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La curiosidad de Herodes era una curiosidad morbosa y supersticiosa, como la de alguna gente de hoy que, como él, es también solamente curiosa y quiere encontrar en Jesús «un adorno» para sus vidas o sus ceremonias pomposas. Herodes, por lo que se ve en el texto (Lc 9,7-9) no estaba interesado en el mensaje de Jesús, solo tenía «curiosidad» pensando que tal vez, así como había tenido preso a Juan y le gustaba escucharlo, en Jesús podría tener a una especie de «milagrero» para lucirlo en sus fiestas. Par Herodes y los que son como él, que buscan a Cristo solamente por curiosidad o lucimiento, Él no tiene palabras, no tiene tiempo, porque lo suyo no es el lucirse siendo un adorno; lo suyo son los caminos, las aldeas, los corazones afligidos, las almas sencillas, los que viven con humildad y se dan a los demás, sean ricos y pobres. Jesucristo es la Palabra, el Verbo encarnado e Hijo de Dios, nuestro salvador, el redentor, Él es nuestra fe, a esa fe nos adherimos con amor y la hacemos nuestra total esperanza.
¿Qué nos quiere decir el Señor con esta palabra del Evangelio en medio de esta situación de dolor nacional que aún experimentamos por el paso de los huracanes y terremotos en días pasados? Tal vez debamos preguntarnos como Herodes, ¿quién es Jesús para nosotros, pero no desde su perspectiva? ¿Lo tenemos con nosotros y lo reconocemos en el hermano necesitado o descubrimos que debemos ponernos a buscarlo? ¿Lo vemos en los damnificados de la Baja California, de Chiapas, de Oaxaca, de Guerrero, de Morelos, del Estado de México y de CDMEX? ¿Queremos realmente encontrarlo o nos conformamos con lo que nos venga en suerte solo para satisfacer nuestra curiosidad? Por lo que a mi toca, puedo decir que hoy nuevamente ha salido a mi encuentro y me he tropezado con Él, rindiéndome ante la evidencia, sobre todo en el hospital de Gabriel Mancera, en las hermanas Misioneras Clarisas en Misa en la casa de La Villa y con las incansables del centro de acopio y distribución en el SCIFI. En los rescatistas que he visto descansar un poco, sentados en la banqueta y en los rostros de la gente afuera de algunos de los edificios evacuados o derrumbados. Yo quiero seguir viendo a Jesús, porque quiero seguir encontrando sentido a mi vida. Y tú: ¿Qué motivación tienes que te empuja a ver y a encontrar a Jesús? Pidámosle a María que Ella, la Madre del Divino Rostro, nos ayude a ver a su Hijo Jesús, no por simple curiosidad, sino por amor y, hoy jueves, se le puede ver en la Eucaristía, en la Hora Santa. ¡Bendecido día!
Padre Alfredo.
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