
En el Evangelio de san Lucas (la lectura bíblica de hoy Lc 7,31-35), el Señor Jesús pregunta: «¿Con quién, compararé, pues, a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen?» (Lc 7,31) ¿A quién nos parecemos los creyentes que vivimos todas estas cosas? ¿Reconocemos a Dios aún en medio del caos que un desastre natural presenta? El mismo Cristo dice en el Evangelio: «Sólo aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes reconocen al Hijo del hombre» (cf. Lc 7,35). Dios es visible de muchas maneras. Él sale a nuestro encuentro en medio de las tragedias con su Corazón traspasado como en la cruz. El Señor no está ausente en nuestra historia. Viene hoy a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja rescatando a los que han quedado atrapados; acompañando mediante sus sacramentos y su Palabra; solidarizándose con los que han perdido sus hogares o sus familias. En medio del dolor profundo y de la inseguridad de lo que pueda seguir, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestras vidas. Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor concreto.
Hoy es un día para portarnos como auténticos cristianos, viviendo no como quien solo suspira diciendo: ¡Ay, pobres!; sino como quien se identifica plenamente con lo que ha pasado, así esté cerca o lejos sabiendo descubrir la presencia de Dios que acompaña. ¡«Cantamos canciones tristes y no han llorado»! reclama Jesús en el Evangelio de hoy (Lc 7,32). ¿Qué cómo podemos solidarizarnos? Cada quien lo sabe según donde está. Nuestros pensamientos y emociones, como discípulos-misioneros no pueden —y menos ahora— dejarse llevar por la amargura, la tristeza o el resentimiento con Dios por lo que ha sucedido. Depositemos nuestra confianza en Dios y conservemos, junto con la confianza en Él, la paz interior para poder ayudar como podamos. ¿Estamos dispuestos a intentarlo? Es ante los grandes problemas cuando más solidarios debemos ser; son oportunidades que la vida nos pone para mostrarnos más humanos, más comprensivos ya que en la adversidad, es cuando más podemos ser hermanos. ¡Qué la Santísima Virgen, la Madre de Dios y Madre nuestra, que vibra como toda mamá con el sufrimiento de sus hijos, nos ayude a ver y decidir, qué es lo mejor que podemos hacer!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario