sábado, 16 de septiembre de 2017

«El amor a la patria»... Un pequeño pensamiento para hoy


El amor a la patria —en mi caso y de muchos de ustedes, México— es un valor cívico que todo ser humano puede aprender en la familia, en la escuela y cuyos frutos deberían cosecharse en la sociedad, en el ir y venir de cada día, cuando con nuestro granito de arena, nos convertimos en hombres y mujeres útiles a la sociedad. La patria la simbolizamos en una bandera, en un himno de la nación y en muchos otros signos sirven para concretizar ese amor, pero, el amor a la Patria, va más allá que lo que celebramos la noche del 15 de septiembre y este 16 todo el día recordando la independencia. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que el cuarto mandamiento se extiende a los deberes de los ciudadanos respecto a su patria (2199) «El amor y el servicio de la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad». (2239). San Juan Pablo II, en su libro «Memoria e Identidad», tocando el tema de la patria dice: «Si se pregunta por el lugar del patriotismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre… El patriotismo conlleva un especial tipo de actitud interior, desde el momento que también la patria es verdaderamente una madre para cada uno. Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica. La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber».

En los últimos años, los creyentes hemos visto a México sufrir mucho. Nos sentimos mal como ciudadanos, pedimos perdón por tantos daños cometidos y a veces hasta pensamos que estamos tropezando con la misma piedra y no tenemos solución ante el pecado social que se extiende y se extiende en nuestra patria. ¿Pero cuál solución podemos encontrar? San Lucas (Lc 6,43-45) nos presenta en su evangelio la parábola del árbol que da buenos frutos. «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto». El católico bien formado en la fe y en la tradición de la convivencia como miembro de un pueblo que camina, hace crecer dentro de sí una buena manera de ser que lleva al hombre y a la mujer de fe a practicar el bien dando buenos frutos, pero la persona que descuida su formación, tendrá dificultad en producir frutos buenos. «porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Lc 6,45). Vale la pena, en este 16 de septiembre, recurrir también al libro del Eclesiástico que dice: «Déjate llevar por lo que te dicta el corazón, porque nadie te será más fiel que él: el alma de un hombre suele advertir a menudo mejor que siete vigías apostados sobre una altura. Y por encima de todo ruego al Altísimo, para que dirija tus pasos en la verdad.» (Ec 37,13-15). ¿En dónde está puesto el corazón del católico mexicano? ¿Cuáles son los principales intereses de ese corazón? ¿Sabe ese corazón vivir en la libertad e «independencia» de los hijos de Dios?

Hoy escribo poco, y más bien quiero dar espacio a esta oración por la Patria que les invito a rezar: «Omnipotente Dios, que nos has dado esta hermosa tierra mexicana por heredad, humildemente suplicamos tu ayuda para mostrarnos siempre como un pueblo reconocido de tu favor, siempre acompañado de santa María de Guadalupe y gozoso de hacer en todo momento tu voluntad. Bendice nuestro país, tan golpeado por la violencia y la indiferencia, con la labor honorable, el conocimiento íntegro y el renacer de costumbres virtuosas entre sus habitantes. Guárdanos del orgullo, de la arrogancia y de todo pecado social. Defiende nuestras libertades, y forja un pueblo unido en un solo corazón. Inviste con el espíritu de sabiduría a quienes en tu Nombre confiamos la autoridad del gobierno, para que haya justicia y paz en el país y que, por medio de la obediencia a tu ley, manifestemos tu alabanza entre las naciones de la tierra. En tiempo de prosperidad, llena nuestros corazones de gratitud, y en el día de la angustia, no permitas que nuestra confianza en ti desfallezca; todo lo cual te pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén. ¡Viva México! ¡Vivan los héroes que nos dieron patria! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Cristo Rey!

Padre Alfredo.

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