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Hoy es domingo, «Día del Señor», momento especial en el que se puede hacer un alto en el corazón para considerar nuestro ser y quehacer de estos días. Día para pensar si realmente estamos trabajando en la viña del Señor o, por el contrario, nos empeñamos en vivir ausentes de todo lo que está aconteciendo. En cuantos instantes, en vez de presentarnos puntuales ante cualquier necesidad que nos reclama la Iglesia –como esta de estos días–, preferimos no meternos, porque ni a nosotros ni a los nuestros les ha pasado nada. Es cierto que el amo de esta viña es comprensivo, «compasivo y misericordioso», dándonos al final no según el resultado de nuestro trabajo, sino según la medida generosa de su gran corazón. Pero eso mismo nos debe de empujar a trabajar con arrojo y afán renovado, orando y actuando en lo que podamos, aunque no entendamos al Señor. «Mis pensamientos no son sus pensamientos, ni sus caminos mis caminos» (Is 55,8) En definitiva, de lo que se trata, es que hagamos en estos días y siempre –con sencillez y rectitud de intención– lo que debemos hacer. Comportarse así deja paz y sosiego, la felicidad de servir y orar por los demás.
No hay forma de que podamos entender a Dios, introducirlo en nuestra mente y expresarlo en nuestras categorías y formas de hablar. «¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?» (Rm 8,34-35). Con todo lo que ha sucedido en estos trémulos días, Dios, que nos ha llamado a trabajar en su viña, nos sigue sorprendiendo con la infinitud de su amor. Por eso, Jesús no encontró modo mejor de hablar de él que usar de parábolas. Así, cansados, como estamos muchos en estos días, luego de tanta actividad después de los temblores, podemos atisbar un poco lo que es Dios, el amor que nos tiene, su capacidad de acogida, su voluntad de darnos la vida plena. Por eso san Pablo, que abrió totalmente su corazón a Dios, pudo escribir: «para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia» (Flp 1,21). Dios respeta la libertad de la naturaleza que Él mismo creó. Pero, en medio de todo esto, su acción divina supera nuestros cálculos y nuestra manera humana de actuar y sorprende. ¿Qué lección sacas de todo lo que estamos viviendo en estos días? La Virgen María, trabajando también de lleno en la Viña de su Hijo Jesús, con un sencillo «Sí» incondicional, nos ayuda, con su ejemplo y con su entrega a la voluntad de Dios, a no tratar de manipular a Dios, sino más bien a aceptarlo tal y como se nos reveló en Jesús. ¡Que tengan un domingo lleno de bendiciones!
Padre Alfredo.
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