viernes, 13 de octubre de 2017

«CENTENARIO DEL MILAGRO DEL SOL EN FÁTIMA»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hace 100 años, exactamente, se apareció por última vez en Fátima la Virgen María, y hoy, en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en esta hermosa y golpeada Ciudad de México, cerraremos el jubileo por este Centenario. El señor obispo don Armando Colín presidirá la Misa de esta comunidad que encabeza monseñor Pedro Agustín Rivera Díaz y en la que el padre Abundio Camacho y un servidor, compartimos el gozo de ejercer, bajo la mirada dulce de la Madre de Dios y Madre nuestra, el ministerio sacerdotal. El 13 de octubre de 1917 fue una jornada en la que una importante multitud asistió al llamado «milagro del Sol», en el que, luego de la última aparición de la Virgen María como la Señora del Rosario, a los pastorcitos Jacinta, Francisco y Lucía, 30 mil a 40 mil personas, según unos testigos y casi 100, según otros, pudieron ver al sol temblar, en una especie de «danza», según relataron los que estaban ahí. El milagro duró alrededor de tres minutos y los pastorcitos dijeron haber visto imágenes de Jesús, la Virgen María y San José bendiciendo a la multitud. Hoy es el último día para ganar la Indulgencia Plenaria que se concede por este acontecimiento.

El Evangelio de hoy (Lc 11,15-26) nos habla de «las señales del Reino». ¡Qué distintas son las reacciones del corazón humano ante un milagro! Por una parte tenemos «el milagro del sol» de hace 100 años y por otra, en el Evangelio, la serie de milagros que Jesús hacía y ante los cuales, como en Fátima tantos años después, la gente quedaba maravillada. A Jesús algunos le tendían trampas, pidiendo señales del cielo y afirmando que Jesús expulsaba los demonios por el poder de Belcebú, príncipe de los demonios (Lc 11,15). ¡Como no podían negar la acción, la atribuían a Satán! En Fátima también hubo quienes no creyeron. Pese a la cantidad de testigos, incluso no creyentes, se han publicado todo tipo de teorías para intentar justificar que lo que se vio no era un milagro ni nada parecido. A la gente del tiempo de Cristo se les hacía duro tener que reconocer el origen y la misión de Jesús. Qué misterio: unos creen incluso en la oscuridad de la fe, y otros dudan ante las pruebas evidentes.

Jesús pasó haciendo el bien y su Madre Santísima ha querido continuar la obra de su Hijo invitando a la conversión. Como Madre cariñosa quiere liberarnos del dolor, del mal, del pecado, de toda esclavitud y llevarnos al encuentro con su Hijo, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn 10,10). Estos últimos 100 años de nuestra historia de lucha contra el mal, son señales que constatan que el Reino de Dios que Cristo empezó a instaurar, está entre nosotros. A veces, ante tantas guerras, atrocidades, robos, secuestros, violaciones, extorciones, engaños, antistestimonios y no se cuántas cosas más, nos cuesta reconocerlo. Pero hemos de captar y afirmar que, el mensaje de Fátima, sigue siendo tan actual como los milagros de Cristo y se hace clara invitación a la conversión de los hombres, para reconocer la presencia milagrosa de Jesús en la historia de la humanidad. Cristo sanaba y, ante esa curación, en lugar de dar gracias, los de corazón torcido lo atribuían al demonio, pero los sencillos y humildes, reconocían la acción de Dios... ¡Los milagros existen! Pero, cuando se tiene manchado el corazón por la envidia, por los rencores, por lo que sea, no se puede apreciar cuanto de bueno y de noble, atesora el corazón del otro. Bienaventurados los sencillos de corazón, como María, que no se cansa de invitarnos a enderezar el corazón y a entregar todo a su Hijo Jesús diciendo: «Oh Jesús mío, es por tu amor, en reparación de las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María y por la conversión de los pecadores». ¡Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros! Amén.

Padre Alfredo.

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