domingo, 8 de octubre de 2017

«La viña del Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cuando leí el pasaje del Evangelio de San Mateo que la liturgia de la Palabra nos ofrece para este domingo 8 de octubre (Mt 21,33-43) sobre los trabajadores ingratos en la viña, pienso en la Iglesia y en nuestras vidas dentro de ella. La Iglesia es la viña del Señor. San Mateo nos recuerda que a Jesucristo le gustaba tomar las imágenes del trabajo y de su tierra para configurar sus parábolas.  Así a veces nos habla de rebaños, ovejas y pastores, y otras veces nos habla de la viña, la vid y las uvas. El evangelista nos cuenta la historia de un propietario de una viña que quiso cuidar sus campos. Los cuidó lo mejor que pudo. Pero se tuvo que ir y dejarla a cargo de unos trabajadores que, se creyeron que eran los dueños. Quisieron quedarse con los frutos hasta llegar al punto de que, cuando el amo envió a sus criados a buscar la cosecha, los mataron. Se atrevieron a matar incluso a su hijo. El señor se enfadó y con razón. El Señor ha fundado la Iglesia y la ha cuidado con amor. La dejó en nuestras manos para dar frutos que alimenten a la humanidad entera (Mt 21,43). Los miembros de la Iglesia, somos responsables de recoger la cosecha, de vivir nuestra vida en fraternidad, en amor, en comprensión y en justicia para llevar la salvación al mundo entero. El fruto que Dios espera de los miembros de la Iglesia es vida y vida en abundancia, nuestra vida donada para la salvación del mundo. 

No somos dueños de la Iglesia. Ésta es un regalo que Dios nos ha dado y que nos pide que cuidemos de ella con amor, que la hagamos crecer en libertad y fraternidad como Iglesia misionera sin fronteras. Vivir nuestro compromiso bautismal en la Iglesia, nuestro ser y quehacer alimentándonos de todo lo que hay de verdadero, justo y noble, llenándonos de lo que en nuestra participación en la vida eclesial encontremos de bondad y auténtica alegría, nos ayudará a dar los buenos frutos que el mundo necesita (Flp 4,8). Escuchar en la Iglesia a María, la mejor jardinera dentro de esta viña, invitándonos a ser como ella y los santos, nos orientará a situarnos en el lugar y condición que nos toca dentro de este proyecto de Dios, sin olvidar que nos toca cuidar de la viña plantada por Dios, sólo como viñadores, cuidadores, servidores del Pueblo de Dios en nuestra vocación específica como compañeros de camino, que van apuntando con su vida a aquel que es el dueño de la viña: Dios mismo.

El Señor nos enseña que nos ha elegido para que demos fruto y nuestro fruto permanezca (Jn. 15, 16). Nos da todo lo necesario, tal como nos cuenta el Profeta Isaías en la parábola que aparece en la Primera Lectura y que es preludio del Evangelio de hoy: «removió la tierra, quitó las piedras y plantó en ella vides selectas ... y esperaba que su viña diera buenas uvas» (Is. 5, 1-7). Ante esa insistencia del Señor de que demos fruto, cabe preguntarnos ¿damos fruto?  ¿damos fruto bueno?  ¿Aprovechamos todas las gracias que Dios nos da para ser como El desea que seamos?  ¿Somos realmente lo que Él desea que seamos? El Señor advierte que el Reino de Dios no será para los que no den fruto. Creo que los católicos de hoy no nos podemos quedar solamente con la intención de querer ir a trabajar a la viña, hay que hacerlo con los medios actuales, para que nuestros frutos no sean raquíticos, sino copiosos. Los medios de comunicación y las redes sociales son un medio privilegiado para anunciar el Evangelio a las generaciones de hoy, junto con el testimonio de vida. La parábola de los viñadores ingratos es una llamada a cada uno de nosotros, para que hagamos todos los días, especialmente este domingo, un examen de conciencia y veamos en qué medida estamos respondiendo a los planes de Dios. ¡Que tengan un bendecido domingo en la viña del Señor, participando en la Misa Dominical con María y toda nuestra familia en la fe!

Padre Alfredo.

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