jueves, 7 de septiembre de 2017

«Mar adentro»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Papa Francisco llegó ayer a Colombia en donde estará unos cuantos días. Unas de sus primeras palabras en este hermoso país de América del Sur que visité hace miles de años siendo seminarista con Vicky Valle para participar en el III COMLA, fueron dirigidas a los jóvenes anoche. El Papa les dijo: «Gracias por el coraje. No se dejen robar la alegría, no se dejen robar la esperanza. Que nadie se las robe, que nadie los engañe». Unas cuantas palabras llenas de una gran exhortación: ¡No se dejen robar ni la alegría, ni la esperanza! ¿Qué haría el cristiano de hoy sin estas? La persona alegre, no es la que siempre está viviendo a carcajada batiente, es quien incluso ante una pena, adoptando un semblante serio, da muestras de compasión, sin dejar de manifestar al mismo tiempo su alegría fundada en los sólidos motivos para la esperanza. Todo el que vive alegre es un transmisor de la luz de la esperanza. Ya el Papa había dicho en otra ocasión que «una alegría sin esperanza es una simple diversión, una alegría pasajera... y una esperanza sin alegría no es esperanza, no va más allá de un sano optimismo» (Misa en Santa Martha 13 de mayo de 2016).

El episodio de la «pesca milagrosa» que narra san Lucas en su Evangelio (Lc 5,1-11) y que la liturgia de hoy toma, es un pasaje en donde los discípulos, cansados de bregar toda la noche para pescar —con Pedro a la cabeza— sin obtener un solo charalito, se sienten fracasados. De repente se les acerca Jesús, que estaba predicando mientras ellos lavaban sus redes y le dice a Pedro: «Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar» (Lc 5,4). ¡Pero cómo no se iba a alterar Pedro, si habían estado en eso toda la noche! Sin embargo, como Jesús habla con autoridad, el pescador doblega su corazón y dice: «confiando en tu palabra echaré las redes» (Lc 5,5). Y aquel grupito de pescadores fracasados, pasa rápidamente de la desilusión total, a «una íntima alegría y una esperanza invencible». Aquellos marineros confiaron en Jesús y el resultado fue una pesca increíblemente abundante que rompía las redes. Jesús no es pecador de oficio, a diferencia de Simón y sus compañeros, pero le indica, sin embargo, lo que debe hacer. Esta orden es simbólica; es en alguna forma, una parábola en acción que invita a pasar de la tristeza y de los fracasos de este mundo, a la alegría y a la esperanza de ser «pescadores de hombres» (cf. Lc 5,10). Cristo tiene en vista una empresa mucho mayor que la pesca en el lago de Tiberíades. Al pedir a Simón que vaya mar adentro, es como si lo quisiera invitar a no quedarse en la orilla tristeando y dándole vuelta a su congoja. Él lo llama a vivir una aventura llena de alegría y esperanza en que se dejan las playas de cada día en busca de un horizonte mucho más grande. ¿Acaso me está invitando también a mí? ¡Por supuesto que sí! Pero, ¿qué me falta para remar mar adentro? Toda vocación es un llamado para ir «mar adentro», a desprenderse del pequeño horizonte de la vida ordinaria, para comprometerse con esperanza y llenos de alegría, en una obra grandiosa, la de la salvación del género humano.

El Maestro sabe mejor que nadie a dónde quiere llevar a cada discípulo–misionero y con su autoridad, hace triunfar el proyecto de cada vocación. Pero, ¿quién soy yo para ser invitado por Cristo a remar mar adentro? Ciertamente ningún ser humano merece vivir en la intimidad de Cristo y ser continuador de su tarea, porque ninguno está exento de pecado, excepto la Santísima Virgen María. Si sólo se considerara el pecado se debería pedir al Señor que se alejara, como lo hace Pedro: «¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!» (Lc 5,8). El sabernos pecadores acompañando a Jesús, no debe detener a nadie. En el llamado que se nos hace para ser discípulos–misioneros, Cristo no quita a nadie su realidad de pecador, pero la fuerza de corresponder al llamamiento a pesar de las faltas del pasado y de la indignidad del presente ayuda a sobreponerse a los legítimos temores de la debilidad humana. El ideal de vivir en alegría y esperanza puede realizarse, porque Él sostiene con su gracia. Pidamos a la Virgen, «Causa de nuestra alegría y esperanza nuestra», que nos ayude a remar mar adentro. ¡Feliz y bendecido jueves visitando a Jesús Eucaristía y orando por el viaje del Papa a Colombia y todas las vocaciones!

Padre Alfredo.

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