miércoles, 27 de septiembre de 2017

«AUSTERIDAD»... Un pequeño pensamiento para hoy

El Evangelio nos narra, de una manera muy emotiva y real, que los Apóstoles fueron enviados por Jesús a predicar; el mensaje que llevaron fue el mismo que nos han dejado como herencia del Señor: «Anunciar la llegada del Reino de Dios» (Lc 9,2). Ese Reino que ya está, pero todavía no; es decir, ya se ha empezado a establecer, pero no se ha realizado en plenitud. ¡Qué maravilla darnos cuenta de que cuando hacemos un espacio en el corazón para albergar ese mensaje del Reino, éste llega y se amplía la experiencia de salvación y dignidad de quienes buscamos acoger la Palabra y la queremos hacer germinar en nuestra existencia! San Lucas nos revela, además, en su Evangelio, la estrategia que debe acompañar nuestra tarea del anuncio del Reino: «Austeridad». Jesús, al enviar a predicar a los Apóstoles les dijo: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengan dos túnicas cada uno» (Lc 9,3)... ¡Si los Apóstoles vieran todo lo que ahora cargamos con la excusa de que es «para evangelizar», se asustaban! 

La austeridad es una exigencia ética y una virtud cristiana. Como exigencia ética es una cuestión que obliga preferentemente a quienes están al frente de la vida pública en sus diversos niveles y a los que en el ámbito privado están situados en posiciones privilegiadas, como los padres, maestros, sacerdotes, consagrados y otras personas influyentes en la sociedad. ¡Cómo nos enseña en esto el Papa Francisco! Es cierto que hablar de esta estrategia de austeridad a determinados colectivos de nuestro tiempo es muy difícil, pues casi ha pasado de moda, al estar en los mínimos niveles de subsistencia unos y en la vida superflua otros. Es muy difícil hablar de religión cuando los oyentes tienen los estómagos vacíos o cuando por otra parte casi se revientan de tanto que se han llenado. Grandes enseñanzas como ésta, corren el peligro de desaparecer estranguladas por la nada y el vacío de un consumismo agobiante que nada deja disfrutar. Los creyentes tenemos que hacer de la necesidad una virtud, y del compartir otra a través de esta estrategia de la austeridad, y no caer en la trampa de esa tendencia actual de medirse con aquellos que tienen más que nosotros para decir que somos austeros. ¡Qué raro, casi nunca nos medimos con los que tienen menos!, así siempre saldremos engañándonos para evitar la responsabilidad de ser austeros.

Este texto evangélico (Lc 9,1-6), que la Iglesia nos propone meditar hoy, nos cae como anillo al dedo. Un texto que, después de lo vivido en muchas partes la semana pasada, lo debemos recibir con inmensa alegría; porque si Jesús envió, y sigue enviando, a los suyos, es porque él está con los que envía, confía en ellos, sabe estar presente como nadie en la modesta palabra y en el sencillo testimonio de sus seguidores, que no necesitan más que su sola persona para que se proclame el Reino de Dios. El misionero vive de la fuerza de la Palabra que predica, lo hemos palpado después del terremoto; pues en medio de tantas carencias, aún para compartir, hemos visto que el Reino que Jesús nos ha revelado no es una doctrina, ni un catecismo, ni una ley. El Reino de Dios acontece y se hace presente cuando los hermanos, motivadas por su fe en Jesús, deciden darse a los demás, para así testimoniar y revelar a todos que Dios es Padre y Madre y que, por consiguiente, nosotros, los seres humanos, somos hermanos, y hermanas unos de otros. Jesús quería que la Iglesia fuera una expresión de la Alianza, del Reino, del amor de Dios como Padre, que nos hace a todos hermanos y hermanas con María su Madre y... aquí estamos. ¡Bendecido miércoles para todos!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario