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Nuestra existencia es prestada y cada vida se va entretejiendo, al menos, con tres actitudes básicas y constantes: ver, juzgar y actuar. El evangelio de la liturgia de hoy nos lo recuerda (Lc 12,54-59) y nos muestra que es importante ver y saber lo que vemos mientras estamos en este mundo: «¿Por qué no interpretan entonces los signos del tiempo presente? ¿Por qué, pues, nos juzgan por ustedes lo que les conviene hacer ahora?» (Lc 12,56-57). No todo lo visible llegamos a verlo y casi nada es evidente e inequívoco en esta vida, porque el dato puro no mueve la historia ni los sueños ni las decisiones. Vamos viviendo a la sorpresa de Dios y siendo lo que interpretamos viendo, juzgando y actuando. La vida pasa tan de prisa como para Alan en sus 23 o para Germán en sus 83... «Se hace camino al andar» dice el poeta y el cantante, y ese camino se construye decidiendo momento a momento. De nada sirven 10, 15, 70 o 100 años de ver e interpretar si no hay arrojo para llevar el Evangelio a la práctica. A Germán lo vi por penúltima vez en una reunión de consejo de pastoral parroquial, lleno de entusiasmo y dando sus sabios consejos de una persona entrada en años; nuestro último encuentro fue en el hospital y él ya sin hablar, días antes de morir. Alan, por su parte, estaba preparando su viaje a África, colaborando en las ventas para recaudar fondos en la parroquia de Santa Rosa de Lima, en donde el grupo de Van-Clar de Maywood se reúne; por aquí y por allá han quedado algunas fotos como muestra de su entusiasmo por la misión.
Cuantos proyectos de tanta gente se quedan en nada porque al final no se atreven a dar un paso, tomar una decisión, decir sí o no en lugar de dejarse llevar por la vida. Germán y Alan han concluido su andar en esta tierra y «la gracia» los ha llamado a la vida eterna. Sabemos que, como dice san Pablo, Cristo es el único que libera de las ataduras de la muerte, el único que nos saca de las tinieblas y del sufrimiento y nos lleva a la luz y a la alegría de la vida eterna. Así que ante este testimonio tan grande y valioso de Alan y Germán sólo podemos decir: «Te damos gracias, Señor, por tantos beneficios concedidos a nuestros hermanos Alan y Germán y por otros tantos beneficios que, a través de ellos, has dejado a muchos». Si sabemos distinguir y aceptar la voluntad de Dios como ellos, alcanzaremos el fin último del cristiano que es la santidad. Descansen en paz estos hermanos nuestros y que el Espíritu de Cristo invada nuestro corazón para que libres de toda inclinación al pecado, podamos experimentar la Vida Eterna desde aquí y ahora como María, como los santos, como muchos hermanos en la fe que se nos han adelantado. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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