lunes, 11 de septiembre de 2017

«¿En dónde estaba Dios aquel 11 de septiembre?»... Un pequeño pensamiento para hoy

La historia del hombre se va construyendo sobre acontecimientos que van marcando el devenir del tiempo. ¿Quién no recuerda el fatídico 11 de septiembre de 2001 en New York? Aquellas llamadas «Torres Gemelas» obra extraordinaria del arquitecto Minoru Yamasaki. Construidas en 1973  con una estructura del tipo «tube in tuve» –casi indestructible– con el que se han construido más del 90% de los edificios de altura en las tres últimas décadas, se desplomaron en 11 y 9 segundos, respectivamente: igual tiempo que tarda una bola de billar en caer desde una altura de 110 pisos. Los atentados causaron la muerte de 2,973 personas, incluyendo los 19 terroristas, y dejaron más de más de 6,000 heridos. Además, 24 personas desparecieron y nunca se supo de ellos. Servicios de rescate y limpieza trabajaron turnos de 24 horas durante 230 días encontrando 291 cadáveres completos y casi 20,000 restos humanos. Ese atentado ha pasado a la historia como el más caro y a la vez el más barato del terrorismo, porque apenas con unos cuantos aviones que no eran de ellos y con unos cuters que no valen ni un dólar, degollaron gente y estrellaron los aviones en esas torres y otros lugares donde quisieron. Mucha gente se sigue preguntando «¿Dónde estaba Dios, cuando las Torres Gemelas en Nueva York, y el Pentágono, fueron atacados?» Se sabe que los cuatro aviones juntos, si hubieran ido llenos –como casi siempre sucede– llevarían 1000 pasajeros, pero esa mañana sólo viajaban 266. En las torres solamente había 20,000 personas de las 50,000 que ordinariamente trabajan ahí. Si las torres hubieran caído de costado, habrían arrasado con más de 20 cuadras a la redonda y miles más hubieran muerto... Así que si alguien te pregunta «¿Dónde estaba Dios el 11 de septiembre del 2001?", diles con mucho orgullo y certeza que Dios estaba con cada uno de sus hijos y trabajando por evitar una tragedia más grande. 

Este Dios, es el mismo que en el Evangelio nos da muestras maravillosas de que siempre está a nuestro lado librándonos del mal. Dios libremente nos acompaña en cada momento de nuestra historia, de la historia de la humanidad, y nos invita a recorrer su camino liberador rompiendo toda clase de esquemas humanos, los de las leyes que hemos creado e incluso los de las leyes de la naturaleza, que siempre respeta pero que muchas veces su actuar va más allá. Con un temblor de 8.2 grados, ¿qué pudiera pasar si lo hubiera imaginado Hollywood para darle credibilidad? En realidad los daños fueron mínimos para el grado. ¿Los vientos tempestuosos de estos últimos huracanes, por qué no causaron toda la gran destrucción que se esperaba? Nuestro Dios ha irrumpido en la historia y actúa siempre de manera libre por el bien del hombre. En el texto del Evangelio de san Lucas 6, en los versículos del 6 al 11 contemplamos la curación de un paralítico en sábado, allí claramente podemos ver a nuestro Dios, quien es libre y libera, no por romper una norma o escandalizar, o dejarse llevar del «coraje contra los que piensan diferente» (Lc 6,7). La preocupación por la persona, la atención a la persona, la necesidad de la persona, es la prioridad para nuestro Dios, aunque a veces sucedan cosas que no entendemos por el mal uso de la libertad que hemos recibido: «Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús» (Lc 6,11) y Él lo sabía. Dios cuida de cada ser humano porque esa es su prioridad. Esa liberación, cuando nos implicamos en ella, nos puede hacer libres a nosotros también. 

De cualquier forma y de mil maneras, Dios busca siempre la manera de estar con nosotros, aunque su presencia parezca escondida como cuando Herodes mandó matar a los santos inocentes (Mt 2,16) o el 11 de septiembre de 2001. ¡Señor, aumenta nuestra fe para entender que siempre estás a nuestro lado! ¡Señor, aumenta nuestra fe para que construyamos nuestra vida cristiana sobre la roca firme que tu Palabra segura nos ofrece en medio de los acontecimientos de nuestra historia! ¡Señor, aumenta nuestra fe para que la bondad que viene de ti se atesore en nuestro corazón y saquemos a relucir el bien aún entre los escombros del mal! ¡Señor, aumenta nuestra fe para que las dificultades de la vida no puedan con nuestra firme decisión de llamarte Señor y hacer siempre lo que tú nos digas como lo indica tu Madre María! A iniciar la semana con mucha fe.

Padre Alfredo.

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