jueves, 21 de septiembre de 2017

«Sígueme para llevar la Buena Nueva»... Un pequeño pensamiento para hoy

En medio de la tragedia que vivimos en CDMEX, iniciaré este día con la Santa Misa, celebrando la fiesta de san Mateo, el Apóstol que de la mesa de cobrador de impuestos pasó a ser un servidor de Dios en el anuncio de la Buena Nueva. El Evangelio dice que «Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos y le dijo: “Sígueme”» (Mt 9,9). Hoy, como ayer, siento que el Señor me vuelve a decir al oído: «sígueme Alfredo», porque muchos otros han también escuchado mi voz para llevar esa Buena Nueva a nuestros hermanos que sufren a causa del sismo. Ayer pasé el día en el Scifi –el colegio de nuestras hermanas Misioneras Clarisas– en donde a menos de tres calles, varios edificios colapsaron y otros tantos siguen cayendo, desmoronándose como castillos de arena. Nunca se puede prever un sismo, pero quien tiene fe, está preparado para el día después, como lo vivimos ayer con la incertidumbre –como hasta este momento– de escuchar de repente el zumbido de la alerta sísmica. La ciudad está levantada en una zona inestable y por eso tiembla... ¡quién de aquellos felices antepasados lo podría prever! Dios quería forjar aquí una tierra de «Mateos» que se dejaran ver con la mirada interna del amor de Jesús y se sintieran «elegidos» con el «sígueme» para llevar la Buena Nueva imitando la misericordia y la compasión del Buen Pastor. Porque ayer... todos vivimos este ambiente de «Buena Nueva».

En esta megalópolis, dramáticamente tocada por los terremotos, el transporte público funcionó gratis, acercándonos lo más posible a los necesitados. Taxis y carros privados tendieron la mano con letreros en los cristales que anunciaban el apoyo. El Gobierno de la urbe abrió alberges y centros de acopio a los que se ha sumado, como siempre, la Iglesia en donde, como en el colegio de las hermanas, bulle la acción solidaria y se va recuperando poco a poco el aliento. Ayer en la tarde el colegio se asemejaba a un campamento en plena guerra. Entre las monjitas, los policías federales, los Vanclaristas, los padres de familia, los de la marina, voluntarios y este padrecito en mano cadena; seguíamos las indicaciones de varios cartelones que nos señalan dónde iba la comida, los jabones, el agua, los productos de limpieza, las cajas y bolsas para empaquetar lo que se llevaba a hospitales y las zonas más dañadas por el sismo en Xochimilco y Morelos, a la vez que  salíamos a las calles a ofrecer tortas, agua y un poco de consuelo como «Mateos portadores de la Buena Nueva» concretizada en la misericordia y la compasión.

El Evangelio de la Misa de hoy dice que «Mateo se levantó y siguió a Jesús» (Mt 9,9). Lo escueto del texto narra la prontitud con la que aquel hombre decidió seguir a Jesús... La respuesta de Mateo (un pecador como nosotros) fue inmediata, como ha querido ser la nuestra. La rapidez en la respuesta a la llamada, la generosidad en el seguimiento y la libertad con que relativiza todos los valores antes poseídos, nos hace comprender que ha nacido un hombre nuevo. ¡Tal vez hoy, con todo lo que estamos viviendo, renazcan muchos hombres y mujeres nuevos! Estos días están llenos de momentos colectivos heroicos y pequeños milagros individuales incontables. Aquí estamos con nuestro «Sí», como el «Sí» de María, como el «Sí» de Mateo. ¡Qué enseñanza tan grande nos dan Mateo y el temblor! Si fuéramos ya perfectos, nada tendríamos que convertir y Cristo no nos fuera necesario nada más que para ilustrar nuestro ego dando dar brillo a nuestro yo. Pero si nos sentimos endebles, frágiles, afectados por el temblor, como enfermos que desean la curación, entonces estamos en el camino que lleva al verdadero encuentro con la salvación, porque Jesús hoy también nos recuerda en su Palabra: «No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan pues y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios». Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mt 9,12). Y yo, por mi parte, en medio de esta catástrofe, me siento llamado a ayudar en lo poquito que pueda. Amén.

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario