¡Cómo me impresiona el Evangelio de hoy! «En aquel tiempo, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres...» (8,1-2). Y me impresiona porque en medio de esta situación que estamos viviendo después del terremoto que sufrimos el martes, la participación de las mujeres que siguen muy de cerca de Jesús, nuestras hermanas religiosas Misioneras Clarisas, ha sido de verdad «¡impactante!» y lo digo así porque no encuentro otra palabra. El día de ayer y de hoy, he pasado la mayor parte del día poniendo mi granito de arena junto a ellas, a nuestros hermanos del grupo Van-Clar y con voluntarios en el centro de acopio que se estableció en el instituto SCIFI. El Señor no hace distinciones, nos llama a todos, nos quiere a todos, para que todos colaboremos con Él para abrir espacio en este mundo a su misericordia; para hacer el bien a los demás. Acompañar a Cristo, para estas mujeres consagradas a Él, significa aceptar de todo corazón día tras día su palabra como criterio válido para su vocación. Significa, para ellas, ver en Él al «Esposo Divino» al que siguen de todo corazón al servicio de la verdad y del amor, con una vida apostólica y contemplativa conducida por el amor.
Con ese amor al Señor, las religiosas, encabezadas por la hermana Carmelita, superiora de la comunidad, han organizado de una manera increíble la distribución de todo lo que llega al centro de acopio. El Evangelio de hoy, al hablar de «los Doce y algunas mujeres», no alude a cualidades especiales, ni de ellos, ni de ellas. No menciona títulos de ningún tipo ni cualidades humanas relevantes. Lo que estaos hombres y mujeres tienen en común, y lo que a Lucas le interesa subrayar, es que le siguen ayudando con lo que son y lo que tienen (Lc 8,3). Los que queremos seguir a Jesús de una manera más cercana, somos hombres y mujeres que nos sentimos amados y llamados por Jesús. Cada una de las hermanas, en medio del ir y venir y el cansancio de estar todo el día recibiendo, atendiendo a los que llegan a dejar o recoger víveres, preparando sándwiches, acomodando y acarreando cosas, empacando lo que hay que ir enviando, limpiando lo que se ha caído, clasificando ropa y medicina, recogiendo los desperdicios y la basura para dejar en orden... no ha dejado nunca de mostrarnos una sonrisa que evoca su calidad de «Esposas de Cristo» y que nos recuerda la presencia de la Santísima Virgen María en nuestras vidas.
San Lucas es el único evangelista que nos da detalles de las mujeres que acompañaban a Jesús. San Juan Pablo II escribió una carta apostólica llamada «Mulieris dignitatem», que dice: «La Iglesia da gracias por todas las mujeres y por cada una…» (n. 31), yo por supuesto que también, y en especial, doy gracias por las consagradas. Los hechos hablan por sí solos. Quiero compartirles algo de lo que una página de Internet escribe de nuestras hermanas y su colegio: «En las calles de la Colonia del Valle, unas monjas caminaban y se acercaban a todos los que estaban reunidos y les ofrecían refugio. El Instituto SCIFI, un colegio ubicado en Av. Coyoacán 615, fue adaptado como un albergue para los afectados. María del Carmen Moreno García, superiora de las Misioneras Clarisas, comentó que la idea surgió de los padres de familia porque algunos no tendrían donde pasar la noche. En el mismo momento, ellas les dijeron que podían quedarse allí. Un grupo de religiosas salieron a la calle a comprar agua y algo de comida. Otras tantas salieron hasta donde estaban totalmente caídos los dos edificios, en avenida Gabriel Mancera, en donde igualmente ofrecieron el refugio, comida, y material de curación. En los salones de la escuela colocaron colchonetas y recibirán a todo el que llegue, según enfatizaron. El sencillo refugio de las madres es uno de tantos lugares ofrecidos por miles de capitalinos, y foráneos a las personas afectadas. No sólo eso, los ciudadanos se organizan para recopilar comida, ropa, agua y todo lo que sea necesario para ayudar. «Aquí encontrarán agua, frijolitos, y café», finalizó la madre superiora» (cf. Periódico Central 20-09-17).
Padre Alfredo.
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