de la Iglesia (universal, diocesana, parroquial...), cuyo templo, altar y víctima es Jesucristo, el Cordero Inmaculado, y en la que ofrecemos (con él, por él y en él) nuestra entrega como culto agradable a Dios. Por eso es hermoso el texto del Evangelio de hoy que nos muestra el amor entrañable de Cristo por el templo como «Casa de su Padre». «En ese momento —dice el evangelista—, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito; El celo de tu casa me devora» (Jn 2,17). Por Jesús y en Jesús, nos convertimos en «templo de Dios». ¿No saben que son templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? (1 Cor 3,16). De hecho, los primeros cristianos durante siglos no tenían templos. Sabían —como nosotros debemos comprenderlo— que la asamblea era la comunidad donde se hacía presente el Señor. «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20). ¡Cuánto respeto nos merecen los templos materiales! Pero, muchísimo más hemos de respetar y «venerar» a las personas. «Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de éstos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt 25, 40). Pidámosle a María, Madre de la Iglesia, la mujer llena de fe y confianza en el Señor, que nuestra asistencia a la «Casa de Dios» se explaye en una vida de fe en la casa, en la vida de familia, porque ahí está nuestra «iglesia doméstica», esa que debe reflejar aquella vida de la Sagrada Familia en Nazareth que asistía al templo y prolongaba el gozo de la Palabra en el hogar. ¡No olvidemos que hoy es jueves eucarístico y sacerdotal, un buen día para asistir al Templo y contemplar a Jesús en la Eucaristía, invitando a José y a María pidiendo por nuestra familia!

Padre Alfredo.

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