San Lucas, en su Evangelio, ocupa más de una tercera parte de su libro (Lc 9,51 hasta el 19,28) a compartirnos una larga y dura caminata de Jesús desde Galilea hacia Jerusalén, de la periferia hasta la capital. Lucas recalca que: «Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén» (Lc 9,51) y nos deja ver que esta decisión va a marcar una larga y dura etapa en la vida de Jesús. La larga caminada simboliza, al mismo tiempo, el camino que las comunidades que seguían a Cristo estaban haciendo. A los primeros cristianos se les conocía como «los del camino». Ellos eran hombres y mujeres ordinarios que trataban de realizar el difícil paso del andar judío hacia el camino de Cristo. Esta caminata simboliza, además, la conversión que cada uno de nosotros tiene que hacer, tratando de seguir a Jesús, a un nuevo estilo de vivir. Durante el camino, los discípulos—misioneros tratan de seguir a Jesús, sin volverse atrás. Y, aunque no siempre lo consiguen, no se desaniman y se dejan «enseñar» y «alentar» por Cristo. Un ejemplo concreto de esta instrucción lo tenemos en Lucas 9,51-56. Al comienzo de ese caminar, Jesús sale de Galilea y lleva a sus discípulos hacia el territorio de los samaritanos. Trata de formarlos para que puedan entender la apertura hacia lo nuevo, hacia el «otro», el que es y piensa diferente.
El Señor decide ir a Jerusalén. San Lucas sugiere que, con esa caminata, comienza una oposición más declarada de Jesús contra el proyecto de la ideología oficial del Templo de Jerusalén, que era ese cumplir por cumplir definiendo, —como decía el padre Santiago Cavazos— el «cumplimiento» de una manera hipócrita: «cumplo y miento». La ideología del Templo quería a un Mesías glorioso y nacionalista que les alcanzara solamente una libertad exterior. En contraste con esto, Jesús viene a ser un Mesías—Siervo que busca la liberación del pecado y la transformación del corazón. Durante la larga caminata, la oposición aumenta y, al final, termina en el arrebato de Jesús. Ese arrebato de Cristo es su muerte en la Cruz, seguida de la resurrección. Para anunciar ese nuevo caminar, Jesús envió mensajeros delante de él (Lc 9,52), que fueron y entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento. Jesús supera las fronteras del territorio y de la raza, pero, la misión en Samaria fracasó. San Lucas deja entrever que el fracaso de la misión se debe, probablemente, a los discípulos. Ellos no entendían por qué Jesús insistía en caminar hacia Jerusalén.
Jesús no acepta las demandas de venganza (Lc 9,54-55. Santiago y Juan no querían llevarse la derrota para casa y, como no aceptaban que alguien no estuviera de acuerdo con sus ideas, quisieron imitar a Elías y usar el fuego para vengarse (2 Re 1,10). Jesús no aceptó la propuesta y no dejó que mudaran el rumbo de la misión. Durante los diez capítulos del Evangelio de San Lucas que describen el camino hasta Jerusalén (Lc 9,51 a 19,28). El evangelista, constantemente seguirá recordando que Jesús está de camino (Lc 9,51.53.57; 10,1.38; 11,1; 13,22.33; 14,25; 17,11; 18,31; 18,37; 19,1.11.28). No podemos parar en este mundo y sus intereses, porque sabemos que vamos detrás del Eterno Caminante. Nuestro «Sí» no puede ser una respuesta estática o estancada, tiene que ser un “Sí» como el de María», constantemente dinámico y con la disposición de estar siempre de camino, hasta llegar al cielo. En esta realidad mundial en que hay tanta persecución, atentados y guerras por cuestiones de fe, San Lucas hoy nos invita a no ser impositivos y estancarnos. Predicamos y defendemos la fe porque estamos convencidos de que Cristo es el centro y vamos caminando detrás de Él; pero no lo imponemos ni con acciones violentas ni con palabras ofensivas. El mejor testimonio de defensa de la fe, deben ser nuestros actos misericordiosos con el prójimo. ¡Feliz martes lleno de bendiciones, mientras seguimos de camino!
Padre Alfredo.
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