lunes, 16 de enero de 2023

«Mi sacerdocio en el sacerdocio de Cristo»... Un pequeño pensamiento para hoy


El sacerdocio católico es una misión de «comunicación», de «relación» entre los hombres y Dios. Todo sacerdote ha sido llamado por Dios para ser «un puente» entre Él y la humanidad. Este llamado se realiza de una manera misteriosa, es decir, desconocida muchas veces hasta por el mismo llamado antes de que el momento inicial del llamado suceda. Hoy, en la liturgia de la palabra, la Carta a los Hebreos, que se está leyendo en estos días, empieza a tratar este tema comparando el sacerdocio de los judíos con el sacerdocio cristiano, que es el que ejercemos los sacerdotes católicos que, como digo, hemos sido llamados por Dios y ejercemos este «sacerdocio ministerial» unido al «sacerdocio bautismal» que vivimos en general precisamente por nuestro bautismo, ya que el bautismo hace participar a todo el pueblo de Dios de su unción, transformándonos en otros «cristos» o «ungidos»: sacerdotes, profetas y reyes.

Todo esto me da ocasión de reflexionar un poco en torno a mi sacerdocio ministerial repasando de una manera rápida tantos hechos que a lo largo de mis casi 34 años de vida sacerdotal he vivido. Siempre digo que si volvería a tener que elegir una vocación, seguro experimentaría de nueva cuenta el llamado y respondería con alegría, como lo hice cuando recién había llegado a la mayoría de edad con mis 18 años de vida. La alegría de la vocación sacerdotal que Dios me concede vivir, es el gran don de Dios que he de desarrollar siempre con esperanza e ilusión. Cada día pido al Señor que se me note esa alegría en una sonrisa que acompañe el servicio que me toca hacer y que llene de esperanza a quienes están cerca de mí. 

Este fragmento de la Carta a los Hebreos me hace pensar en las cualidades esenciales del sacerdote: ser comprensivo, delicado, abierto, acogedor y bueno, especialmente con los más alejados, los descartados, los más necesitados. Y el autor de la Carta se atreve a afirmar que todo sacerdote tendrá esas cualidades si él sabe que también él está «envuelto en flaqueza». Sabe lo que es ser pecador, porque ¡él mismo es un pecador! Escuchando las confidencias de los que pecan, se reconoce a sí mismo y es así «capaz de comprenderlos». Les invito, al reflexionar con ustedes, que no dejen de orar por nosotros, sus sacerdotes, para que, de la mano de María, Madre de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote seamos fieles y mostremos la alegría de nuestra vocación. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

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