viernes, 1 de septiembre de 2017

«El aceite para alumbrar»... UN pequeño pensamiento para hoy


Hoy termina para quienes trabajan o estudian en el esquema de «semana inglesa» la jornada de estudios y labores de esta semana, porque, gracias a Dios, es viernes y, para todos, empieza un nuevo mes. Los católicos iniciamos, en este año, este nuevo mes con una reflexión en torno a la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25,1-13), que es el Evangelio que se lee en la Misa de hoy. Los mexicanos siempre encontramos motivos para festejar y, septiembre, no es la excepción... septiembre es el mes de la patria en este bendito país. Le hemos llamado así, «el mes de la patria» por los diferentes eventos históricos que en él se celebran y en el que la connotación la lleva la celebración de la independencia que, además, marca el inicio real de México como país, (antes no era México, era la Nueva España y antes de los españoles nuestros antepasados indígenas eran una serie de ciudades estados y tribus, culturas diversas que guerreaban entre sí en la geografía de lo que hoy es nuestra patria pero que no era nuestra nación). Y septiembre es, además, para todos los cristianos, «el mes de la Biblia», por celebrar en este mes a san Jerónimo, el gran traductor de la Biblia al latín, base de muchas de nuestras traducciones actuales a tantas y tantas lenguas. 

Pero, a pesar de que cada mes hay fiesta o más bien, muchas fiestas, el ritmo de la vida del creyente y del no creyente, del practicante y del no practicante, del hombre de fe y del incrédulo, ocurre normal. El tiempo pasa y se hace la rutina de cada día. Me parece interesante la parábola de las diez vírgenes, en el día de hoy, porque Jesús enseña, con ésta, a vivir intensamente cada día, sin esperar hasta el fin. Hay que estar siempre preparados. En nuestra mente y en nuestro corazón debe estar siempre presente el Señor y su voluntad, viviendo la vida como un «entrar» continuamente en el Reino, pero solo si estamos preparados podremos entrar en ese Reino de los Cielos, en el señorío pleno y bienaventurado de Dios y ser acogidos en la comunión definitiva con él. Quien no está preparado, se encuentra con una puerta cerrada debido a su irresponsabilidad... «¡por falta de aceite!» El futuro se gana en el presente. Hay que tomar en serio el tiempo presente porque, como hemos escuchado por ahí, el cielo comienza en la tierra. Las 10 vírgenes de esta parábola tan conocida, comienzan su encomienda con las mismas condiciones y posibilidades (Mt 25,1), pero luego, cinco le toman ventaja a las otras cinco (Mt 25,3-4). Jesús nos enseña con esto que, personas que han comenzado un andar juntas y han tenido muchas cosas en común, pueden llegar al fin de manera distinta, según su comportamiento. San Agustín, al reflexionar sobre esta parábola, relaciona el número cinco, de las prudentes y de las necias, con nuestros cinco sentidos, queriendo significar de este modo cuál es la actitud que nos proporciona lo que podríamos denominar «virginidad en la fe». En uno de sus sermones, el santo expresa: «El cuerpo no percibe sensación alguna si no le viene por una de sus cinco puertas: o viendo, u oyendo, u oliendo, o gustando, o tocando. Quien, pues, se abstiene de lo ilícito para la vista, de lo ilícito para el oído, de lo ilícito para el olfato, de lo ilícito para el gusto, de lo ilícito para el tacto, abstiénese íntegramente, y a esa entereza y abstinencia total se la llamó virginidad en la parábola» (Sermón 93).

En base a esto me invito y les invito a todos los que esperamos la segunda venida del Señor Jesús, a la reflexión personal y en familia, porque no vamos a hacer mucho si seguimos utilizando mal nuestros cinco sentidos en esta lucha voraz de egos, de placeres y de poderes del mundo actual, dejando en último lugar a la patria y a la Biblia. Tenemos que entender de una vez por todas que el trabajo de construir un mundo mejor para recibir al «Esposo divino», lo tenemos que hacer todos juntos, aunque pensemos diferente, pero unidos por la Palabra, aunque estemos en diferentes grupos o ideologías, y esa es la única manera de que de verdad ¡Viva México! Éste, es el aceite de Jesús (toda nuestra vida comprometida con sus intereses), que se da y conserva cuanto más se comparte, de tal forma que sólo tiene aceite, quien se vuelve «aceite» que da luz para los otros. El aceite de la parábola es para consumirse en la lámpara, convirtiéndose en luz. Sólo sirve para alumbrar, para consumirse, pues sólo produce luz en la medida en que se quema y consume, como María, en un constante «Hágase» (Lc 1,38). ¡Feliz y bendecido septiembre!

Padre Alfredo.

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