Hoy celebramos a dos de los doce Apóstoles cuyos nombres solamente se mencionan en el Evangelio sin decirnos nada de ellos; un par que es contrastante: Simón y Judas. Por un lado Judas Tadeo, un santo hacia el que miles y miles de gentes se desbordan en devoción, y por el otro, Simón, un santo prácticamente desconocido. El único dato cierto respecto de él es que es uno de los Doce Apóstoles elegidos por Jesucristo para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (Mc 3,13). Es muy probable que perteneciera al grupo de los «zelotes», cuyo fin era trabajar contra la invasión romana. Sin embargo, la escucha de la palabra de Cristo fue para él el descubrimiento a la universalidad del amor de Dios. De san Judas, solo hay un dato en el Evangelio y es san Juan quien lo refiere (Jn 14,22) cuando Cristo, explicando en la noche de la Cena a sus discípulos, que quien guarda sus mandamientos es quien realmente le ama y que él a su vez le amará y se manifestará a él, Judas, en un acto de amor al prójimo, le interrumpe con la pregunta: «¿Cómo es que tienes que manifestarte a nosotros y no al mundo?». Cristo le responde que quien le ama a él, será amado por el Padre y que el Padre y él harán morada en el que le ama.
La tradición sostiene que estos dos Apóstoles se celebran el mismo día porque iban siempre juntos en fecundo apostolado. El Señor los llamó a formar parte de «Los Doce. Ambos apóstoles recibieron, con los demás, el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego el día de Pentecostés. Habían presenciado los milagros de Jesús en Galilea y Judea y escuchado sus sermones; le vieron resucitado y hablaron con Él después de su muerte, le vieron resucitado y fueron testigos de su ascensión al cielo. Pero, como digo, es indiscutible que san Judas es el más popular de los dos. En Ciudad de México, este día de su fiesta, al templo de «San Hipólito y san Casiano» donde se venera su imagen, asisten entre 80 mil y 100 mil personas, siendo la tercera iglesia más visitada del país, después de la Basílica de Guadalupe y la de San Juan de los Lagos, y conocida también como «La Iglesia de san Juditas». Pero ¿qué clase de devoción es la que se debe tener a san Judas Tadeo?
La devoción a San Judas Tadeo –y a todo santo y beato–debe de tener un fundamento sólido en la persona de Jesucristo para evitar malas interpretaciones. Jesucristo a sus doce discípulos y entre ellos a San Judas Tadeo les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio…» (Mc 16,15). Lo cual, nos permite hablar con certeza de la persona de San Judas Tadeo como un discípulo elegido por el mismo Jesucristo y continuador de su mandato misionero. Un santo es sólo un intercesor, y quien obra los milagros es Dios a través de él. El beato Pablo VI, en la exhortación «Evangelii Nuntiandi» (no. 48), hace una distinción entre Religiosidad Popular (manifestaciones religiosas bajo la dinámica meramente cultural) y Piedad Popular (manifestaciones religiosas iluminadas por el Evangelio). Cierto que, por lo menos en esta megalópolis donde vivo, muchos de los devotos de san Judas se quedan en la manifestación de Religiosidad Popular venerándolo como «abogado de las causas difíciles y desesperadas». Pero la devoción a San Judas Tadeo, en la Piedad Popular, debe llevar a todo nuestro pueblo más allá, debe conducir a todos a un sólido compromiso con la misión. Por eso hay que aprovechar la fiesta de San Simón y San Judas Tadeo para acercarnos más a Dios, pidamos a san Judas, que, junto con san Simón, interceda por nosotros y nuestras familias, recordando que lo realmente importante de nuestra fe es que vivamos nuestra vida de cara a Dios. Pidamos también a Santa María, Reina de los Apóstoles, que nos ayude a redescubrir siempre y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo testimoniarla con valentía y al mismo tiempo con serenidad. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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