jueves, 19 de octubre de 2017

«En las redes sociales»... Un pequeño pensamiento para hoy

El evangelio de san Lucas, un evangelio que resalta el aspecto misericordioso y misionero de Cristo, habla también mucho de los conflictos que se daban entre Jesús y las autoridades religiosas de la época constituidas por los fariseos y saduceos (Mt 23,19), hombres que se sentían con tal grado de autoridad que de alguna manera se puede decir que se adueñaban o que secuestraban la Palabra de Dios y su mensaje, haciendo y deshaciendo con ella –según la interpretaban a su beneficio– leyes a su antojo, sin buscar que fuera conocida y vivida por todos para experimentar su misericordia y su amor. San Lucas nos dice que Jesús hablaba fuerte a estas gentes (Lc 11,52): «¡Ay de ustedes, doctores de la ley, porque han guardado la llave de la puerta del saber! Ustedes no han entrado, y a los que iban a entrar les han cerrado el paso». ¿El paso a dónde?, podríamos preguntarnos. El paso al Reino. ¿Y cómo lo hacían? Querían tener el monopolio de la ciencia respecto de Dios y de la ley de Dios e imponían su manera de ver a los demás, sin dejar margen a otra idea, a un pensamiento diferente, «d puertas abiertas» como diría el Papa Francisco. Presentaban a Dios como a un juez severo y en nombre de Dios imponían leyes y normas que no tenían nada que ver con los mandamientos de Dios, falsificaban la imagen del Reino y mataban en los demás el deseo de servir a Dios y al Reino. 

Una comunidad que se organiza alrededor de un falso dios como el que se hacían los fariseos y saduceos «no puede entrar en la dinámica del Reino», ni tampoco puede ser «expresión del Reino», porque impide, como comunidad cerrada, que sus miembros entren en el Reino. La expresión «entrar en el Reino de los Cielos» puede significar para muchos entrar en el cielo después de la muerte, pero es más probable que en san Lucas se trate de la entrada en la comunidad alrededor de Jesús y en las comunidades de los primeros cristianos. San Lucas habla de «la llave de la puerta del saber» y la frase está redactada con el verbo en pasado: «han guardado». San Lucas simplemente constata que la pretensión de los escribas y fariseos de poseer la llave de la puerta del saber respecto de Dios y de la ley de Dios les impedía reconocer a Jesús como Mesías y cerraba las puertas al pueblo para reconocer a Jesús como Mesías compasivo y misericordioso. Todo para ellos era un culto externo que no tenía fecundidad espiritual, sino que mataba el alma.

En este mundo globalizado, donde crece la ausencia de lo transcendente y de lo divino cada vez más; en un tiempo donde tantos hijos de Dios están crucificados por el hambre, la explotación, la injusticia, la pena, la soledad, la persecución y la desesperanza; sólo las voces proféticas pueden decir algo transparente, creíble, que deje huella en el corazón de la gente. Si nos faltaran los profetas, nuestro testimonio de católicos estaría «nejo» como dicen en mi tierra, es decir lejos de la blancura, opaco digamos. La voz de los católicos sería como la de los fariseos y saduceos, rutinaria e inexpresiva; sus actividades, infecundas y frustrantes como la de los doctores de la ley. Al asomamos hoy al Whatsapp, al Facebook y a las demás redes sociales, sería bueno preguntarnos: ¿Cuáles son las voces y los rostros de hombres y mujeres de Iglesia que suscitan interés en estos medios como profetas? ¿Quiénes son escuchados y suscitan preguntas y respuestas de fe en quienes los siguen? ¿Qué clase de comunidad de discípulos–misioneros hemos formado a nuestro alrededor en estas redes? ¿Gira nuestra vida de fe con María, en torno a Jesús o en torno solamente al cumplimiento de leyes externas? ¿Qué ponemos en el muro de Facebook y que clase de «memes» enviamos en Whatsapp? ¿Qué fotos compartimos en Instagram y en Pinterest? ¿Qué videos compartimos de YouTube? Que Ella, la Madre de Dios, la que no tuvo tiempo de quedarse en lo de afuera nos ayude, porque, como dice san Pablo: «Por medio de la fe en Jesucristo, la actividad salvadora de Dios ha de llegar, sin distinción alguna, a todos los que creen en Él» (cf. Rm 3,21-22). ¡Que tengas un bendecido jueves eucarístico y sacerdotal en torno a Jesús y disculpa lo largo de la reflexión de hoy!

Padre Alfredo.

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